—Y crees que yo puedo ser su novio —termino y él asiente.

—Sí, tú puedes serlo. Eres bueno conmigo y me llevas a pasear con mamá, le diste un trabajo y una camioneta y ella se ríe mucho contigo. —Baja el control de nuevo, girando la cabeza para mirarme—. Con papá no reía, solo peleaban.

La tristeza con la que dice la última frase, me aprieta el corazón.

No es justo que un niño vea a sus padres pelear, y con esto no quiere decir que se lo reproche a Dawn, hay situaciones en la vida que no podemos evitar y hay errores que nos persiguen. Dawn era joven ‒aún lo es‒ cuando tuvo a Ryder y se pasaba la mayoría del tiempo trabajando para mantenerse junto con el niño. Hizo lo que pudo.

Entonces, ¿a quién le echo la culpa? Al padre. No hace falta ser un genio o leer mentes para saber que ese imbécil no hizo nada por ayudarla.

Quiero golpearlo, en serio lo hago.

—Tendrías que preguntarle a tu mamá antes, ¿no crees?

Frunce el ceño.

—¿Qué tengo que preguntarle a mamá?

—Si quiere un novio.

Ryder frunce los labios y aparta la mirada hacia el suelo, pensativo. Pasan unos segundos hasta que niega.

—No, quiero darle una sorpresa.

Bueno, lo intenté, y no creo que Dawn se moleste. Al fin y al cabo, lo que cuenta es la intención.

—Eres un buen chico.

Estiro la mano y alboroto su cabello, molestándolo.

—¡Oye! —grita—. Mamá me peinó.

Me sacudo en silencio en una risa silenciosa.

—Yo puedo peinarte de nuevo.

—No —se niega, enfurruñado.

Me encanta este niño incluso más que su propia madre, y ya eso es mucho decir.

—Vamos, yo puedo peinarte mejor que tu mamá —insisto, clavando mi dedo en su costado y él se tuerce mientras ríe.

—¡Claro que no! —chilla entre risas—. Tú no sabes peinarte, estás siempre despeinado.

Pongo el control a un lado y le hago cosquillas con ambas manos. Ryder ríe a carcajadas, suplicando que pare, pero no lo hago.

—Con que no sé peinarme —murmuro, moviendo mis dedos sobre sus costillas—. Ya verás que vas a querer peinarte como yo.

—¡No lo haré! —exclama, retorciéndose en el sofá.

—Sí que lo harás.

Así nos encuentra Dawn cuando vuelve con comida china. Había salido a comprar comida y nos dejó solos jugando videojuegos. Ni Ry ni yo quisimos acompañarla porque estábamos metidos en la partida.

—¡Mami, sálvame! —grita Ryder al verla y ella rueda los ojos—. ¡No me dejes morir, mami!

—Eres un dramático —es la respuesta de Dawn, que deja la comida en la barra de desayuno y se aproxima a nosotros—. ¿Piensas matar a mi hijo con cosquillas, Ryan?

Me detengo, dejando a Ryder respirar y mirando a Dawn.

—Solo quería dejar claro un punto.

Una de sus cejas se levanta.

—¿Y las cosquillas era la mejor forma de hacerlo?

Asiento.

—Así es.

Ámame | The Scene 1.5.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora