Capítulo 14: Jardín de mariposas.

Comenzar desde el principio
                                    

—Estoy preocupada —murmuro, luego de tragar y me dejo caer a su lado donde él respira de manera forzada.

—¿Qué pasa? —me rodea en un abrazo —Luz ¿Qué sucede?

Toca mi cara con la yema de sus dedos y no soy consciente de que he empezado a llorar, sollozo una y otra vez sin poder contenerme, las lágrimas me mojan la cara y tampoco puedo hacer que se detengan; no puedo hablar, no puedo dejar de llorar, tampoco veo nada, el corazón me palpita como si estuviera a punto de romperse y no dejo de pensar que no sirvo para nada.

—Ella hablaba de mí —tartamudeo como puedo desgarrándome la garganta —Hablaba de mí, porque... porque no sirvo para nada...

—Oye, no pienses eso —intenta tranquilizarme, pero soy una maraña de llanto.

—Habla de mí; hablaba de mí, porque... porque sin tí no vivo, sin tí no soy más que basura. Aidan voy a terminar con todo lo que tienes algún día.

Mi voz vuelve a romperse y me abrazo a él con fuerza deseando que no me deje. «Tengo una dependencia emocional con este hombre».

Cuando tenía 15 años me sentía más madura, más fuerte y sabía tomar decisiones. Siento, que con los años no gané experiencia, si no que perdí la agilidad de pensar por mi propio bien, ya no sé hacer las cosas sin dañar.

—Lo que dijo la bruja no me quita el sueño, mi Luna —lame mis lágrimas.

Me aferro más a su cuerpo y hundo mi cara en su cuello absorbiendo un aroma que no había sentido antes. Tardo intentando reconocer qué es, se vuelve más fuerte y siento que me ahoga pero no dejo de aspirar.

—Mío —murmuro con el olor a café y petricor.

Me aleja un poco para mirarme a los ojos y la cara de asombro que pone me seca las lágrimas.

—Diosa, mira que ojazos —parece encantado con lo que ve y termino levantándome confundida.

Lo que el espejo me muestra es mi iris que ya no es marrón, sino fucsia.

—¿Cómo?

—Tu loba reacciona a mí, me reconoce como suyo.

—No tengo loba —esclarezco.

—Sí, la tienes. Es solo que no la has dejado salir, para eso necesitas correr con todas tus fuerzas y...

—Pensar como un lobo —termino la oración.

Me mira largos segundos antes de murmurar lo que siento que lo rompe.

—Mi madre.

—Lo sé, mi amor —lo rodeo con mis brazos otra vez.

(...)

El día siguiente lo recibo con Aidan entre mis piernas, me pone a temblar antes de meterse a la ducha, cuando sale lo adulo hasta que termina de vestirse.

—Ya me voy al trabajo ¿No estabas de niñera?

«El niño».

Lo que dice me regresa al mundo real y me levanto a tropezones, corro al baño para asearme y salgo con la ropa mal puesta casi diez minutos después.

Apenas salgo noto que la habitación de mi pequeño invitado está abierta.

Bajo las escaleras corriendo y para mi suerte es su risa la que se escucha en la cocina.

—Qué delicioso está, mamá no me deja comer harinas, dice que tienen algo llamado gluten —está sentado frente a la encimera e Ilena le escucha con atención. Veo cómo le sirve jugo de naranja y noto que lo que tiene en su plato son hot cakes.

Desde que vine a esta casa ninguna sirvienta prepara desayunos como esos, supongo que no son dignos de la alimentación de un gran alfa real, pero el niño está tan feliz y no puedo evitar pensar en que ella ha hecho eso solo para él.

Suelto una risita complacida llamando la atención de ambos.

—Buenos días, madrugadores. Son las nueve de la mañana.

—¡Tía Luz! Mira lo que me ha preparado tu nana.

—Oh, yo no... —intenta excusarse mirándome apenada.

—¿A que es una nana muy buena? —me siento a su lado, no sin antes besar su mejilla —Espero que también me haya guardado algunos a mí.

Ella duda, pero al final logro ver un leve sonrojo «Lo que dije le gustó».

Una hora más tarde estoy con el bebé en el jardín, hago burbujas de jabón y él las explota, nos entretiene a ambos ya que corre de un lado a otro riendo sin parar.

—¿No te cansas, bonito? —soplo.

—Quiero ir al jardín de las mariposas —pide.

—¿Qué?

No sé de qué habla y tengo la impresión de que se ha confundido.

—Sí, arriba está el jardín lleno de mariposas —lo dice tan seguro, que me hace dudar de lo que digo.

—No tenemos un jardín de mariposas, cielo —Lo cargo pasándole la botella de agua.

—Claro que sí, yo lo he visto —afirma —Pero, al alfa no le gusta que nadie entre.

—Si has visto este jardín de mariposas ¿Dónde está?

«No tenemos un jardín de mariposas».

—Subiendo las escaleras con forma redonda, el jardín está en el techo ¿Podemos ir? —asiento sonriente.

Él me da la mano y juntos damos la vuelta a la casa hasta llegar a las escaleras de caracol, están pintadas de negro ahora y creo recordar, que arriba estaba el jacuzzi termal de Aidan, no un jardín de mariposas.

Lo ayudo a subir y al llegar al final de estas, solo puedo examinar un enorme invernadero de cristal azulado y en el techo los cristales tienen un tono rosa.

—Nunca había visto este lugar —acepto —No creo que estuviera aquí antes.

—¿Podemos entrar? —no me dan ganas de quitarle la emoción que carga.

—Claro, debemos ver esas mariposas.

Lo que mis ojos detallan detrás de las puertas me dejan sin aire.

Hay muchas flores de diferentes colores y formas, donde antes estaba el jacuzzi es un pequeño estanque de aguas azules, con mi llegada las mariposas se alborotan y son demasiadas, tan coloridas como las flores del lugar y desde el techo entran rayos solares de color rosa debido a los cristales. Parece un jardín mágico, un arcoiris pudo haber nacido aquí.

—Un jardín... de verdad —murmuro para mí misma.

—No es solo un jardín —corrige —Es un jardín de mariposas.

—No es solo un jardín —corrige —Es un jardín de mariposas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Entre las garras del alfa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora