𝐒𝐆 ✩ "Perdí la razón y la compostura desde que compartimos miradas, Alessandra".
Donde una pelirroja de ojos heterocromicos especiales y superpoderes inimaginables, es condenada a reevivir su adolescencia cuando una misión secreta sale mal.
Sin im...
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AMBOS ADOLESCENTES bajaron las escaleras cuando llegó la hora acordada, encontrándose con Allison y Lila, quienes al parecer, estaban tomando un trago.
—Bajemos —ordenó el pelinegro, siguiendo a Alessandra al darse cuenta de que ella no se había detenido en ningún momento, pues seguía bastante enfadada con la morena.
Al llegar, la pelirroja se puso al lado de Sloane, esperando sus indicaciones.
—¿Cómo empezamos? —cuestionó Viktor, quien ya había bajado.
—¿Alguna vez movieron un avispero? —preguntó Sloane, guiando a su hermana por los hombros hasta detenerse a la izquierda de Lila.
—No, porque es algo raro —contestó la rubia—. No puedes agarrarlo y ya.
—Debes mantenerlo en calma, rodearlo con una caja —continuó la castaña—, y luego lo atrapas.
Christopher habló, haciendo que la menor asintiera, el tiempo había acabado.
Sloane activó su poder, elevándose ante la concentración que estaba ejerciendo.
—Un agujero negro vibra a otro ritmo —informó Fei—. No dejen que se aceleren o cambien o todo explotará.
—No agitar el avispero. Entendido.
Viktor hizo lo mismo que la castaña, provocando que una especie de energía azul rodeara el Kugelblitz.
—Lila, cuando estés lista, haz lo mismo que él —indicó la chica Sparrow.
La mujer ni siquiera lo dudó, imitando sus acciones.
—¿Qué están haciendo? —la voz de Luther se escuchó a la distancia.
—Usa su gravedad para condensarlo —le respondió Ben.
—Ahora, Alessandra —la chica la miró—. Quiero que hagas un escudo a su alrededor, ¿puedes hacer eso?
La pelirroja asintió sin problema, levantando sus dos manos para crearlo del tamaño que necesitaban.
—¿Es asombroso, no?
Los demás miembros de ambas academias las observaban con atención, esperando en su interior que funcionara.
Pero de un momento a otro, alguien nuevo se presentó, aunque las cuatro personas al medio del sótano no pudieron saber de inmediato de quién se trataba.
—No me dijeron que construirían una prisión para Dios —era Grace.
—¿Mamá? —Diego la miraba confundido.
—No tienen derecho a hacer eso.
—Estamos un poco ocupados —habló Ben con fastidio.
—¿Qué sucede? —preguntó Alessandra con preocupación, queriendo verla.
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Cinco dirigió la mirada hacía su chica, negando con la cabeza levemente.
—Tranquila, solo concéntrate.
La adolescente lo observó con desconfianza, asintiendo y mirando a Sloane, quien intentaba que el Kugelblitz se hiciera más pequeño.
—El día de la venganza está en mi corazón...
—¿De qué estás hablando?
El grandote avanzó hasta quedar a unos pasos de Diego.
—... y el año de mi redención ha llegado.
De repente, un intenso fuego se hizo presente, provocando que todo se saliera de control.
—¡Continúen! —exclamó la pelirroja, notando como se desconcentraban—. ¡Yo nos protejo!
La chica miró de reojo la situación a sus espaldas, queriendo localizar a Cinco. Sus hermanos y los umbrella se cubrían con lo que podían, evitando ser quemados.
—¡Mamá! Soy yo, Diego, no queremos hacerte daño —escuchó al chico a unos metros de ella, pero no pudo verlo.
—¿Y Número Cinco? —preguntó Alessandra al oír que Grace ya no estaba.
—¡Se la llevó! —le informó Luther, haciendo que ella hiciera una mueca.
Por otro lado, Sloane había logrado reducir el Kugelblitz.
—Christopher, ¡ahora!
El cubo comenzó a dividirse en varias partes, dejando a la vista su interior; y con mucho cuidado, fue acercándose a la bola de fuego.
La menor dejó de usar su escudo, retrocediendo lentamente; sintiendo como a su vez una mano bastante familiar rodeaba la suya.
Su hermano juntó su "cuerpo", encerrando al desastre con el.
Todos se pusieron detrás de sus hermanos, quienes quitaron sus poderes al instante.
—¿Funcionó? —cuestionó el adolescente.
—Próxima onda Kugel en tres, dos, uno...
Se quedaron inmóviles en su lugar, esperando lo peor, pero para la suerte de todos, nada ocurrió.
Al parecer, se habían salvado.
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Ben destapó la champaña con agilidad, sirviéndole a Diego mientras bailaban.
Habían sobrevivido, y no podían estar más felices por ello; los restantes de ambas academias bailaban con alegría, conviviendo y disfrutando el momento.
Cinco por otro lado, le extendió una de las copas que traía consigo a la pelirroja, la cual aceptó agradecida.
—Muchas gracias, pantaloncillos —la chica bebió, mirando al pelinegro con felicidad—. Pero no nos quedemos aquí, hay que bailar.