CAPÍTULO 52 - COMO LA PRIMERA

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—No es nada, se que es tu comida favorita y le pedí a Juli que te lo preparase para disculparme por tirarte al agua.

Camilo enrojeció un poco, no entendía que le pasaba, ni que fuese la primera vez que hablaba con él, pero por alguna razón se sentía nervioso y mas tímido de lo normal. Y eso Bruno lo notó.

—¿Estas bien?

—Si, si, so-so-solo estoy un poco nervioso.

—Oh, ¿y eso? —dijo Bruno rescatándose en el sillón cruzando las piernas.

—Es que te quiero pedir una cosa.

Bruno rodó los ojos e hizo una mueca mirando al techo.

—¿El que?

—Qui-qui-qu-qui-qui...

Bruno al ver que no arrancaba se echó hacia delante y levantó la mano.

—Eh... tranquilo... —dijo de forma suave y pausada —no pasa nada...

A Bruno le encantaba ver así al chico, nervioso, indefenso, vulnerable, en parte le recordaba a él, pero cuando Camilo se ponía así se volvía mucho mas adorable de lo que era de por sí.

Camilo tomó aire.

—¿Quieres tener una cita conmigo?

Bruno sintió que su corazón latía mas fuerte, Camilo lo miraba a los ojos, casi temblando con las mejillas rojas, apretando su ropa para no temblar, esperando una respuesta afirmativa.

—Oh... ¿una cita? —dijo Bruno fingiendo poco interés.

—S-sí.

Bruno lo miró volviendo a recostarse.

—No se... estoy algo ocupado...

Camilo se levantó apresurado y se arrodilló delante del hombre, esa era su única oportunidad.

—Por favor, tío Bruno —dijo suplicando.

Una sonrisa picara se escapó de los labios de Bruno, que miró de nuevo al chico e incorporándose en el asiento, le puso una mano en la cabeza y le revolvió los rizos.

—Esta bien, tendremos una cita.

La cara de Camilo se iluminó, una gran sonrisa apreció en su rostro, esto hizo que Bruno siéntense ganas de besarle, pero se contuvo.

—Muchas gracias... ¿Cuándo quieres que sea?

—Cuando quieras tu —dijo Bruno de forma pausada.

—¿Esta noche?

—Vale, ¿Dónde?

—Yo había pensado en ir al lago, ¿te parece bien?

—Me parece perfecto.

La cara de Camilo se iluminó más, todo estaba saliendo bien. Camilo se levantó.

—Vo-voy a preparar las cosas...

Bruno soltó una risita.

—¿Necesitas ayuda?

—N-no, lo quiero hacer yo solo.

—Vale, pero ten cuidado.

—Si —dijo el chico que no puedo evitar acercarse al hombre y darle un beso en la mejilla —gracias.

Y tras eso salió corriendo de la biblioteca, dejando a Bruno allí entado con la mano en la mejilla y algo rojo.

—Ay... este niño...

Camilo salió de la biblioteca y fue directo a la cocina, tenia claro que quería que saliese todo perfecto y la comida era importante. Entró en la concina, se quitó su ruana amarilla y se puso uno de los delanteros, mientras se anudaba un pañuelo en la cabeza.

—Veamos... primero lo de Bruno.

Camilo agarró el libro de Julieta y buscó recetas de café, hasta encontrar lo que buscaba.

—A ver, nata, café, gelatina y azúcar ¿tengo todo?

Camilo rebuscó por toda la cocina hasta encontrar todos los ingredientes y se puso a preparar la crema de café.

Minutos después, tenia un tarro lleno, que almacenó en una esquina para que enfriase para la noche y nadie los viese. Ahora era su turno, prepararía unas arepas.

—Em.... ¿Cómo se hacen unas arepas?... en el libro no viene...

Camilo pensó que debía ser una receta tan fácil que Julieta no le haría falta apuntarla, se maldijo por no haber prestado nunca atención cuando su tía las hacía.

—Jo...

—Anda, trae.

Bruno apareció detrás de él y agarró otro delantal, se quitó su ruana verde y la dejó sobre la del chico, se puso el delantal y se amarró el pelo en una coleta.

—Pero...

—¿Sabes hacerlo?

—No.

—Yo sí. ¿Me ayudas?

Camilo asintió y codo con codo se pusieron preparar la masa de las arepas, los dos disfrutaban de ese momento, prepararon arepas para los dos, se respiraba felicidad y paz entre ellos.

Pasaron parte la mañana cocinando, tonteando entre ellos. Dolores en un momento bajó y los vio jugando con la harina, se detuvo en la puerta y los contempló, realmente eran el uno para el otro. Si Camilo no fuese tan inmaduro, podrían ser incluso mas felices.

En el pueblo, Arturo se encontraba en el mostrador de su tienda, limpiaba un estante de espaldas a la puerta, cuando oyó la campana que indicaba que alguien había entrado.

—Buenos días —dijo Arturo acabando de limpiar y dándose la vuelta para sorprenderse un poco de la persona que había entrado.

Mariano se acercó al mostrador y pasó las manos sobre la mesa de forma un poco brusca. Arturo se echó un poco hacia atrás debido a la brusquedad del hombre.

—A ti quería verte —dijo Mariano serio y mirando finamente al chico de piel oscura.

El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora