—Realmente lo siento, pero le dije a papá que lo ayudaría con algunas cosas del equipo—.

Mentira.

—Bueno, fue realmente fantástico conocerte, espero verte pronto, ojalá mañana nos veamos—.

—¿Mañana?

—¡Claro!, iré a la carrera—.

Bianca miró a Carlos, que veía su café.

—Si, claro, ojalá nos veamos—.

Isa disminuyó ligeramente su sonrisa al notar el cierto tono de fastidio en la voz de Bianca.

—Adiós, Carlos. Hasta luego, Isa—.

Bianca dejó el café con la mirada de los españoles en ella.

—Es una chica maravillosa, Carlos

—Lo es, estoy seguro de que le agradaste muchísimo—.

(...)

Danny—.

Daniel abrió la puerta de su habitación del hotel solo para encontrarse con cierta alemana con mirada triste.

Se hizo de lado mientras abría la puerta más, dejando pasar a la rubia y cerrando la puerta tras ella.

—Bianca, ¿qué haces aquí?—.

Bianca lo miró.

—No me malinterpretes, me alegro. ¿Qué pasa? te ves triste.

—¿Sabías que tiene novia?—.

Daniel la miró sin saber que decir.

—Claro que lo sabías—Se burló de si misma.

Daniel se acercó a Bianca, que ya había tomado lugar en la cama del McLaren.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Es algo muy reciente, creí que no era yo el correcto para informarte de su relación.

—Si, supongo que tienes razón.

—Además, no quería herirte—.

Bianca miró profundamente al australiano frente a ella.

—¿Herirme?

—Vamos, Bi, era muy notorio.

—¿Qué exactamente, Daniel?—.

Daniel giró los ojos y suspiró paciente.

—Que estás enamorada de él—.

Ella simplemente lloró.

No era el tipo de llanto en el que las lágrimas corren por tus mejillas sin parar, en el que gritas y haces mucho ruido, no era el tipo de llanto que te deja la cara hinchada y dura horas.

forbidden kisses | sebastian vettel Where stories live. Discover now