Capítulo 1: El amanecer de un nuevo día

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El niño estaba de nuevo en su habitación, la única cosa en todo el mundo que era suya, una pequeña sala en la que solo cabía una cama y un armario, unas paredes pintadas de un color azul cielo y cubiertas por un papel de pared de ositos mal colocada, pero era todo su universo. Se encontraba acurrucado en una esquina intentando evitar que los sonidos de la casa penetraran en sus oídos, en ese momento las cortinas eran la cosa más entretenida que había visto nunca y el mejor escondite de toda la casa. Era él y de nuevo se encontraba castigando a mamá. No tardaría en llegar y venir a por mí se dijo, gateó, intentando no hacer ruido y se escondió bajo la cama, las lágrimas surcaban su  rostro infantil mientras escuchaba los horrible alaridos de dolor de su madre, era imposible pararle, era imposible negarse, solo se hacía lo que papá dijera, fuese lo que fuese. De repente en la casa solo se oye silencio, pero en vez de tranquilizarse, los pelos del brazo se le erizaron. El pobre muchacho lo sentía acercarse, oía como crujía la madera bajo sus pies, cada paso que daba lo acercaba más a su habitación y por tanto a él, a su escondite.

-Hijoooo ya estoy en casaaa. ¿Me has echado de menos?

Sabía cuál era la respuesta que tenía que dar, sino el resultado sería peor, aun le quedaba señal del último castigo de papá. Así que, con voz temblorosa e intentando enjugarse las lágrimas dijo

-Sí papá, te he echado mucho de menos ¿Has traído mi medicina?

Esta última palabra se quedó atascada en mitad de su garganta y salió acompañada de medio gemido. En ese momento la puerta de la habitación se abrió de golpe y por ella entró su padre, un hombre robusto, grande y alto, con un musculoso cuerpo forjado por su trabajo de albañil y con un pelo rubio y lacio que le caía de medio lado, un mechón escondía la sádica sonrisa que cubría su rostro, sus ojos brillaban con un fulgor salvaje y su voz recordaba a la del mismísimo diablo cuando dijo

-Sí perra, aquí la tienes.

En ese momento se abalanzó sobre su hijo y lo sacó a rastras antes de estamparlo contra la cama, le quitó el pantalón y el niño, temblando, se puso encima de su padre, sabía exactamente que venía después, papá levanto el brazo y con una fuerza descomunal, digna del peor de los monstruos le golpeó con saña, como si fuera una muñeca de trapo y él era el niño que se entretenía jugando a arrancarle la cabeza.

 Un grito rasgó el aire, pero no iba a ser el último y seguramente tampoco el más fuerte, de hecho el juego acababa de empezar y la noche era muy larga.

Años más tarde el mismo chico, en la misma casa, se despertó con el corazón latiendo con fuerza.

No puede ser, pensaba Cristopher. No puede haber vuelto, desesperado intentó levantarse pero el temblor de sus piernas se lo impedía, era imposible que hubiera vuelto del infierno para llevarle con él, estaba muerto, muerto... pero el sueño había sido tan real. Se llevó la mano al sitio donde segundos atrás el niño había recibido el primer golpe, y sintió el dolor como aquella primera vez, de hecho cada vez que respiraba parecía llevar consigo el hedor de su padre, esa mezcla de alcohol y sudor que tanto le asustaba, su terror era tal que se imaginó que su padre estaba escondido en alguna de las habitaciones, esperando que llegara para abalanzarse sobre él.

-No puedo permitirlo.

Repetía una y otra vez, sacando fuerzas de no se sabe bien donde consiguió levantarse y  despacio pero sin detenerse, fue recorriendo una a una las habitaciones de la casa, su casa, aquella donde había vivido los momentos más felices, pero también los más tristes, ese lugar donde se había forjado a base de golpes y dolor, aunque algunas veces también de amor, amor de una madre.

No conseguía tranquilizarse, estaba a punto de volverse loco, de gritar para liberar la tensión que amenazaba con destruirle, volvía a ser el niño asustado, ese frágil ser que odiaba, pero no se daba cuenta, su mano recorría una y otra vez la cicatriz que cruzaba su rostro, era un acto reflejo, recorrer con las yemas de los dedos aquella herida que se hizo antes de que todo cambiara.

Una a una fue revisando todas las habitaciones de la casa, cada recoveco, hasta que solo quedó una, el salón, Cristopher alargó el brazo y giró lentamente el pomo, la puerta de la habitación se abrió con un chirrido, entró en el cuarto, revisó cada esquina, cada armario comprobó una y mil veces que las ventanas y puertas estaban cerradas, allí no había nadie, pero no podía creerlo, seguía sintiendo el dolor de los golpes y respirando el embriagador olor a whisky que desprendían las paredes. Aun con el corazón latiéndole a mil por hora y la mano que volvía una y otra vez a la cicatriz volvió a una de las habitaciones de enfrente, el baño. Necesitaba tranquilizarse, volver a ser él, cuando encendió la luz y se miró al espejo el hombre que devolvió el reflejo no era más que un loco, sus ojos del gris de las nubes de tormenta no paraban de mirar por el resquicio de la puerta, esperando ver al fantasma de su pasado, su rostro normalmente de un pálido color dorado no era más que un tétrico blanco, y ese contraste de luces y sombras había desparecido por una mueca de terror acentuada por la cicatriz que cruzaba, desde la frente hasta su pómulo derecho.

Está muerto, está muerto, está muerto.

El sonido del agua inundó la habitación y con ese tranquilizador sonido comenzó por fin a relajarse, metió la cabeza bajo el grifo y se dijo

-Sí, está muerto... porque yo lo maté.

En el momento en el que dijo esas palabras el frío que envolvía su corazón desapareció y poco a poco volvió a construir la sólida muralla de hierro de sus ojos y el color volvió de golpe a su cara.

Sí, yo lo maté- sacó la cabeza de debajo del grifo y sonrió al mirarse de nuevo al espejo, volvía a ser el aterrador ángel de la noche pasada, su rostro reflejaba la confianza en sí mismo, y su mirada volvía a ser terroríficamente hermosa, incluso la cicatriz que segundos antes cruzaba su rostro había desparecido. Era perfecto, el perfecto cazador, y si su padre volvía de los muertos él se encargaría de que regresara al infierno de donde salió.

El CazadorWhere stories live. Discover now