— Ni se te ocurra hacer una locura Jeon Jungkook porque te juro que no vuelves a salir de la cárcel en toda tu jodida vida.

Jungkook se quedó estupefacto, había agotado la paciencia del policía, eso le divertía.

— ¡Entonces cambia esas canciones! No puedo evitarlo si tú mismo me pones en ambiente.

El castaño entrecerró sus ojos y suspiró para volver a su postura, haciendo caso apagó el estéreo y retomó el camino en silencio hasta Cheongsong-gun. No faltaba mucho.

—Creí que iríamos a Busan. — habló hasta que el auto se detuvo en un parquímetro y tanto Jimin como los otros dos policías empezaron a quitarse el cinturón de seguridad.

— Nos tomaría las doce horas ir y regresar desde Busan. Además, Cheongsong-gun fue el límite en el permiso, hay suficiente aquí para que disfrutes de tu no merecido día afuera.

— Oh vamos ¡Te dije todo lo que querías!

— Casi no sales por haber golpeado a Yoongi. Sabes que no te haz portado bien.

— Eso no tiene nada que ver contigo o lo que me merezco por haberte contado lo que necesitabas.

Volvió a girar su cuerpo para encararlo.

— Tu magnífica infancia y adolescencia no es lo que necesitaba.

— ¿Querías caos? — alzó una ceja mostrando seriedad en sus expresiones. — ¿Traumas? ¿Golpes? ¿Insultos? ¿Padres ausentes? — poco a poco iba aproximándose al castaño, éste retrocedía también. —  ¿Abusos? ¿Personas muertas? ¿Violencia?

— Eso es lo que necesito para que confirmen mi teoría. — susurró. — Tienes un modus operandi como los otros reclusos que entrevisté, pero tu vida antes de los asesinatos no coincide con-

Y Jeon sonrió por fin, dejando caer su cuerpo hacia atrás hasta que su espalda chocara con el asiento del auto, demostró que le había restado interés a lo que el policía decía y obligándole a callarse de golpe.

— No soy como ellos. Y tampoco voy a darte lo que quieres. — lo miró de arriba a abajo, examinando su cuerpo o al menos lo que la postura del castaño le permitía ver. Jimin fingió no temblar cuando Jeon se mordió el labio con una sonrisa. — Al menos no lo que implique perjudicarme.

Cerró los ojos con fuerza, intentando concentrarse y no caer ante el juego de Jungkook. Uno de los policías carraspeó, sacándolo de su concentración en su mente y cuerpo.

— ¿Salimos ahora?

Sólo asintió para dar la orden

El pelinegro salió del auto siendo ayudado por los policías, las cadenas en sus tobillos hacían que sus pasos fueran torpes y cortos, el estar esposado también de las manos no ayudaba a que mantuviera el equilibrio para salir por su cuenta. Jimin lo miró a los ojos desde su altura, fueron largos segundos donde sólo se sentía como si estuvieran ellos dos y lo único que pudieran ver fueran los ojos del otro. Incluso los dos uniformados vieron hacia otro lado incómodos.

— Dijiste que lo golpeaste por mí. Así que sí tiene que ver conmigo y con lo poco que te mereces esto, dejando de lado el que todo lo que me haz dicho son mentiras.

Empezó a caminar por la poco transcurrida calle, indicando a ambos policías que escoltaran en todo momento a Jungkook. El pelinegro suspiró e hizo una mueca antes de empezar a caminar detrás de Jimin.

— ¿Porqué sigues creyendo eso? ¿Eh? Te he dicho la verdad desde el principio, no veo el motivo para mentir sobre mi vida. ¿No sería más coherente el mentir sobre mis crímenes?

El castaño se detuvo de inmediato, sorprendiendo los pasos de las tres personas que caminaban detrás de él, se volvió hacia Jeon y le encaró. No sé veía contento.

— Ambos sabemos que ese es otro tema. Y sólo lo sé, sé que mientes. — enterró su dedo índice en el pecho del más alto, señalando lo, juzgando lo. — Alguien como tú no pudo haber tenido una vida tan perfecta y sin desgracias o traumas.

Jeon le sonrió.

— En serio estás tan clavado en tus estúpidos patrones que no te deja ver otras posibilidades. — se inclinó hacia el frente, casi pegando su frente contra la del policía y susurrando lo último que diría. — Un asesino no tiene que haber tenido una vida trágica, tal vez sólo tienen el deseo de ver sufrir, de liberar, de matar. Yo podría ser uno de esos.

Reincorporó su postura y siguió caminando pasando a un lado de Jimin, quien se había quedado estático. Jungkook podía tener razón, tal vez sólo estaba haciendo tontas especulaciones sobre alguien que realmente no conocía, sin embargo, iba a ser difícil quitar esa espina de la duda.

Estuvieron caminando por largo rato, las personas alrededor miraban las cadenas que lo privaban de la libertad y algunos susurraban entre ellos. Jeon Jungkook paseaba por las calles como si de un peligroso tigre en exhibición se tratara, tranquilo, lento, seguro, imponente y con toda la atención sobre él. Era como una fiera al asecho que era controlada por sus cuidadores y cadenas, que alguna vez antes de que lo atraparan, estuvo de casería en su propia naturaleza.

La confianza con la que Jungkook caminaba era realmente atractiva, no parecía importarle todas las miradas que iban directo a él, todos los susurros y el que algunos sacaran sus teléfonos para retratar el momento en el que un criminal caminaba por las calles. Su cabeza en alto y mirada oscura, los labios levemente curvados en una sonrisa y la caminata altanera, era algo que nadie podría ignorar. Muchas mujeres parecían no temerle, actuaban flechadas ante el hombre guapo y joven, fuerte y varonil, seguro de si mismo y coqueto. Jimin era consiente de eso, pero le generaba un feo sentimiento en el estómago, uno que conocía y se negaba a que Jeon lo provocara.

De pronto se encontraron con una anciana que cargaba varios pares de bolsas con mandados, iba en dirección contraria a la de ellos. Jeon pareció reaccionar ante ella, Jimin lo notó.

— ¿Señora Cho?

La mujer alzó su cansada vista y la mera felicidad se reflejó en su rostro al encontrarse con el criminal.

— ¿Jungkook-ie? ¡Oh por Dios! — la mujer dejó sus compras en el piso y caminó apresuradamente los pasos que la alejaban de Jeon hasta rodearlo con sus brazos en un cálido abrazo. Jungkook quiso corresponderle pero las esposas se lo impedían, luego de unos momentos, la anciana se separó y lo tomó de los brazos para verlo a los ojos. Como si no creyera que de verdad estaba frente a ella. — ¿Ya saliste? ¡Te hemos extrañado tanto!

El pelinegro negó con una sonrisa.

— Me gané un día afuera, no creí verla. Pero me da mucho gusto.

— Ay muchacho. Mi nieta y yo hemos querido ir a verte, pero ya ves que no tenemos auto y los taxis nos cobraría lo de dos meses de comida.

— No se preocupe. ¿Aún tiene su restaurante?

— ¡Claro que sí! Me dirigía para allá. Vamos a comer ¡Yo invito!

El criminal dirigió sus ojos hacia Jimin, y con sólo una mirada, el policía supo lo que le quería decir.

En la mente de Jeon | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora