Eso para ella era lo más raro de todo.

Ella está más que acostumbrada a vivir un día a la vez. Los planes no fueron nunca lo suyo. Siempre buscaba que la vida le sorprendiera, deseando que fuera agradable, pero desde su llegada a Seattle, estaba más extraña de lo habitual.

Aburrida de no tener ganas de hacer lo que acostumbraba antes de su graduación, se levanta de la silla y Kate, que sentada a su lado lo notó, la sostuvo del brazo.

-¿Pasa algo, Ana? Apenas has tocado tu copa.

-No sé... Iré a caminar... Conocer Seattle y su vida nocturna- le responde Anastasia, deseosa de salir y estar sola.

-¿Voy contigo?

-No es necesario. Disfruten la noche, nada más no te emborraches ni pretendas irte a ligar, apenas es mitad de semana y te toca ir a trabajar...

-Vale, nos vemos en la mañana.

-Vale, hasta mañana.

Jose y Ethan no le dieron la mayor importancia, ya que sostenían una amena conversación sobre béisbol y solo la despidieron con un gesto distraído de mano.

Comenzaba a caminar sin rumbo fijo mientras se acomodaba su blazer y sacaba del bolsillo de su pantalón su celular para buscar en la aplicación de los mapas algún lugar que le llame la atención y estuviera abierto.

°°°

Christian salía del restaurante acomodando las solapas de su abrigo y miraba distraído el cielo, tapizado de nubes, que auguraban una tormenta que iba como anillo al dedo con su estado de ánimo. Le pidió a su chófer que llevara a su vicepresidenta, Ross a casa. Había sido un día productivo, y deseaba relajarse un poco.

Taylor, con recelo le obedeció y se fue con dirección a la 4a avenida a dejar a Ross.

Caminaba y trataba de recordar sobre la última vez que dejó que la lluvia lo empapara de pies a cabeza, y con cierto remordimiento, reconoció que nunca lo había hecho. Al contrario de sus hermanos, él siempre fue más reservado y sosegado, hasta que llegó a la adolescencia y su vida se convirtió en un desmadre.

°°°

Anastasia llegó al mirador del muelle 16 y miraba como entre las nubes se ocultaba el sol y daban paso a la posible tormenta que se avecinaba. Al sentir sobre su cara la primera gota de lluvia, sonrió y se alegraba de que probablemente eso era lo que extrañaba: mojarse bajo la lluvia.

Los pies de Christian, ahora cansados por todo el día usar zapatos, lo habían llevado hasta el mirador del muelle 16, y arrepentido de dejar que Taylor se hiciera cargo de llevar a a Ross a casa, sentía la lluvia caer sobre su cabello cobrizo y alborotado.

A lo lejos miró a una chica que se daba la espalda sobre la barandilla y levantaba la cara para sentir las gotas intermitentes que caían sobre su cara y cerraba los ojos para por fin, sentir algo de paz después del desasosiego que lleva sintiendo desde que llegó a Seattle.

Se acercó a ella y sin ningún protocolo de por medio le espetó malhumorado:

-¿Porque se está mojando así? Pescará un resfriado.

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