006 | PARTE DEL EJECUTIVO

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—¿Ahora? —preguntó la morena. Cruzó los brazos, girando los pies para poder mirarle. El de piercings alzó las cejas.

—¿Hay algún problema con eso?

—No —pronunció entre dientes—, es solo que me hubiera gustado relajarme antes del juego de mañana. ¿Tú vienes? —la pregunta fue dirigida al peligris, pero no se le permitió dar una contestación.

—No viene. Tres por salida, y ya somos tres. Además, no creo que le importe demasiado. Casi nunca sale de su habitación. Es un antisocial. ¿Verdad? —el tono que estaba utilizando era vacilón, pero el otro chico no cayó en sus intenciones. Se encogió de hombros, con indiferencia. Y le sonrió sin mostrar los dientes.

—Claro.

— o —

Kyoko cogió una de las cestas de la entrada de la tienda, colgándola de su brazo como si realmente estuviera haciendo la compra. Fue como tener un déjà vu del mundo real. Caminó hacia uno de los estantes y revisó los nombres en la lista que tenía en mano. Niragi y Samura también recogían algunas cosas por extremos diferentes.

Cuando tuvo todo lo posible respecto a medicinas, decidió echar un ojo a algún extra. Terminó en la zona de higiene femenina del super, y recolectó un par de paquetes de compresas y tampones. Seguro que les vendría bien a más de una. Sus ojos encontraron también paquetes de preservativos, y comenzó a pensar en diferentes teorías. Había perdido la cuenta y el control de los días de su período, y tampoco sentía que fuera a bajarle. ¿Eso significaba que en ese mundo no tendría la regla? Quizá las personas no pudieran quedar embarazadas.

—Eh —el pelinegro apareció a su espalda, de la nada. Se sorprendió tanto que los nervios le invadieron, haciendo que se convirtiera en una persona torpe con las manos. Golpeó una de las cajas de condones y esta cayó al suelo, rompiendo el silencio que se había creado a su alrededor. Niragi miró a las baldosas con el ceño fruncido—. ¿Qué mirabas?

Al agacharse, vio de lo que se trataba. Las mejillas de la joven comenzaron a tintarse de un color rojo intenso. Sentía vergüenza de que pensara cosas que no eran, pese a no tener que justificarse en nada. Menos con él. Era una situación violenta. El chico en su lugar sonrió con burla, para no variar. Luego echó un vistazo a su amigo.

—¡Oye, tío! —le llamó. Se había colocado del todo a su lado, pero Kyoko era incapaz de apartar la vista del estante—. ¿Por qué no vas a buscar algo de ropa a las otras tiendas? Ya nos encargamos nosotros de esta.

El otro entendió tras unos segundos lo que quería decirle el pelinegro. A pesar de que no le hizo demasiada gracia, abandonó la tienda para dirigirse a otra del centro comercial. Los dos quedaron solos entonces. Niragi apoyó su cuerpo en la columna más cercana, y clavó la mirada de forma intensa en la chica.

—¿Sabes? No te veía yo de las que busca este tipo de cosas. Te veía más bien de las que se centra en los juegos y nada más.

—Eso es porque no busco ese tipo de cosas —afirmó su postura. Se encontraba en desventaja. Su cuerpo le delataba de algo de lo cual era inocente. Le robó la caja de las manos y la devolvió a su lugar de malos modos—. Estaba pensando en otros asuntos, apareciste y los golpeé sin querer. Es todo —cuando acabó, trató de alejarse. No pudo.

—Ya —Niragi había tomado su brazo con fuerza, y la giró de vuelta hacia sí. Se inclinó ante la diferencia de altura de una a otro y se acercó a su oído—, ¿entonces por qué estás tan roja? ¿Seguro que no pensabas en ti y en mí aquí mismo, huh? Porque yo sí lo estoy pensando.

Fue un susurro, pero ya no tenía el tono vacilón. Estaba ligando, tonteando. Kyoko no sabía bajo qué roca meter la cabeza. Se sintió como si su cara fuera a reventar. Y su mente. Ojalá pudiera salir corriendo. No quería estar ahí. Se bloqueaba en esas situaciones.

—A veces un poco de diversión no viene mal —otro susurro, esa vez más seductor. Apartó el pelo de su cuello y escondió la cara despacio en el hueco de este. La joven no lograba entender lo que estaba pasando, ni si quiera cuando le pasó la lengua y trazó una húmeda línea a lo largo. Luego subió otra vez a su oreja, donde depositó un pequeño mordisco en el lóbulo—. Y me pones que flipas con esa cara de hija de puta.

—Para —fue capaz de pronunciar por fin. Notó el bufido en sus mechones.

—¿Por qué todas os empeñáis en negaros al principio? —la queja tomó un tono brusco, y de un manotazo le sacó la cesta del brazo. Cayó al suelo, volcando parte de los medicamentos y objetos de higiene—. Después os la pasáis imaginando guarradas.

Empujó el pequeño cuerpo de la chica contra la pared, y pudo ver el temor reflejado en sus ojos. Maldita sea, aquello le encendía incluso más. Se la follaría allí mismo, de pie. Estaban solos, a excepción de Samura, que no se atrevería a interrumpirle. Le respetaba. Eso le gustaba, el respeto. El susto comiendo el interior de sus víctimas. Subió una de las manos a su cuello y lo envolvió con los dedos, asegurándola ahí donde quería. El pánico la invadió. Sin avisarle, estampó los labios contra los de ella. No le siguió el beso al principio, pero al final por pura inercia acabó cediendo. No supo por qué. No quería. La parte cuerda de su persona le pedía a gritos que le empujara lejos. Era peligroso.

—Dame un poco de juego, nena —murmuró contra su boca, apretando un poco más su cuello. Jadeó, y automáticamente se maldijo por ello. El otro sonrió con orgullo, como si acabara de unir varios puntos a la vez—. Mírate, pidiéndome a gritos.

—No te estoy pidiendo nada —una vez más fue capaz de responderle. La voz parecía quedarse encallada en su garganta—. Déjame en paz.

—Cierra el pico. Hasta te dejaré elegir condón —habló. Se giró para seleccionar dos cajas diferentes de preservativos, y aún pudiendo hacerlo, pudiendo aprovechar y salir corriendo, Kyoko no pudo. Estaba congelada una maldita vez más. Cuando le devolvió la atención, le enseñó dos envoltorios diferentes—. ¿Cuál vas a querer? Soy un puto romántico, no puedes negarlo.

Observó su cara todavía más tensa. Ella tragó saliva sin darle una respuesta. Niragi dedujo algo importante, entonces. La sonrisa en sus labios fue borrándose con lentitud. Luego bajó los brazos.

—Joder —pronunció. Había cierta sorpresa en su tono de voz. Kyo apretó la mandíbula con más fuerza que nunca—, ¿eres virgen? Estás dando mucha pena ahí parada. Empiezo a pensar que lo eres.

Suficiente humillación por el momento. Al fin reaccionó, y se agachó para coger las cosas que habían volcado y meterlas en la cesta. Niragi se quedó mirándola, con la lujuria reflejada en su cara. A la muy zorra no se la han metido de verdad, pensó. Y lo soltó.

—¿Entonces es así? ¿No has tenido a ninguno dentro de ti?

—Cállate.

Terminó de recogerlo todo y se encaró a la puerta de salida. El pelinegro la siguió de cerca, sin soltar las dos cajas de condones.

—Es cierto —se confirmó a sí mismo. La joven continuó hacia el coche, apartando un mechón de pelo que se le cruzaba por los ojos por culpa del viento—. No sabes lo que acabas de hacer.

Acababa de tomarlo como reto personal. La incredulidad se personificó ante él.

—¿Hacer yo? —se giró de manera brusca, encarándolo. Ahí salía su carácter—. ¿Cuál es tu problema? ¿¡Pretendías violarme o...!? ¿O...? ¿O qué mierda? ¿Qué querías?

—Eh, muñeca. No te aconsejo hablarme así.

—¿Qué ha sido eso? —le exigió saber. Abrió la puerta trasera del vehículo cuando vio que no tenía contestación y metió la cesta en el interior—. Maldita sea, sois todos iguales. Te dije que pararas y no lo hiciste.

Niragi apoyó una mano en la parte móvil, y de un solo empujón fuerte logró cerrar. La joven tuvo que apartar sus dedos para no pillarlos allí donde las placas se pegaban. Miró con asombroso esa acción, ojos bien abiertos. Casi le rompía los huesos.

—Bonita —captó su atención, volviendo a formar una de esas sonrisas repelentes—, me has seguido el beso. Podrás meterte en un papel de víctima, pero un poco más y gimes mi nombre solo por rozarte.

—Eres la persona más desagradable que he conocido nunca.

—Eso tenlo por seguro.

hangover ; chishiya shuntaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora