El partido había concluido 2-0, el equipo argentino estaba eufórico, lo habían logrado, se agruparon y abrazaban felizmente en medio de la cancha. Messi, con una gran sonrisa, se apartó levemente, sentía un cosquilleo en la nuca, se aseguró de revisar a Julián primeramente, el único sub aparte de él en el equipo, parecía estar contento a lado de Dibu sin prestar atención a las evidentes miradas del equipo mexicano. Lionel volteó hacia el equipo mexicano, no culpaba que hicieran esto, después de todo, todos los equipos en un deporten dejan salir sus miradas por naturaleza una vez pierden. Reconocía algunas de las caras por aquella noche en el bar del hotel. Inadvertidamente, parecía estar buscando algo, veía a algunos jugadores mirando al equipo argentino con anhelo, dolor, decepción, y algunos con odio, aquello no le perturbaba, era solo normal que eso sucediera, vaya, eso hacía él y su equipo cuando inevitablemente a veces se perdía. Pero entre su búsqueda sus ojos se posaron en el portero mexicano, no le había visto desde la última vez que hablaron en el bar, sin embargo, a diferencia de los demás jugadores mexicanos que le veían a él y a su equipo con los sentimientos descritos previamente, Ochoa miraba hacía las gradas donde la afición mexicana se encontraba, les miraba con tanto aprecio y vergüenza. Como si memo le escuchase en sus pensamientos se volteó a él para encontrarle con la mirada, pero no era una mirada, era, era una simple mirada de orgullo que fue inmediatamente seguida con una sonrisa. Las pupilas del albiceleste se dilataron, antes de poder pensar en algo más, Julián, Dibu, y De Paul se abalanzaron contra él por detrás emocionadamente, acto que pareció tirarle todos sus pensamientos de la cabeza.

Los jugadores regresaban a sus vestuarios, —¿Dónde está el tata? —Preguntó Raúl, finalmente terminando con el silencio que cargaba el equipo

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Los jugadores regresaban a sus vestuarios, —¿Dónde está el tata? —Preguntó Raúl, finalmente terminando con el silencio que cargaba el equipo. Alexis soltó una risa seca, —Martino se fue con el equipo argentino, estaba celebrando a Messi —Contestó Kevin con cierto sarcasmo irónico mientras se retiraba el jersey. Ochoa solo levantó la mirada ante el nombramiento de Lionel, todo este tiempo había estado absorto en sus conflictivos pensamientos, por una parte, claro que está descontento con su rendimiento y la decepción que su país debía estar pasando, pero, por otra parte, no podía evitar estar hasta cierto grado contento por el éxito del argentino de camisa número 13, su felicidad y éxtasis, suspiró y se masajeó su sien. En ese momento Gerardo Martino, también conocido como el tata, entró al vestidor, con una muca amarga a la cual todo el equipo estaba acostumbrado de ver. El entrenado de la selección mexicana dio la misma plática que daba en cada partido, algunos la recitaban de memoria, otros simplemente habían decidido ignorarle desde hace mucho tiempo, después de todo, no era ningún secreto la deficiencia que tenía para entrenar y animar al equipo, y sobre todo la historia de corrupción que había detrás de su llegada a tal puesto. —Vamos a quedarnos en el estadio por tres horas más antes de la rueda de prensa, así que estense cómodos, mañana continuaremos con el entrenamiento —Carraspeó Martinoli mientras veía la hora en su muñeca, el entrenador había sido citado por el entrenador argentino a comer y platicar. El equipo lo supuso y solamente asintió en silencio.

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