—Señor, el arma de su hija—habla uno de los hombres y puedo visualizar mi arma.

—¿Cómo es que ellos tienen tu arma, Tasha? —inquiere mi padre, extrañado.

—No me dejaban meterla, y me la han sacado para que pudiera entrar—argumento escondiendo mi cara en su cuello.

—Era solo por su seguridad, señor. No queríamos arriesgarlos de alguna manera, nunca hemos visto a su hija y no podíamos dejarla entrar con un arma así sin más—explica otro de los hombres manteniéndose erguidos frente a mi padre que seguramente se veía bastante raro llevando en brazos a una persona de veinticinco años como si fuera un bebé.

—Lo entiendo, solo hicieron su trabajo—replica el ministro asintiendo con la cabeza mientras que Alisha toma mi arma y se la guarda detrás de la cintura.

Le despejan el paso y camina hasta el elevador, para segundos después salir del complejo. Connor estaba esperando por nosotros en el coche, por lo que, al vernos, al instante se bajó de este para abrirnos la puerta. Mi padre me deposita en el asiento trasero del coche para luego pasar a ubicarse en el asiento del copiloto, mientras que Alisha se adentra al coche para sentarse a mi lado.

—¿A la mansión? —inquiere el chofer.

—Si—responde el ministro y por más que dé tenga ganas de ir a mi departamento no refuto, porque no creo tener la energía suficiente como para discutir en estos momentos.

Cierro los ojos y minutos después los abro al sentir que aparcan el coche, me muevo intentando abrir la puerta y lo logro, al darme cuenta de que ya no me encuentro tan mareada como antes me aventuro a bajar del coche, para erguirme.

—¿Puedes? —pregunta mi padre.

—Si—afirmo para caminar lentamente hasta el interior de la mansión.

—Alisha te ha traído ropa de tu departamento, está en tu habitación—habla el ministro a mis espaldas.

—Bien—es lo único que digo para dirigirme hasta las escaleras y subir hasta mi antigua habitación, que se encuentra bastante ordenada y limpia como de costumbre, con todos mis juguetes y recuerdos de la infancia.

Nunca han sido capaces de quitarlos.

La necesidad de darme una ducha me llama, pero el sueño me vence y no hago más que tirarme a la cama, para caer en brazos de Morfeo.

***

Abro los ojos intentando acostumbrarme a la claridad de mi antigua habitación y lo primero que hago es fijarme en la hora.

¡Eran las 12 del medio día! ¡Joder!

¿Cómo es que nadie ha sido capaz de despertarme?

Me levanto de la cama de un sopetón y ya no noto ningún tipo de mareo.

Genial.

Visualizo la ropa que me ha traído Alisha del departamento y la tomo para rápidamente adentrarme al cuarto de baño.

Me doy una ducha rápida y me lavo el cabello, para salir del cuarto para vestirme con lo que me trajo mi hermana menor, que consistía en unos jeans rectos con un sweater y unas zapatillas blancas. Era ropa bastante cómoda, y me encantaba.

Me seco el cabello con un pequeño secador y me lo peino, dejándolo suelto para salir de mi habitación. Bajo por las escaleras a trote para encontrarme con Anne, la ama de llaves.

—Buenos días, señorita ¿Va a querer algo para desayunar, o le servimos el almuerzo directamente?

—¿Podrias prepararme un sándwich? No creo que me de el tiempo para comer algo más elaborado, debo ir a ver a Ros...—no puedo terminar la oración ya que soy interrumpida por Anne.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora