Capítulo 17: Los sobrevivientes de Báishān.

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Por su parte, logrando volver a respirar nuevamente, Edward comenzó a temblar de terror... sus ojos fueron incapaces de contener las lágrimas... estaba seguro, se había salvado por un milagro de no morir ahí mismo...

Un par de minutos después, no obstante, Seth avanzaba por las calles nocturnas de Portland sumido en una gran confusión y un fuerte dolor de cabeza... chocó en su camino con varias personas, unas le insultaron, otros le preguntaban si estaba bien... pero él siguió adelante llevándose las manos a la cabeza aquejado de esa terrible tortura que parecía taladrarle el cerebro...

"¿Qué sucede? ¿Te sorprende? Al final todo lo has hecho tú"...

Habiéndose alejado de la calle concurrida, Seth terminó introduciéndose en un callejón estrecho y húmedo, siendo incapaz de seguir resistiendo aquel dolor, terminó cayendo de espaldas sobre unas bolsas de basura... Sus oídos pitaban sumados a chirridos como uñas en el pizarrón, él se levantó como pudo y retrocedió hasta sentarse en el húmedo suelo apoyando la espalda contra el muro... Los susurros aumentaban en su cabeza al igual que el dolor...

El recuerdo de un hombre a contra luz... la imagen de ese hombre con una máscara en el rostro que le extendía una mano... El salvador... Su Salvador... y su carcelero...

>>—Eres especial. Eres mi niño especial —dijo el Anciano Fundador.<<

Seth dejó escapar un grito de dolor contenido, crispando los dedos en su cabello... dolía... ¡cómo dolía...!










Pueblo costero de Fuchou – China (mediados de la dinastía Xia):

Acurrucados en medio de unas canastas de mimbre, aquel adolescente temblaba mientras se mantenía al lado de un niño que en apariencia no debería tener más de 6 años... ambos, vestidos con roídos hanfus, el del primero gris, el del segundo blanco, se apegaron aún más cuando escucharon las voces de aquellos pescaderos. Se quejaban de la mala jornada del día anterior y de aquellas que les habían precedido, los peses parecían escapar y rumores de malos espíritus comenzaban a llegar a ellos desde la isla de Báishān... Fue ahí cuando, tras mover unos de los canastos, uno de aquellos hombres de piel curtida por el sol y la briza marina se paralizó... Se había dado cuenta de la presencia de aquellos dos maltrechos chicos...

Zhèxiē háizi shì shéi? (¿Quiénes son estos niños?) —dijo uno—. Tāmen kàn qǐlái xiàng wàiguó... (parecen extranjeros)

Zhèxiē xiǎotōu zài zhèlǐ zuò shénme?! (¡¿Qué están haciendo aquí estos ladrones?!) —exclamó otro alzando una maza.

Děng děng, tāmen bùshì xiǎotōu. Tīng shuō Báishān dǎo fāshēngle tiān dà de biàngù. Èmó qùle nàlǐ, chī diàole cūnlǐ de rén... (Espera, no son ladrones. Escuché que hubo un accidente tremendo en la isla de Báishān. Demonios fueron ahí y se comieron a las personas que vivían en la aldea...) —le dijo el pescador que les había encontrado.

Nǐ rènwéi tāmen láizì nàlǐ ma? Tāmen hái tài xiǎo, bùnéng zài zhèlǐ yóuyǒng. (¿Y crees que vinieron de ahí? Son demasiado jóvenes para llegar nadando hasta aquí) —el pescador con el madero volvió la mirada hacia los niños y añadió—.Nǐ shì Báishān rén ma? (ustedes, ¿vienen de Báishān?

El adolescente tragó saliva con dificultad, abrazando al niño a su lado mientras lo cubría con una manta, terminó por mirarle de soslayo y hablar.

—Oye, ¿qué hacemos...?

Wǒmen bùshì láizì nàgè dìfāng. (No venimos de ese lugar) —respondió el 110 poniéndose de pie en perfecto chino—. Wǒmen fùqīn shuō zài zhèlǐ děng tā. (Nuestro padre dijo que le esperáramos aquí).

Secretos en Colina BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora