El pecho de Hoseok dolió al escuchar sus palabras.

—¿Qué sucedió con él?

Jungkook lo miro, con una expresión que Hoseok había visto en un joven muchacho hace ya algunos años, años agridulces dónde amaba y hubiera hecho lo que sea por aquellos brillantes ojos oscuros, pero ahora era diferente. Jungkook hablo con facilidad, desde aquel dia que lo conoció, desde el primer día en que Jimin había sido cambiado de salón, desde su colapso, el como su pequeño cuerpo se había debilitado y ahora en un hospital tenía un diagnóstico que era otorgado como sentencia de muerte.

Hoseok sabia que algo como lo que Jungkook decía era serio, entendía la gravedad del asunto pues en carne propia había sufrido el dolor de un lazo roto.

—El doctor dice que necesita a un omega que al menos tenga un aroma similar, uno como el que Jimin reconoció en ti.

—Eso no es posible.

—Lo es. La ex niñera de Jimin me lo contó todo. Jimin por alguna razón reconoce tú aroma como algo materno y el doctor asegura que aquello da más posibilidades de que tú seas compatible. El aroma del omega que ayudaría a su recuperación y soportar el tratamiento eres tú. Al menos eres la unica posible y rápida por ahora. Yo...se lo que te hice, pero no miento cuando te digo que necesito tu ayuda para salvar la vida de mi hijo.

Hoseok podía simplemente desaparecer, talvez negarse. Tenía razones para hacerlo.

Hace solo unas semanas cuando cambiaron de salón a Jimin se recordó su lugar. El solo era el maestro, un completo desconocido en realidad. Sentir ese afecto estaba mal, pero al ver nuevamente esa mirada y escuchar esa voz sabía la razón de todo lo que Jimin despertaba en él. Una razón tan natural, tan sencilla que incluso respondía a aquella opresión en su pecho.

Aunque lo negara, aunque le doliera y odiara con todo su ser su omega aún recordaba a Jungkook como su destinado.

—Necesito verlo.

Seokjin se veía molesto, Hoseok se dirigió a él como si pidiera un permiso que claramente no tenía el derecho a negarle. Era su decisión el aceptar o negarse.

** **


El camino al hospital fue silencioso, Seokjin había insistido en que sería él que lo llevaría mientras que Jungkook los guiaría desde otro coche. Fue un camino largo y silencioso hasta llegar al lugar. Cuando finalmente entraron Jungkook los llevo a la habitación, una alejada del resto de colores brillantes del área infantil, lejos del ruido y las personas, una alejada del resto dónde una puerta blanca finalmente fue abierta.

La imagen no fue nada que hubiera imaginado para un niño tan pequeño. Entre paredes blancas la luz de la ventana a penas iluminaba la camilla dónde Jimin descansaba conectado una máquina que detectaba los leves latidos de su corazón, con agujas en sus delgados brazos se veía frágil, tan diferente que el color de sus mejillas era débil y su piel tan pálida que parecía que toda luz en él había sido borrada.

Hoseok se acerco lentamente, temiendo despertarlo. No funcionó.

Jimin se movió, abrió los ojos y lo vio.

—¿Mami?

Hoseok miro hacia atrás, hacia Seokjin que se mantenía sereno e inmobil desde la puerta y después a Jungkook que rápidamente corrio a un costado de su hijo.

—Hijo —dijo él con aquella voz dulce, serena y llena de preocupación—. Estoy aquí. Papá está aquí cariño. ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? ¿No, no te duele?

—Mami está aquí...  —Jimin no escucho a su padre, su mirada solo estaba dirigida a Hoseok y mano extendía hacia él.

Jungkook lo miro y este finalmente termino de acercarse hasta llegar a ellos.  Jimin tomo su mano, un tacto frío que estremeció su cuerpo.

Una familia de mentira [Junghope]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora