Al principio, Candy dudó en hacerle la petición, le daba vergüenza hablarle después de... de aquello, además, su suegra ahora tenía... otra responsabilidad, sin embargo, la dama Baker, aduciendo que nada le hacía más feliz que tener a Evan por unas horas, aceptó gustosa.
Eleonor abrió la puerta al ver a su nuera atravesando el jardín, la recibió con una sonrisa, invitando a ésta a pasar de inmediato.
— ¡Mira lo que hice! — La mujer tomó a Candy por la muñeca, llevándola hasta la mesa del comedor, radiante al mostrar su creación: un precioso pastel cubierto de crema blanca con letras azules que decían "Evan" — ¡Yo lo preparé!
— ¡Oh Eleonor! ¡No debió molestarse! — Tras su exclamación, Candy la abrazó, conteniendo las lágrimas que con facilidad brotaban de sus ojos en cualquier momento.
— Querida, es mi nieto, y lo adoro — Volvió a sujetar a la enfermera, ahora llevándola a la sala de estar — Sorpresa — Le susurró al tiempo que abría la puerta, dejando ver a un hombre alto, de cabellos y ojos grises que jugaba con su hijo.
— ¡Duque de Grandchester! — Los ojos verdes brillaron con intensidad al ver a su suegro.
Richard cargó a Evan, e inmediatamente después, se acercó a la muchacha, pasando su brazo por encima de los hombros de esta, para apretarla contra su firme pecho mientras ella, ahora sí llorando, le pasó uno de los brazos por la cintura, feliz de verlo.
Y es que al enterarse de todo lo acontecido con Annie, Richard Grandchester se enojó muchísimo con ellos por no haberle hecho saber antes, y aunque en ese momento no podía dejar Londres debido a sus compromisos en la cámara de los Lores, prometió ir a Nueva York en cuanto le fuera posible, no sin antes, mantener una larga charla, aunque por separado, con su hijo y nuera, a quienes les brindó todo su apoyo, comprensión y cariño.
Pasado el momento emotivo, y con Evan inquieto al ver a su madre, pasaron al comedor. Candy se hallaba algo inquieta, nerviosa pues, Eleonor, de forma suave, mirándola a los ojos, le pidió que esperase por Terry para partir el pastel. Sería la primera vez en que se vieran después de aquella noche, al regreso de Chicago.
El cumplía su promesa, no volvió a hablarle, ni a cruzarse por su camino. Todos los días que iba por su niño, Candy miraba hacia la ventana donde sabía que estaba la habitación de su esposo, dónde antes podía sentirlo mirarla, y ahora no. Tan solo seguía cumpliendo con su deber de esposo, dándole dinero para los gastos de la casa, de ella y de su hijo a través de su madre, dinero que ella no quería aceptar, pero que Eleonor la instó a hacerlo.
Hoy, tras tanta desdicha y sufrimiento, ella estaba ansiosa. Muchas cosas ahora tenían sentido, y con vergüenza, reconoció el sinfín de errores cometidos, y que esperaba remediar. El primer paso era poder mirarlo a los ojos.
En cuanto a la niña... estaba terminando de asimilarlo.
Gracias a la discreción de la ex actriz, Candy no había visto a la bebé ni una sola vez, solo la sentía presente cuando, al jugar con Evan por las tardes, este comenzaba a buscar a "bubu". Ella no sabía a qué o quién se refería su hijo al pronunciar la palabra, pensó que era algún juguete, hasta que Amy, con mucha pena, le dijo que así le decía a "la niña en la casa de la señora Eleonor". Candy solo había pronunciado un "¡Ahhh!" Y nada más.
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El Último Aliento
FanfictionLa vida nos lleva a veces por caminos no esperados, cometemos errores que lastiman a quienes más amamos y las consecuencias fatídicas nos llevan a pagar un precio muy alto, los errores cometidos se pagan incluso con la muerte, dejando a aquellos a...
El Último Aliento EPÍLOGO
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