No es mi problema llevar esta cara de que todo me da asco y tampoco, de que me hablen y que a mí no me interese nada de lo que dicen.

La detesto.

Cinco años, pero sigo odiándola como ese día que apareció al final de esas escaleras.

— ¿Y tú, conseguiste saltar más alto que los bloqueadores rivales? — pregunte sonriendo victoriosamente.

— ¿Lograste perfeccionar ese servicios penoso que tenías? — interrogo, dando un paso más hacia mi cuerpo, deteniéndose a pequeños centímetros de distancia.

—Mocosa molesta.

— ¿Sabías que los idiotas no cambian con el pasar del tiempo? — largo una pequeña risa burlona. — Evolucionan, pero tú, lo hiciste a grandes escalas.

Antes que alguno pueda seguir con la tiradera de palabras, una mano aterrizo en la cabeza de ambos y al darnos vueltas nos encontramos con Alex y su, para nada cariñoso, ceño fruncido con Luka a su lado, que traía su gran sonrisa ya característica de él.

—Grandísimos imbéciles, tantos años soportando sus malditas caras de tristeza por no estar juntos y ahora que lo están, idiotas, ¡¿Cómo es posible que sigan discutiendo así?! — murmuro entre dientes. — Joder, que ya no son un par de críos.

— ¡Como extrañe sus tontas discusiones! — chillo Luka, dando un paso hacia nosotros para regalarnos un abrazo. — ¡Y si, los grabe para tenerlo de recuerdo y pasárselo a Isaac!

—Para que lo sepas, el imbécil de tu amigo empezó con esto. — agrego Isabela.

—En realidad fuiste tú con lanzarme fresas y dejándome todo manchado, loca histérica.

—No puedo con vos Teo, eres insoportable. — me fulmino con la mirada.

Isabela volvió a tomar asiento en la mesa, junto a Micaela que observaba toda la situación con una gran sonrisa divertida, pero no dudo en voltearse para comenzar, seguramente, a sacarle información a la mocosa sobre mis antepasados y luego, torturarme junto a Benjamín. Otras personas que detesto, es a esa pareja. Los dos son iguales de chismosos.

Sentí un pequeño empujón, proveniente de mi izquierda y al voltear me encontré con Luka que me hacía unas pequeñas señales con los ojos y a lo bajo murmuraba si pensaba dejar a Isabela con esa mala cara y la verdad, que debería hacerlo, después de todo lo que dijo e hizo.

Pero siendo ella, con su rostro lleno de furia que tanto extrañaba y saber que, esa posibilidad podría suceder, otra pequeña maldad hacia ella viaja por mi mente.

Me acerque a la mocosa con una gran sonrisa, ignorando por completo su gran ceño fruncido y una vez cerca de ella, me agache hacia su altura y la rodee con mis brazos, apretándola contra mi pecho y ahogándola en un gran abrazo.

—No te enojes conmigo hermosa. — murmure cerca de su oído.

Esa posibilidad no estuvo y alejarme unos pequeños centímetros de ella, para ver su reacción que seguía igual que hace unos momentos, me confirmó, lo que ya sospechaba y era que ya no estamos tratando con una Isabela adolescente, para conseguirlo, necesito subir de nivel.

—Isabelaaa. — picotee su mejilla, hasta conseguir su atención. — ¿Vas a casarte conmigo o qué?

Lo conseguí.

En el momento que solté esa pregunta de mi boca, sus mejillas se tiñeron de un gran color rojo, al límite del bordo. No duro mucho, que su mano aterrizo en mi brazo, haciendo que se me escape una gran carcajada al verla tan nerviosa.

Te quiero, dos metros cercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora