Capítulo 31: Terribles errores

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Minutos más tarde, un barco más estalló, lo que provocó que las miradas de unos cuantos se posicionaran sobre las imponentes llamaradas.

—Fue uno de los suyos —aseguró Gonzalo con la vista en el océano—. Lo puedo ver. 

Barboza asintió y dio ese fuerte respiro que le ayudaría a renovar sus energías, luego miró hacia la derecha, donde se encontró con Patricia peleando como toda una diosa guerrera. «hasta en combate luce sexy», pensó. 

A su lado figuraba Gaspar, quien también hacía alarde de su habilidad con el sable, eran sus movimientos elegantes los que le hacían lucir en el duelo. Barboza solo había visto esas finas posturas en Alejandro, quien muy probablemente fue adiestrado en el arte del combate en Europa, «Un señorito de sociedad», dijo en su mente. 

Los estruendosos cañones disparados al unísono lo sacaron de sus pensamientos, esta vez pudo ver a La María unirse a la batalla naval sin sentir mayor tranquilidad, puesto que, su hermosa nave, seguía peleando por su supervivencia en altamar. 

De nuevo un atacante llegó sobre él, este lo recibió con un golpe en la cara para después degollarle el cuello con el mismo cuchillo que portaba su oponente. Levantó el rostro y vio un tumulto de gente aglomerada, notó que se trataba de piratas ingleses peleando contra alguien, la lejanía le impidió ver a detalle, pero sin mucho averiguar, sus pies ya corrían en esa dirección.

En el centro del espectáculo apareció la gitana, estaba siendo golpeada sin limitación, su cuerpo ya vencido, emanaba sangre y gritos de dolor. Barboza enloqueció en el instante que lo asimiló.

—¡No! ¡No! —gritó desgarrando la garganta.

De inmediato, comenzó a abalanzar ambas espadas sobre los cuerpos de los atacantes de la gitana. Bartolomeo no tardó mucho en observar el momento y apareció en el mismo lugar para ayudar a Barboza con su venganza. Finalmente, y después de una lucha de espadas, eliminaron a los asesinos. Casi, enseguida, el lobo de mar cayó de rodillas frente a la vieja mujer, esa que fue siempre su fiel amiga.

—Te pondremos a salvo —aseguró con la voz temblorosa.

La mujer levantó uno de sus brazos en busca de su pipa, el viejo lobo de mar, lo supo y le ayudó a colocarla en su boca, después ella dio una última inhalación, abrió grandes los ojos y se esforzó por decir sus últimas palabras.

—Denles muerte a esos malnacidos —expresó al tiempo que dejaba salir el humo de su boca para después morir.

Bartolomeo levantó la mirada hacia Barboza y negó con la cabeza para hacerle saber que ya no estaba con ellos, había muerto una sabia y fuerte pirata. El robusto pirata se puso de pie a como pudo, tomó la pipa ensangrentada de la mujer y la guardó en uno de sus bolsillos.

—La pondremos en la cabaña —agregó y continuó su camino trastabillando en la batalla. 

Barboza le miró con recelo, creyendo que la falta de concentración le haría falta; no obstante, aquel viejo terco no saldría del espectáculo bajo ninguna circunstancia. 

No tuvo más remedio que hacer lo mismo, no sin antes detenerse para mirar hacia el mar, buscó a sus barcos con desesperación, mas no encontró a ninguno.

«¿Dónde podrán estar?». Se preguntó mientras volvía su concentración a la arena de batalla, luego miró a Alejandro pelear contra un hombre robusto y enorme. Rápidamente, pensó en ayudarle, aun cuando tenía la pelea bajo control, logró derrotar a su oponente sin problemas a pesar de su tamaño o fuerza. Con la mirada sobre la victoriosa escena, se percató de un pirata que apuntaba la pistola en dirección de Alejandro.

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