Pero Yamaguchi no era cualquier  persona, cuando le conociste habías tenido mucho cuidado, porque sabías que si su relación avanzaba, la única afectada no serías tú, sino también tu pequeña niña. Después de tanto tiempo, planes y conversaciones, decidiste que Tadashi era la persona indicada para poder suplir y rebasar el lugar vacío que tenían en su hogar.

Pero tampoco sabías cómo reaccionaría tu hija.

-Pero si papá algún día regresa no podrá estar solo con nosotras dos.

Tu aliento se retuvo antes de siquiera salir de tu boca, instintivamente giraste a ver a Yamaguchi para revisar cómo le había ido con esa frase.

Él estaba sonriendo, pero después de todo lo que habías visto de él, no había duda. Su sonrisa era de puro nerviosismo, no sabía que hacer o decir.

-Cuando tu papá venga a visitarte podrás seguir estando con él, él no se molestará por eso. - dijiste con afán de explicarle delicadamente, aunque por dentro te dolía el engañarle, ya que probablemente él jamás volvería a verla.

No estabas segura si te había escuchado, ya que se dedicó de lleno a descubrir como distraerse con su nuevo juguete, cortesía de la visita de esa noche. Para tratar de rescatar la velada, fuiste a terminar algunos aperitivos en la cocina, cuando al cabo de unos minutos descubriste que tu invitado estaba en la misma habitación que tú.

-¿Tadashi?

-No... no puedo hacerlo.

Con desgarradora desesperación dejaste a un lado lo que estabas haciendo, y con ansiedad le tomaste de ambos lados del rostro para apaciguarlo.

-Es algo natural, los niños son así. Su padre es alguien importante para ella, pero eso no quiere decir que su corazón no pueda entregar más de ese amor a otra persona, es una pequeña con corazón muy grande.

No ibas a negarlo, estabas asustada, asustada de que él se rindiera por los incovenientes que suponía que tuvieras una hija, que tarde o temprano se cansara de ustedes dos como lo hizo el que fue tu esposo. Y aunque te había convencido y demostrado de que Yamaguchi era totalmente diferente, el miedo siempre se mantenía latente.

Él tomó tus manos, las bajó con suavidad y acarició débilmente contra las suyas.

-Debo admitir que tampoco fue fácil lograr llamar tu atención. - expresó con una ligera sonrisa.

Sonreíste en respuesta, todavía nerviosa.

-Eso es bueno, quiere decir que lo bueno se hace de rogar.

Él asintió, respiró profundamente y tomando algunos utensilios que habías dejado listos ayudó a acomodarlos fuera para su cena.

-Yuki, ven a sentarte a la mesa.

-Voy mamá. - obedeció inmediatamente.

Desde ese día fuiste testigo de lo que el amor puede hacer. Tadashi aceptó un reto que no le correspondía, porque quería formar una familia contigo, de la forma correcta y Yuki día tras día transmitía un apego mucho más sincero hacia a él.

Tras unos meses de continuas visitas, idas y venidas, se encontraron en una situación muy parecida al día en que ellos se conocieron.

-Tadashi, por favor asegúrate de que Yuki se lave las manos antes de sentarse a comer.

Mientras terminabas de colocar los últimos utensilios en la mesa de visitas, escuchabas sin mucho interés las pistas de que él y la niña estaban cumpliendo los que les pediste.

Sin mucha demora, Yuki llegó con las manos limpias a ayudarte a terminar de poner la mesa.

-¿Y Yamaguchi? - miraste el pasadizo en su búsqueda.

-Papá esta terminando de lavarse las manos.

Expresaste un "Está bien" mientras continuabas con los toques finales, en cuestión de segundos, razonaste en que algo muy importante acababa de pasar. Giraste con emoción para dirigirte a tu hija.

-¿Qué dijo?

Yamaguchi se te había adelantado en la pregunta. Viste que se le había caído el pañuelo con el que se secaba las manos, seguramente por la impresión.

Se agachó ligeramente para ver a Yuki y quedar a su altura.

-¿Me dijiste... papá?

Yuki no terminó de asentir sin menor preocupación, cuando él la abrazó con efusividad y cariño.

Con los ojos húmedos, solo pudiste observar una ligera confusión en los ojos de ella, probablemente su cariño hacia él creció tanto que ni siquiera se había dado cuenta de lo crucial que acababa de hacer, y lo había aceptado de forma natural. Con un suspiro de alivio solo atinaste a abrazarlos también, mientras tu pareja solo podía sonreír.

Sí, habías sido testigo de lo que el amor podía hacer. Unir personas, formar familias donde antes eran desconocidos, crear lazos más fuertes que los de la propia sangre.

Colección One-Shot: Haikyuu!! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora