Pero tendría que dejar las reparaciones para su vuelta. Maddison se recogió el cabello en una coleta improvisada, se metió el pan en la boca y cogió el saco mientras abría la puerta de casa.
Las calles desiertas se sumían en el más absoluto silencio; solo se podía escuchar algún que otro murmuro tímido y las botas de Maddison golpeando el suelo. No olía a pan recién horneado ni a comida casera, aunque en secreto, ella soñaba cada noche con ello. En su lugar, el humo de las hogueras que habían calentado algún hogar, si así se podía llamar aquello, subían y se mezclaban con el aire, dejando un apestoso olor a madera quemada.
Avanzó por las calles de Sinx, su ciudad, en dirección a la frontera con Zerel; allí, en su corazón, se encontraba el mercado negro, bajo tierra y oculto de la guardia real.
Encontrar un oficio era toda una hazaña y el sueldo oscilaba entre ochenta y cien thoves, lo que no era mucho y apenas llegaba para alimentarse uno mismo. Cuatro años atrás, cuando Maddison había encontrado a Nico, las cosas se habían puesto realmente feas. Su trabajo como cazadora no daba para alimentar a dos bocas y menos, la de un pequeño hambriento de dos años sin familia.
Fueron tiempos difíciles, pero gracias a un conocido, Maddison pudo encontrar una manera de ganar un dinero extra: solo debía convertirse en una ladronzuela, y no le costó mucho aprender aquel arte. Al final, resultó tener talento y destreza para los pequeños robos; pronto aquella habilidad le dio mucho trabajo. Tanto, que finalmente, tuvo que tomar la decisión de dejar la caza para dedicarse plenamente a robar por y para otros.
Por supuesto, había mucha gente que conocía las entradas subterráneas. Pero como era de esperar, todo el mundo tenía un precio. Los sobornos eran algo habitual para quienes podían comprar el silencio.
Aquel estilo de vida, o estilo de supervivencia, como lo llamaba ella, tenía sus riesgos, pero le compensaba. A pesar de que su tripa siguiera rugiendo la mayor parte del tiempo, lograba alimentar a Nico, conseguir mantas para el crudo invierno, y la seguridad de dormir dentro de cuatro paredes. Tiempo después había conseguido hacerse con una pequeña casa en ruinas. Eran más que afortunados.
Al adentrarse en Zerel el clima ya había dado un cambio drástico y el calor quemaba la piel de Maddison como si fuese pleno verano. Los microclimas que se repartían por el territorio de Ethova eran un misterio hasta el momento. Los más viejos, hablaban de dioses y de puntos cardinales, como si aquello pudiese explicarse como una fantasía, con magia. Como era de esperar, Maddison era escéptica.
En cambio, por otro lado, los más jóvenes habían esparcido el rumor de que la tierra intentaba matarlos a toda costa. Cambio climático, lo llamaban; un término que decían haber descubierto en unos viejos manuscritos que habían aparecido misteriosamente y que pocos habían logrado ver. Tampoco la convencía.
«Rumores por doquier», opinaba. Ella no compartía ninguna de aquellas teorías; ni siquiera tenía una propia. No se detenía ni un segundo en pensar por qué sucedía. Había aprendido tiempo atrás que no se podía permitir aquel lujo. En cambio, exhausta y hambrienta, se centraba en sobrevivir y lograr que Nico creciera fuerte y sano.
Rodeó la costa una mañana más, con el jersey arremangado, hasta dar con la cueva de Zhit y observó, cautelosamente, que nadie la estuviera siguiendo. Luego, se adentró en la cueva y se dejó tragar por la negrura. Maddison volvió a tapiar la entrada subyacente y encendió una vela que portaba dentro de su saco.
Después de una caminata de poco más de veinte minutos, empezó a escuchar el bullicio y vislumbró, a lo lejos, la luz de las antorchas. Se estaba acercando. A pesar de que conocía la existencia de este lugar desde hacía ya cuatro años, no dejaba de sorprenderse de lo organizada que estaba la gente que lo frecuentaba. Desconocía hasta donde podía llegar aquella red de contrabando, pero no hacía demasiadas preguntas; mientras pudieran comprar lo que robaba para ellos y luego pudiese intercambiarlo por lo que necesitaba, poco le importaba.
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La ladrona y el cuervo [Completa✔️]
FantasyLa soledad, la supervivencia y la pobreza convirtieron a Maddison en una hábil ladronzuela capaz de realizar el más sutil, silencioso e inadvertido hurto. Ella no tiene apellido, título, ni padres y aun así consigue alimentar al pequeño Nico, el cua...
Capítulo I: Los primeros rumores
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