Capítulo 42: Corazón desbocado.

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-Pau, somos nosotros: mamá y papá. Estuvimos muy preocupados por ti, te buscamos durante semanas-Murmuró Caro junto a mi, con la voz entrecortada. Estaba a nada de romper en llanto. Estaba seguro de que lo haría si Paulina no nos reconocía.

-¿Ustedes son... mis papás?-Su pregunta se sintió como un balde de agua fría y el débil sollozo de Carolina junto a mi me hizo sentir aún peor. Tragué el nudo que me atravesaba la garganta, sabiendo que tendría que ser yo quien hiciera la pregunta tan temida.

-Sí, cariño. ¿No nos recuerdas?

El movimiento de su cabeza negando me rompió aún más el corazón. Apreté los labios con fuerza dando un leve asentimiento. Voltee a ver a Caro, pero me arrepentí enseguida de haberlo hecho. Sus ojos estaban rojos, completamente cristalizados; las lágrimas ya habían comenzado a resbalar por sus mejillas. Su cuerpo se estremeció entre sollozos cada vez más audibles.
Quise tomarla entre mis brazos, estrecharla contra mi pecho hasta que su llanto cesara, acariciar su cabello para tranquilizarla, susurrar en su oído que todo se resolvería, que los recuerdos de nuestra hija volverían. Desee hacer tantas cosas que sabía que no podía hacer y eso me jodía. Porque Carolina me había dejado muy en claro cuál sería nuestra relación de ahora en adelante y yo debía respetarlo. Aunque por dentro me muriera por acercarme a ella.

-Disculpen, ¿Ustedes son los padres de la niña?-Levanté la mirada hacia la mujer de la recepción, que nos miraba atenta. Asentí.

-Sí. Estuvimos buscándola casi un mes entero-Mi voz salió ronca, casi en un murmullo.

-Ya veo-Sonrió comprensiva-Pero, ¿Podrían pasar a declarar? Es parte del protocolo. Ya saben, por seguridad de la menor-Solté un suspiro mientras asentía.

-Sí, entiendo.

Me levanté aún con la mirada confundida de Pau sobre mi. Acaricié su cabello y dejé un beso sobre este.

-Tranquila, ya volvemos-Le sonreí para luego dirigir mi vista hacia Caro, quien seguía con la mirada perdida y arrodillada en el piso. Extendí mi mano hacia ella, llamando su atención-¿Vamos?-Observó mi mano con desconfianza y después a mi. Se levantó como pudo, dejándome con la mano tirante. Suspiré frustrado cuando la vi caminando hacia la oficina. Vaya que era terca.

Pasamos aproximadamente quince minutos explicando lo ocurrido al oficial y respondiendo a sus preguntas. Caro con monosílabos, movimientos con la cabeza o sonidos de la garganta. Yo me encargué de dar los detalles.
Por suerte cuando terminamos ya ambos estábamos un poco más enteros. Ella por lo menos ya hablaba un poco más y había dejado de llorar. Eso era suficiente para mí, por el momento.

Pau nos esperaba impaciente sentada en una de las sillas. Sonrió al vernos salir y se levantó rápidamente.

-Ahora sí, ¿Quién está lista para volver a casa?-Los ojos de Paulina brillaron con entusiasmo mientras que su sonrisa se enzanchaba. Hasta que su mirada viajo al chico que estaba recargado en la pared de enfrente con las manos dentro de los bolsillos de un pantalón desgastado. La expresión de su rostro se congeló y su sonrisa se fue borrando de a poco.

-Espera, ¿Y David?-Voltee a ver a este y suspiré indeciso.

-Sí él quiere, puede venir con nosotros, cariño.

Pau asintió emocionada ante la sugerencia de su madre. Sin embargo, había alguien que estaba horrorizado con la idea de llevar al chico con nosotros. Alex parecía querer taladrarlo con la mirada o devolverle el golpe que le había dado hace rato, no lo sé. Sin embargo, estaba seguro de que no haría nada de eso, al menos no con Paulina aquí en el estado en el que se encontraba. Aún así, me inquietaba el hecho de que mi hija se encontrara sentada en medio de ambos chicos en el camino de regreso a casa.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora