Capítulo 10. Todos nuestros demonios internos

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—¿Por qué estás hablando así, Chloé? Tú no eres así, ¿dime qué sucedió?

—Dos hechos que pueden cambiar la forma en la que tú y Sam me miran. El amor que me tienen va a cambiar radicalmente después de lo que voy a contarte.

—Déjame a mí juzgar eso.

—Estoy segura que tu juicio será muy duro para mí.

—Bien. Ya casi llegamos a casa, hablaremos en privado de esto ya que Oliver está presente.

—De acuerdo.

Esperamos solo veinte minutos antes de llegar a la casa para tener esa conversación, yo tenía miedo de hacerle esa pregunta que rondaba en mi cabeza y que rezaba porque la respuesta estuviera a mi favor. Llegamos a casa y nos servimos dos whiskies para sentarnos en su estudio. Me senté frente a su escritorio mientras cruzaba mis piernas y me ponía cómoda; algo totalmente inútil porque la dos estábamos muy tensas, no había forma de lograr un estado de confort en esto.

—Te escucho, Chloé —ella le dio un sorbo a su trago y comenzó a relatarme su encuentro con Luke. Había comprendido su actitud y me pareció bien lo que hizo al principio, hasta que llegó a la parte final de su relato.

—Cuando dejé a Amelia en su apartamento quise irme a la oficina, pero antes pasé al aeropuerto privado, antes de que mis hombres sacaran a Luke del país. Subí con ellos al avión y pedí que nos dejaran a solas, nunca tuve la intención de dejarlo ir, así como así después de lo que le hizo vivir a Samantha.

Flashback...

Al verme Luke se puso pálido y me miraba con mucho miedo, tal vez por su mente pasó que me había arrepentido de mi decisión y que finalmente lo mataría; nada más alejado de la realidad, o tal vez no.

—¿Qué tal estás? ¿Cómodo?

—Dijiste que ya no me torturarías más.

—No seas un niño llorón, eso ni siquiera fue una tortura. De todas maneras, Luke, las torturas no son lo mío.

—¿Qué quieres entonces?

—Contarte una historia familiar. ¿Te apetece escucharla?

—S... sí —dijo casi temblando.

—Relájate, Luke, no voy a matarte —casi pude ver cómo soltó el aire que estaba reteniendo cuando le confirmé que no iba a morir—. La historia comienza en la época de mi abuelo Benjamín Black, él era un hombre muy distinguido, culto, inteligente, aunque detrás de esa fachada de normalidad y de su elegancia se escondía un asesino en serie, el más perverso que Liverpool pudo conocer en su historia. Ese hombre conoció al mal y lo ejerció en una escala absoluta. Jamás lo atraparon porque su poder y el mundo al que pertenecía le daban impunidad. Asesinó a más de trescientas mujeres, entre ellas, niñas de edades que no superaban los doce años. Se escondía entre las sombras de los gustos de otras personas con poder, justo como lo aprendió hacer mi padre, William Black. Tenía un fetichismo sexual especial, le encantaba quitarle las novias a mi padre, luego de seducirlas él las mataba brutalmente para luego dejarle los cadáveres a William y que él fuera testigo de todo; disfrutaba muchísimo hacer eso. Una vez mi padre me contó que mi abuelo Benjamín tuvo una erección enorme la primera vez que hizo eso y permitió que mi padre lo viera, dijo que la expresión en su rostro descompensado y de pánico excitaba a mi abuelo.

»Mi padre fue víctima de muchos abusos por parte de mi abuelo, pero al pasar de los años fue tomándole gusto a los mismos placeres de los cuales Benjamín solía disfrutar. Se convirtió en un asesino despiadado igual que él, heredó sus clubes, sus contactos, sus demonios y bajezas. Mi bisabuela también era una asesina, se lo heredó a Benjamín y él a su vez a mi padre, y mi padre me lo intentó heredar a mí, pero no pudo. Él podía elegir romper con esa cadena aberrante de muerte y crueldad, con ese infierno que deseaba gobernar, pero no lo hizo, decidió convertirse en lo que sus antecesores eran. Yo no haré eso, jamás permití que William me hiciera eso a mí, por más que intentó corromper mi corazón, destruir mi espíritu, él no pudo lograrlo, mi voluntad siempre fue más fuerte que él. Yo rompí la cadena que se había convertido en una tradición oscura y oculta en la familia Black. Todavía William intenta y ruega secretamente convencerme de que acepte y continúe con los crímenes y los actos enfermos que él cometió, porque no quiere que se pierda la herencia maligna de la que él está muy orgulloso.

Todo lo que muestras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora