Cap 20 • Las consecuencias de saber

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Asintió segundos después sin responder ni mostrar muchos gestos.

Mi madre, mientras tanto, preparó un par de vasos de agua y algo de empanadas, que ya había cocinado por la mañana. Tuve que tomar una al no poder resistirme, cuanto las amaba.

—Y dime, ¿que quieres saber ahora?

Dejé de juguetear con mis dedos, y sin más dilación, tomé aire y...

—¿Te ha crecido más el pelo?

Mis ojos se desviaron al pecho de mi padre, que al darse cuenta de ello, frunció su ceño y seguidamente, cubrió su pecho con los botones desabrochados.

—Es uno de los efectos del medicamento— respondió dando un sorbo a su vaso de agua.

—No creo que haya ninguna pastilla que te haga crecer el pelo del pecho— reí a bocajarro a punto de estallar en lágrimas.

—¿Vas a preguntar o qué?

Era la primera vez que veía a mi padre molesto, puede que desde el año pasado, no recuerdo la fecha... pero fue similar, incluso las contestaciones.

—Sí, me gustaría saber que clase de perfume usas— froté mi barbilla.

Mi padre me miró con odio por un instante al hacer semejante estúpida pregunta, pero que por más que fuera, no respondió.

—¿Has ido al médico?

—Eh... sí, pero ¿qué tiene que ver con?

No lo deje terminar, y al momento, opté hacer la siguiente pregunta.

—¿Te sacaron sangre?

—Scarlett...— gruñó mi padre tensando su mano alrededor de su vaso de cristal.

—¿Era oscura?, nunca te he visto sangrar— admití.

Y de repente, los ojos de mi padre, se incrustaron en los de Connor. Parecía tener dos lagos de lava ardiente en ellos, como si Connor tuviese algo de influencia en la situación, en cambio, siguió mostrándose despreocupado.

—Cálmate amor...— murmuró mi madre quitándole el vaso de las manos.

Pero mi padre, sin poder soportarlo más, tomó el vaso para levantarlo, y lo lanzó al suelo, provocando que se rompiese al instante de impactar con el piso.

Mi madre empezó a gritarle a mi padre para que vajase los humos, aunque fue inútil, ya que con un corto pestañeo alzó la mano y me amenazó con saber que clase de preguntas eran.

No obstante, me centré más en esa mano que en sus gritos, pues todos los recuerdos de ser golpeada por él vinieron a mi cabeza. Me estremezí inconscientemente por ello, me creaba inquietud, miedo... sin importar que la última vez fuese hace años.

—¡Baja la mano!— exigió mi madre.

—Sabes demasiado Scarlett, ¡lo sabía, tan solo has venido aquí para hacer de las tuyas!

Antes de que siguiera gritándome más y más, me puse de pie y al volver a acercarse para amenazarme retrozedí un par de pasos, hasta que dije basta.

Estaba harta de seguir huyendo de mis miedo, mucho más de este, si es que fuera solo eso y no un trauma.

—No sé que quieres decir con eso, pero tan solo estoy preocupándome por tí— murmuré con la cabeza alta.

—Lo sabes todo, ¿verdad?— preguntó mordiendo sus labios y entrecerrando sus ojos—, esa bestia te lo ha dicho todo, lo sabía...

Cubrió su rostro atemorizado, y me sorprendí por ello. ¿Cuándo fue la última vez que lo vi en este estado?

Y ahora, no tenía el derecho de meter a Connor, él seguía en silencio no había dicho ni una palabra desde que habíamos entrado, por lo tanto, que no lo culpe a él.

—Tú— gruñó esta vez acercándose a Connor—, que le has hecho a mi hija.

Ambos se quedaron de pie el uno frente del otro, mirándose fijamente como si fuese un concurso de miradas, hasta que corté la pelea cuando vi que estaba a punto de darle un golpe con un grito.

—¡Él no tiene nada que ver!— vociferé.

Lo más rápido que pude, tomé la sudadera de Connor y le forzé a retroceder un poco para que dejara espacio con mi padre.

—No te metas en medio Scarlett.

Negué con la cabeza rotundamente cuando quiso quitarme de delante suya para enfrentar a Connor, y tal y como había predicho segundos antes, terminó horrible la discusión.

Mi rostro fue abofeteado como nunca antes, mi nariz empezó a sangrar, y por poco, caí al suelo por lo casi inconsciente que me había golpeado. Mi cabeza dio un par de giros, confusa, pestañeé hacia los ojos de mi padre, que lucían algo más oscuros que de costumbre. Pero antes de que pudiera seguir averiguando más de él, mi camisa fue jalada por las espaldas con rapidez, haciendo que cayera encima del sofá y no en el suelo.

Ni siquiera sé que estoy viendo, tengo la visión tan nublada que no sé a quien pertenecen esos gruñidos.

Poco segundos más tarde, al retomar la consciencia, me percaté de como dos enormes lobos peleaban dentro de mi casa sin temor alguno. Por una parte Connor, que lo identifiqué por el color azabache de su cuerpo y el otro que...

Atrapada por el AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora