37: La calma que antecede al huracán

Comenzar desde el principio
                                    

—Ambos nos consideramos romanos, señor —dijo Alair, pero el Legatus no pareció escucharlo.

—Tengo la ciudadanía romana —expresó Alejandro finalmente, entendiendo que debía aligerar la situación si no quería problemas mayores.

El Legatus sonrió, pero se podía captar una leve ironía en la misma.

—Ser romano es un sentimiento, una forma de ver la vida; tener una ciudadanía no te hace romano —sentenció el Legatus, pero luego su tono volvió a cambiar—. Lo han hecho muy bien hoy, hemos vencido a los nubios y protegido el territorio. Así que vuelvan al cuartel a descansar o pasen por el sector médico si tienen heridas que deben ser atendidas; yo seguiré con el recorrido —finalizó el hombre antes de voltear y continuar buscando más hombres caídos.

Los dos amigos se quedaron en silencio los siguientes minutos, todo había pasado tan rápido. Durante las primeras horas del nuevo día, cuando el sol todavía no iluminaba, habían sido notificados que un ejército considerable de rebeldes nubios estaban ingresando a la provincia romana de Egipto por el norte. La legión III era la más cercana, así que se habían preparado rapidísimo y se dirigieron a enfrentarlos y detenerlos, el encuentro y la posterior batalla se había dado a orillas del Lago Mariout, muy cerca de Alejandría. Finalmente, la Legión III de Cyrenaica había obtenido la victoria, pero el precio había sido muy alto para Alejandro.

—¿Estás loco? —preguntó Alair apenas había desaparecido el otro hombre—. ¿Cómo vas a contestarle así al Legatus? ¿Quieres que te cataloguen como un traidor? Cuando estuvimos en el campamento de entrenamiento la pasaste bastante mal cuando todos se enteraron quienes eran tus padres, ¿quieres que aquí sea igual?

Alejandro miró a su amigo y apretó los puños, no, realmente no quería volver a pasar por todo esto. Ser tratado como una escoria, enfrentar burlas y maltratos todos los días había sido terrible, aunque intentó demostrar que no le afectaba. Tenía la oportunidad de empezar de cero y hacer una carrera sin cargar con los errores de sus padres, no podía desperdiciarla.

—Sé qué cometí un error, pero no puedo permanecer imperturbable ante esto —dijo el egipcio, mientras señalaba con la mano toda la masacre que se extendía ante ellos.

—La guerra es horrible y al convertirte en legionario firmaste la inscripción para enfrentarte a esto de por vida. Pensé que ya lo sabías —pronunció Alair.

—Sé que la guerra es horrible, solo que... que no pensé que sería tanto —susurró la parte final con dudas—. No puedo cerrar los ojos ante esta masacre —finalizó con desesperación.

Alair contempló la próxima elección de palabras que saldrían de su boca, él no era insensible, pero sabía que no había que pensar demasiado en esto. La vida se trataba de salvar tu vida cueste lo que cueste y mucho más cuando se era legionario. No se podía ver al enemigo como una persona, ya que ahí uno entraba a dudar, así que aunque sonara cruel, al contrario había que verlo como un enemigo que venía a asesinarte y nada más, sino el que moriría serías tú. Alejandro debía comprender eso rápidamente, sino caería en un espiral donde no hallaría una salida, aunque podía observar que la parte racional de su amigo lo comprendía, pero no su parte sentimental.

—Fuiste parte de esta masacre —aclaró Alair—. No dejes que esto te consuma, sino serás tú quien pinte de rojo el suelo en la próxima batalla —expresó —Despierta Alejandro, si quieres salvarte y salvar a tu hermana, tendrás que eliminar a todos los que se interpongan en tu camino, aunque sean buenos o malos porque ellos no dudarán en hacerlo y tu sueño de libertad se esfumará entre gritos de dolor —terminó el otro, luego se marchó hacia el cuartel para descansar.

Alejandro miró una vez más la escena grotesca que permanecía frente a sus ojos y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, no sabía si podría. ¿Realmente sería capaz de hacer cualquier cosa para lograr lo que quería, incluso perder su propia humanidad?. Si lo hacía, ¿al final no sería igual que los monstruos que le arruinaron la vida?

LA ÚLTIMA CLEOPATRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora