Capítulo 21. Y vivieron felices... (1)

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—¿Terminaste? —Preguntó ella, apilando la bolsa de telas con la de comida.

—Si. Aunque fue difícil deshacerme de varias personas.

—¿Por qué?, ¿Algo malo?

—¡No, no!, nada de qué preocuparse. Solo... me rogaron para quedarme a vivir aquí. —Dijo incomodo, bajando la mirada.

Asintió silenciosamente, viendo a Zen repetir su acción. Por su periferia capto las malas miradas centradas en ellos. —Mejor vámonos. —Le dijo, tomando su hombro. —No vayan a arrepentirse.

—Está bien. —Respondió Zen sonriendo débilmente, girándose a recoger las bolsas. —Cargare las más pesadas.

—Gracias Zen. —Dijo ella, tomando las bolsas ligeras y su compra de telas. —Eres tan caballeroso.

Las mejillas de Zen se tornaron rosadas, rio nervioso y subió las bolsas a sus hombros.

—Listo. Vamos Jieun.

—Si.

Ambos caminaron uno al lado del otro, sin mirar atrás o detenerse a recuperar el aliento.

Tenía que alejarse por el camino principal y después ingresar al bosque.

Evitarían ser seguidos, terminando con una emboscado exigiéndoles continuar proveyéndoles con los medicamentos.

No dudaba de la bondad, amabilidad y hospitalidad de las personas de ese pueblo, pero, cuando la necesidad puede más que la razón, es preferible la supervivencia a un corazón humano.

Cuando atravesaron la zona de árboles con las copas tan unidas que apenas se veía el cielo, Zen bajo las bolsas y las de ella, uniéndolas con una cuerda que extrajo de una de las otras bolsas con comida. Dio varias vueltas con las cuerdas, hasta atarlas con un fuerte nudo.

—Está listo. —Dijo Zen, sacudiéndose las palmas. —Ahora... —Unió las yemas de sus dedos formando un triángulo, recito palabras en un lenguaje desconocido, que a Jieun le parecía una combinación de inglés y coreano, por un momento creyó que escucharía a Zen hablar chino.

—"Nada es lo que parece en este mundo." —Pensó, mirando con absoluta maravilla, los torbellinos verdosos rodeando las bolsas, elevándolas por entre las copas de árboles, despareciendo.

Era una forma práctica y fascinante de manejar el transporte a falta de caballos y coches, aun cuando tuvieran demasiadas pertenencias.

Según Liver, para evitar señalamiento o explicaciones rebuscadas, aprovechaban el cobijo de las noches sin luna, descansaban durante el día, retomando el viaje hasta la última noche oscura, luego procedían a instalarse en lo que renovaban sus provisiones.

En el Imperio le llamarían magia o el obsequio de Vita a los pocos afortunados, lo cual distaba de ello, era una habilidad que solo Liver, Zen y Chang Xue poseían y jamás se vería en este Imperio o cualquier otro.

—Jieun. —Le llamó Zen, estirando la mano con sus mejillas enrojecidas. —Nuestro turno, si dejó que las bolsas aterricen solas, se estrellaran.

—¡Si! — Pasó ambos brazos por el cuello de Zen, apegándose a él y recargando la cabeza en el hueco entre su cuello y pecho.

En ese momento, Zen olvido respirar y que su mano seguía extendida, sintió que podía morir joven y feliz. Se tragó el grito de alegría mordiéndose la lengua, lentamente paso un brazo por la cintura de Jieun, dejando su mano despegada para unir las yemas de sus dedos con su otra mano, recitando las mismas palabras, atrajo el viento verdoso formando el tornado y elevándolos.

Sin amor - Ruta alterna CarseinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora