—Por eso soy tu mejor ejecutor. Cuando consigas algunos más, me relajaré un poco. En lo que respecta a mí y pregunta a los chicos, opinan igual, iremos a dónde quieras, incluyendo a Lennander. Solo recuerda que lo dejamos todo por tener libertad.

—¿Pero a cambio de seguridad?

Ranshaw no respondió. Pegó en el vientre de Mike con el dorso de la mano para detenerlo.

Al fondo del callejón se desarrollaba una escena por demás común en ese barrio peligroso. Tres hombres asaltaban a un chico. Pero la diferencia de edad era notoria. Era apenas un niño que no tenía más de quince años. Y los otros eran adultos.

—¿Puedes creer cuánto deshonor hay? Vamos.

Mike asintió.

—¿Qué diablos hacen con mi amigo?

Su aspecto y tamaño fueron suficientes para disuadir a los sin nombre de seguir molestando al chico. Armados con dos cuchillos, ni siquiera intentaron fingir un valor que no sentían. Salieron corriendo.

EL joven se recargó en la pared. Su palidez era más acentuada que el muro detrás de él.

—¿Estás bien, muchacho?

—Sí señor, gracias.

—¿Querían robar tus pertenencias?

—Eh, no. Es una cuestión de negocios. Supongo que me los encontraré otro día, y tal vez ya tendré lo que quieren.

A pesar de ser tan joven, su manera de hablar denotaba una madurez forjada en las calles, entre criminales. Pero no podía ocultar el temblor de sus manos y la boca seca. Enfrentar a la muerte no le resultaba tan fácil como pretendía simular.

—¿Y qué es lo que buscan de ti? —preguntó Ranshaw, mientras le pasaba el brazo por el hombro para sacarlo del callejón, como si fuera su sobrino favorito. Mike iba atrás, vigilando. Alcanzó a ver en la esquina a los sin honor de nuevo, escondidos tras una pared.

—Que les pague más. Quedamos en algo, hice mi trabajo, ahora dicen que no dijeron eso, que fue otra cantidad. Les dije que no les daría más y así terminé ahí, por poco ensartado.

—Entiendo. ¿Cuál es tu nombre?

—Me dicen Jaak.

—Bien, Jaak. Mucho gusto. ¿Ubicas a Jonás? Es el dueño de ese mugriento bar que está a dos calles de aquí.

El chico asintió. Conocía a ese tío. Y nadie solía meterse con él. Era, por mucho, el tipo más peligroso del barrio. Le tenían miedo.

—Irás a decirle que vas de mi parte. Soy Ranshaw Lennox.

—Ranshaw. Lennox —repitió el chico.

—Y él es Mike Denner. Di a Jonás o a su ayudante, Killian, que vas de nuestra parte. Dale este anillo.

Mike observó, atónito, como Ranshaw se quitaba la joya de oro de su padre y la ponía en las manos del chico que los miraba asombrado.

—Le dices que quiero mi sortija de vuelta —rio—. Ponte a su servicio para cualquier trabajo. Lo que sea que te haga hacer, será mejor que tus negocios con estos sujetos sin palabra. Cuéntale lo que pasó esta noche, para que sepa de qué tiene que protegerte. Confía en él. Dile que eres mi amigo.

El adolescente lo miró con asombro. Pero se tragó sus preguntas y salió corriendo en dirección del bar con la argolla muy apretada en el puño.

—No volverás a ver eso.

—¡Bah! Mi padre está aquí —. Se tocó el pecho—. Eso es un pedazo de metal que le puede dar una mejor oportunidad, haga o no lo que le dije.

—¿Por qué ayudas a todos? Ni siquiera lo conoces.

—Necesita una manada. O se lo comerán esos lobos renegados y cobardes.

—Tienes el alma de un gran Alfa Mayor, Ran. Debiste serlo. Eres compasivo, fuerte y generoso.

—Por favor, ¡Me hubiera muerto de aburrimiento mi hermano! Me habrías visto lanzarme por la ventana a la mitad de la primera reunión de ejecutores. ¡Vamos! Debemos buscar un hogar cerca al bosque. Tengo un nuevo amigo que se dedica a vender terrenos con plusvalía alta, ¡al diablo si sé lo que significa eso! Pero no importa; tiene uno para mostrarme. Míralo y tomas una decisión.

—De acuerdo.

El sitio era perfecto. Circundado por una zona boscosa bastante amplia y solo lotes para construir casas, protegidas por un muro. Los terrenos eran grandes, de modo que la distancia entre vecinos era suficiente.

Consiguieron un buen precio por un par de casas sencillas en la zona más alejada. El dinero aún duraba, pero Mike dijo que tenían que buscar la manera de generar más, pensando que adquirir todo. Era ideal para iniciar su propia manada.

—Necesitamos lobos que quieran unirse a nosotros.

—Jonás mencionó un tío, de nombre Linneti. Es su amigo. Es humano, pero creo que hace grandes negocios con él. Dijo que me lo presentaría pronto, que yo le sería útil. Parece que tiene mucho dinero. Se me ocurre que él puede invertir y luego, no sé, pagarle o algo.

—Aquí podrán crecer nuestras familias. Y los chicos comerán chocolate y se preocuparán por su nido.

—Será un año extraordinario —respondió Ranshaw con un brillo de esperanza en la mirada. 

Lobo Perdido Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora