Elisabeth desde el segundo piso veía como Mono se iba, con una sonrisa coqueta en su rostro.

—Aún no entiendo señorita, ¿por qué le pidió al Alcalde que la comprometa con el muchacho?—preguntó su mayordomo.

—Mono es más de lo que aparenta.—la chica se adentró más a la biblioteca cuando vio que Mono ya no estaba al alcance de su vista.—Es hijo del líder Chromo.

El mayordomo alzó la vista asombrado.

—Realmente escondió muy bien su apellido. Fue difícil que el alcalde soltase su apellido.—recordaba la chica lo que hizo hace cinco años.—Los Chromo pertenecen a la raza superior junto a los Kyushu. Y nosotros solo estamos a un escalón abajo de ellos.—la chica tomó un libro muy voluminoso de la estantería de libros, en la sección de historia.—Si uno tiene lazos con Mono, subiremos de escalón.

—¿Y qué tal de su hermana?

—¿Six? No me interesa en absoluto.—dijo abriendo el libro, yendo a la página 100.—Si yo fuera varón, sí me serviría, pero honradamente soy una mujer.—sus ojos miraron al dibujo que había en esa página. Un ojo encerrado dentro de un triángulo.—Con el poder de la frecuencia, podremos subir de rango. Y actualmente, Mono es el único descendiente. Fue fácil que el alcalde aceptara esas mil monedas de oro.—la chica sonrió sin ocultar su vergüenza ante el soborno.—Estoy comprometida con el próximo líder...además es guapo.

Mono caminaba tranquilamente por el pueblo, directo a casa. Le incomodaba estar con Elisabeth, iba para allá solo por apariencias, además de ir a comer pastel. No obstante, no podía sacar de su cabeza la idea de que Six no le hablase más. ¿Acaso me excedí? Se preguntaba.

Abrió la puerta de su casa y se encontró a Six sentada en la mesa, comiéndose un hígado.

—Provecho.—le dijo, pero no recibió respuesta. Six por dentro dudaba en contestar, pero su orgullo le ganó. Mono no dijo nada más, sabía que ella seguía molesta. Solo tomó la silla, la puso al lado de Six y se sentó a su lado. Six giró sus ojos negros para encontrarse con los azules de su amante. Estaban muy cerca.

Six ya no podía seguir así, así que tragó y se acercó aún más a Mono y se dignó a hablarle.

—¿Qué tal tu nueva mujer?—Mono sonrió, le fascinaba.

—¿Quién?—Six sonrió.

—La Pretendiente.

—Ah...Ella no es mi mujer...en mi mundo solo hay una.

Six levantó su pierna y la puso sobre el regazo de Mono.

—¿A sí?—Mono pasó su brazo derecho por detrás de Six, agarrándola por la cintura.

—Sí...

Un momento. Solo estaban ellos dos, no es como si nadie les interrumpiera. Estaban a unos cuántos centímetros cerca, y se miraban apasionadamente. Six le hablaba con la mirada.

Cómeme.

Mono cerró más aún su agarre en la cintura, así sus narices rozaban.

—¿Qué esperas, cobarde?—Mono sabía lo que haría Six, sus ojos cambiaron de negros a rojos, esto ocurría cada vez que su bestia la dominaba.

Se dieron un beso juntando sus labios. Los esponjosos labios de Six eran agradables, magníficos, espléndidos, deliciosos ante Mono. Abrió su boca para morderle el labio bajo, este gesto hizo que Six, sin separar sus labios, se montase sobre Mono y pasara sus brazos por la nuca de Mono. Las manos de Mono pasaron por la delgada camisa de Six, tocando su suave piel, subiendo su mano hasta su pecho así apretando levemente, mientras que con su otra mano apretaba su cintura. Six se separó de él y le miró a los ojos, para luego ver la puerta.

La Caja Musical (Monix).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora