46 | Presentaciones

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—No. No lo hicimos.

—La realidad es ésa; yo te dejé libre y no es como si hubiésemos tenido un contrato de exclusividad... Además, lo que ocurrió con el doctor Donovan fue en ese lapso de tiempo en el que tú y yo nos perdimos.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto, sin entender bien a lo que se refiere.

Él me sonríe y solo entonces, me doy cuenta de la pequeña cajita de terciopelo que tiene entre sus manos. —Ésta vez, quiero hacer las cosas bien, Artemisa —dice, tirando de uno de los lados del listón que cubre la pequeña caja—. Quiero que definamos esto que está pasando entre los dos.

Cuando abre la caja de terciopelo, un hermoso collar con el dije de un arco con una flecha aparece reluciente, adornado con pequeños diamantitos. —Braxton...

—Me temo que nunca antes hice ésta pregunta y tampoco quiero dar por sentado que sabes lo que estoy tratando de decirte; así que... Artemisa Graham, seamos exclusivos, ésta vez sin contratos de por medio, solo sé mía. Quiero que seas mi sumisa y mi amiga también.

No son las palabras que esperaba escuchar, pero por el momento, me conformaré con ellas, porque eso significa que él puede irse abriendo a mí poco a poco y que en un futuro, me permitirá cuidar y atesorar su corazón.

Con el corazón a punto de estallarme, me lanzo a él y beso sus labios antes de fundirnos en un beso. —Sí. Acepto —digo en respuesta.

Braxton me sonríe y con esa expresión que no le había visto desde que recuperé la vista, me coloca el precioso collar y después de eso, me toma en brazos para llevarme a la cama, donde me folla de una manera que me provoca sensaciones indescriptibles.

🌈💐

El olor a sexo inunda la habitación. Estoy agotada física y mentalmente, tanto que apenas puedo mantener mi peso y, de no ser por las cuerdas que me mantienen suspendida a escasos centímetros del piso, ya me hubiese fundido en él.

Los nudos se incrustan en mis muslos y brazos, pero es un dolor que envía placer a cada una de mis terminaciones nerviosas; mantengo los brazos parcialmente extendidos, sosteniendo unas charolas con unas copas de vino y tres latas de cerveza en cada charola mientras permanezco acuclillada con las piernas ampliamente abiertas a cusa de las cuerdas y un vibrador haciendo cosas placenteras en mi sexo.

Mierda... carajo... —exclamo, cerrando los ojos cuando siento que se acerca el orgasmo, pero, tan pronto como mi boca se curva en una mueca de placer, un dolor punzante se incrusta en mi pubis y el orgasmo desaparece.

Cuando abro los ojos, me encuentro con la expresión burlona de Braxton, quien sostiene una varita de electroestimulación. —Creo que aún falta para pulir bien ese vocabulario que tienes —dice, sin dejar de sonreír—. Dije que no quería que hablaras, ¿lo olvidaste?

Niego con la cabeza. —N... no... perdón, Amo —digo, con los dientes apretados.

—Lo quieres, ¿cierto? —cuestiona, arrodillándose frente a mí y colocando su mano sobre mi barbilla haciendo que lo mire—. Ruégame. Suplícame que te deje acabar.

Tiene un pedazo de cuerda envuelta en su muñeca y tira de ella, provocando que mis piernas se abran un poco más y que el agarre en mi cuello incremente al mismo tiempo.

—Debes ser educada y hacer lo que te digo, kitty milis [dulce gatita], porque no quiero hacerte daño —dice, todavía tirando de la cuerda.

De repente, su boca está sobre la mía, exigiendo un beso que se vuelve crudo; mordisquea mis labios tanto que puedo sentir el sabor de la sangre en mi paladar. Está siendo duro, dejando muy en claro su demanda; quiere mi sumisión, aún sabiendo que ya la tiene, porque hace mucho que le cedí el control de mi cuerpo y de cada una de mis terminaciones.

ARTEMISA©  | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora