Capítulo 11: Manifestación.

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—Ten cuidado.

Sonreí, ambas colgamos a la par y me gire un poco, aquel hombre que acompañaba a Matthew ya no estaba, el castaño miraba hacia la avenida perdiendo de vista al hombre.

Me enderece y baje la ventana del auto.

—¡Matt! —me miro de inmediato.

Pareció salir de su trance ya que asintió, cruzo la avenida cuando ningún auto pasaba, le dio la vuelta al coche y subió de piloto.

—Lamento la interrumpción —se disculpó mientras se colocaba el cinturón.

—No importa, ¿podemos ir al mall? —señalé la plaza que estaba a unas calles.

—¿Qué hay del recorrido? —arrugó su ceño.

—Podemos continuar mañana, mis padres saldrán de viaje esta noche —lo mire, apreciando su perfil, estaba centrado en conducir, ambas manos iban al volante y lo sostenía con firmeza—. A menos que tengas trabajo.

Negó.

—Preslie me dio un par de días —se encogió de hombros—, podemos posponerlo para mañana.

—Gracias, Matthew.

—¿Ya no soy Matt? —replicó con arrogancia, reí.

—No quería gritar tu nombre y que todos te miraran —aclaré con diversión—, alguien te hubiese reconocido y no estarías aquí ahora mismo.

El castaño ladeó su cabeza, asintió y me miro de reojo.

—¿Qué necesitan?

—Bloqueador y repelente, nada del otro mundo.

Saque del bolsillo de mi chamarra verde militar mi cartera gris, revise el interior, asegurándome de tener dinero suficiente.

—¿Tú necesitas algo? —pregunté cuando Matthew dirigió el auto hacia el estacionamiento, me quite el cinturón y lo mire.

—Te alcanzo en menos de diez —me guiño un ojo.

—Está bien.

Sonreí, abrí la puerta y baje del auto, cerrando la puerta con suavidad. Matthew se adentró al estacionamiento y yo ingresé al mall de la plaza.

Fui directo hacia el área de farmacia, revise los estantes en busca de algún bloqueador efectivo, mamá odiaba quemarse más de la cuenta, a papá no le importaba mucho.

Tomé dos envases de bloqueador, uno con extracto de perla y otro de granada. Revise otros bloqueadores, en particular sus funciones.

—Hey, hola.

Deje de analizar los bloqueadores cuando me llamaron, junto a mi estaba una chica de al menos unos dieciséis y pico de años.

Ni idea, no soy buena adivinando edades.

—Hola —respondí con una media sonrisa.

No me podía fiar incluso de una adolescente, el mundo es relativamente complicado.

—Una pregunta —giro su celular a mi, mostrándome la pantalla—, ¿eres ella?

Ahora estaba segura de que mi piel era color papel, la chica estaba en la cuenta de instagram de Matthew, con aquella foto de ambos en el corredor.

—N-no...yo no soy ella —recompuse con nervios—. Pero igual la envidio.

La chica aparto su celular, me analizó y asintió.

—Yo también —concordó—, aunque no tendría posibilidades, Matthew no saldría con alguien menor a él.

—Bueno, depende qué edad tengas —alce una ceja—, ¿qué edad tienes?

¡Hey, 60544!: EMISORA.EN EDICIÓN.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora