—Creo que entonces es hora de darles de qué hablar.

Después de unas cuantas horas de debatir sobre el mismo tema, Kate finalmente ganó aquella batalla. Había convencido a su hermana pequeña de ponerse su mejor vestido rosa con dorado y de asistir a ese baile que consideraba el inicio de otra temporada llena de tormentos, calumnias y envidias.

Y es que, aunque Edwina era muy positiva y tenía un carácter dulce y generoso (en extremo), algo dentro de ella había cambiado. Ya no se sentía como aquella niña ilusa que creía que podía casarse con un hombre apuesto. No, ella se casaría con quien eligiera, con alguien que cortejara su mente y su alma. Y por supuesto, dudaba en sobremanera, que algo parecido al matrimonio de su hermana aconteciera en su vida. Para Edwina el matrimonio era un mal contrato que ya no estaba dispuesta a firmar, a menos que llegara un hombre capaz de hablar a su corazón.

—Se ve hermosa, señorita —su doncella asintió frente al espejo aprobando su vestido cargado de brillos y Edwina le devolvió una sonrisa cargada de tristeza.

—Quisiera que mamá estuviera aquí para verlo.

—Su madre regresará en poco tiempo.

Edwina se llevó una mano al hermoso collar resplandeciente y movió su cabeza dando por zanjado aquel tema. Aquella noche debía sacar su mejor sonrisa y no podía darse el lujo de pensar en otra cosa.

Dichosamente, su madre también había encontrado el amor de nuevo; y nada podía hacer más felices a las hermanas Sharma. Hacía escasos dos meses, el primo hermano de Lady Danbury había decidido visitar aquellas tierras desde Escocia, y quedó prendido de Mary Sharma en cuanto la vio. Edwina no recordaba haber visto a su madre tan feliz desde hacía mucho y no dudó en darle su apoyo. Kate, por su lado, y como era de esperarse, fue un poco más severa, pero al final había terminado dándole su apoyo y bendición.

Mary intentó dejar mil instrucciones para su hija menor, quien puso sus ojos en blanco cuando su madre sugirió que fuera a pasar unos días con Kate y muy a regañadientes la madre había terminado aceptando que Edwina ya no era una niña y podía quedarse en casa de Lady Danbury, como esta había propuesto desde el inicio.

Adoraba a su hermana, de verdad la amaba, a pesar de haberse sentido utilizada e incluso engañada, ella había sabido apañárselas para perdonarla y lanzar al fondo del mar todo resentimiento, pero no estaba lista para convivir con ella y su flamante esposo, y mucho menos estaba preparada para dejar que Kate volviera a controlar su vida.

Había tomado las riendas de su existencia y apenas empezaba a saborear la libertad como para dejar ir su felicidad tan pronto. Y con este pensamiento flotando en su cabeza como las plumas que llevaba en su peinado, levantó con delicadeza su vestido y se dirigió al carruaje que la llevaría a una jaula de cristal. Así se sentía aquella noche, como un ave a la que estaban a punto de encerrar.

Lady Danbury asintió complacida al verla con un claro gesto de aprobación y señaló con su bastón el dobladillo de su vestido.

—Recuerda no mostrar tus tobillos.

—Oh, lo lamento —dijo mirando sus pies—, este es un poco más largo que los otros y necesitaba levantarlo. No volverá a su suceder.

—Querida, unos tobillos no podrían superar el escándalo de la temporada pasada —sonrió desdeñosamente, le dio la espalda y subió al carruaje con la ayuda del cochero.

Edwina reprimió un bufido y tomó con delicadeza la mano de su ayudante. Pensando en que aquella sí que sería una larga noche.

El camino al palacio fue relativamente corto, entre charlas, correcciones y maneras de dirigirse a los nuevos invitados sumado a las plumas de su cabeza y un escote que consideraba el más pronunciado de todos sus vestidos, ya no sabía en qué posición sentarse ni cómo saludar en francés o alemán. Solo pudo pensar en relajarse al asimilar de manera madura que ella no sería el centro de atención. Si los rumores eran ciertos, Carlota, princesa de Prusia estaría de visita también, y con ella se irían todos los pretendientes.

Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora