Guren notó desde su sitio la ligera vacilación de Yūichirō ante esas palabras y, segundos después, lo vio bajar su arma, dándola mirada que lo decía todo: no sentía malas intenciones o mentira alguna en lo dicho por René, y él decidió confiar en eso.

— De acuerdo. Decidimos creer en eso porque Lacus no espetó nada en tu contra, pero un sólo movimiento en falso y...

— Y yo seré por quien más debas preocuparte en torno a mantener tu integridad intacta. — Fue Yūichirō quien habló. — No será mi primera vez disparándole a un serafín dispuesto a herir a estos humanos, y tampoco será la última.

René suspiró profundamente: — Entendido.

— Ah, y tu arma. Entrégala. — pidió Guren. — Considéralo un acto de buena fe hacia nosotros.

Esta vez, René pareció más recio.

— Quiero ver a Lacus primero. — se dispuso a negociar. — Cuando esté seguro de que está a salvo, y de que ustedes no presentan amenaza alguna para él o los demás híbridos, entonces les entregaré mi arma.

Guren y Yūichirō intercambiaron miradas durante un momento, de algún modo entendiendo que era una petición justa y, en todo caso, fácilmente serían capaces de someterlo en caso de que intentara algo, de modo que, haciéndole una seña a Gekkōin, decidieron acceder.

— Bien. Acompáñanos.

(...)

Yoichi mantenía sus rodillas pegadas a su pecho, y mientras sus uñas se clavaban suavemente en su piel, sintiendo con claridad el fuerte latir en su pecho. Había algo de sudor frío en su nuca, y mucha confusión.

Observó ansiosamente la manera en que aquel chico rubio desataba los tobillos del chico alemán, y como aquel peliblanco observaba por una pequeña ventana con expresión de alerta.

— ¿Q-Qué es lo que sucede? — se animó a preguntar.

— Shh. — el chico rubio llevó un dedo a sus labios.

— Están regresando. — dijo Shinya, retrocediendo suavemente, antes de mirarlos. — Todo estará bien.

— Nada está bien. — susurró Lacus, haciendo una pequeña mueca. — Tal vez todo lo que dijeron sea un truco para hacernos daño.

— Consideré esa opción un par de veces, pero tú mismo viste como convirtieron mi enciclopedia en un montón de arena.

— Podría ser una ilusión óptica colectiva, o algo así.

Shinya casi resopló ante la idea porque, de ser el caso, eso significaba que desde sus seis años había sido engañado por una simple "ilusión óptica." Ya era muy tarde para replantearse la veracidad de todo lo que llevaba sucediendo en los últimos días.

Pasó menos de un minuto hasta que oyeron el sonido de la entrada, y de pronto Yūichirō se asomó por la puerta, luciendo tranquilo: — Es seguro. Vengan...

— Creo que prefiero quedarme. — murmuró Yoichi.

— Creo que prefiero quedarme con él. — asintió Lacus, aún no muy cómodo con los, aparentemente, seres sobrenaturales.

— Vamos, no van a quedarse en este cuarto para siempre. — los animó. — En especial cuando nuestro invitado está aquí especialmente por ti, Lacus.

Lacus frunció ligeramente el entrecejo, e intercambio brevemente miradas con Yoichi, quien hizo una pequeña mueca de algo parecido a la resignación, antes de ser el primero en avanzar, seguido de Mikaela y Shinya.

La nueva persona en la habitación era un muchacho con todo el aspecto de un serafín. Como Gekkōin había mencionado antes, su cabello corto y negro estaba amarrado en una semi-cola, con los lados rapados (un estilo interesante y algo nuevo en un serafín.) Su tez era mucho más pálida que la de los demás, y llevaba una camisa negra, un lazo alrededor del cuello, y una capa blanca sobre sus hombros, que al parecer tenía una capucha también.

𝐀𝐑𝐂𝐀𝐍𝐔𝐌 ➫ Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora