Capítulo 7. Tragedia en Grdelica

Comenzar desde el principio
                                    

(PoV de Arisha)
12 de abril

12:30 de la tarde

Aún no me creía lo que me había contado Vuk, ni aún después de haberlo visto yo misma en las noticias de última hora. Mientras me ponía mi uniforme militar, la presentadora iba dando más detalles, y cada vez sentía que me hervía más la sangre en las venas, hasta que decidí apagar la televisión, porque pensé que si no iba a acabar rompiéndola de un manotazo. No me lo creía, pero no me sorprendía. Aquel ataque tenía a Alfred Jones escrito por todos lados.

Me puse mi bufanda, salí de casa, y, según me dirigía a la base de Rostov para coger mi avión e irme a casa de Athene. Cogí mi bolso y salí de casa, tras cerrar la puerta. Me fui a la base de Rostov para coger mi avión. Llegué a la base de Larissa a la hora de comer. Athene me recibió. Ella también iba vestida con su uniforme militar, y estaba bastante enfadada.

—Me acaba de llamar María —me comentó, mientras nos dirigíamos al restaurante a comer.— Me ha dicho que ella se acaba de enterar del ataque por las noticias. Estaba muy enfadada.

—Esto tiene Alfred Jones escrito por todos lados —dije entonces, entre dientes, tras un resoplido de indignación.

Nai, sin lugar a dudas. Le he llamado para decirle cuatro palabritas, pero las cinco veces me ha saltado el contestador —Athene se echó la coleta a un lado, con un gesto de indignación.— No tiene vergüenza alguna.

—Darle a alguien en medio de un alto el fuego. Y yo pensaba que Jones no podía caer más bajo...

05:30 de la tarde

Después de comer, Athene y yo nos metimos en el coche, y decidimos ir a reunirnos con Vuk a Grdelica, donde había quedado con mi hermano que nos reuniríamos. Nos habíamos retrasado por culpa de un grupo de soldados británicos que nos habían retenido en la frontera con Macedonia, entre los que estaba Emily. Athene se bajó del coche, y le soltó una bronca descomunal sobre el derecho humanitario y al final creo que la inglesa sólo nos dejó pasar porque terminó aburrida. Cuando Athene volvió a meterse en el coche, estaba de peor humor que antes, pero respiró hondo y consiguió tranquilizarse.

—Atteberry sólo es menos irritante que Jones, pero es exactamente igual de sinvergüenza que él —comentó Athene, volviendo a arrancar el coche. 

Continuamos el viaje en silencio. No dejaba de mirar mi radar de bolsillo, vigilando que no hubiera aviones de la OTAN cerca. Ya quedaba claro de que para Jones cualquier cosa que se moviera en tierra era un blanco digno para disparar, ya fuera civil o militar.

—Estamos a diez minutos de Grdelica, Arisha —me informó Athene.

—Estupendo —respondí. Eché una rápida ojeada al radar.— Coge una carretera secundaria, aunque sea más larga —le sugerí.— Veo aviones encima nuestro, podrían ser de la OTAN.

Athene se detuvo un momento a observar mi radar, y luego, tomó un desvío que también llevaba a la ciudad.

06:35 de la tarde, llegada a Grdelica

El panorama, al lado del río, era desolador. Ya lo había visto por televisión, brevemente, pero en persona era aún peor. Había gente corriendo de un lado a otro, intentando ayudar a los supervivientes, ambulancias que salían en dirección al hospital y que venían con más medios, los bomberos ayudando a buscar los cuerpos de los fallecidos, madres y niños llorando. El puente y el tren estaban destrozados, y por el río corrían manchas de sangre y gasolina.

—Por la radio sonaba menos terrorífico ... —comentó Athene, mirando a su alrededor, enfadada y triste.— Vamos, no hay tiempo que perder.

Athene y yo nos dirigimos al río, a ayudar a un grupo de bomberos serbios, mientras los demás miembros del equipo iban a ayudar a los médicos. Había piezas de metal y acero tiradas por todas partes, combustible que resbalaba por el puente, destrozado, procedente del tren. No parecía que cerca hubiese también restos de las víctimas mortales. El mero pensamiento de encontrarme un cadáver me hizo palidecer.

1999: El Fin del MilenioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora