83. TENGO MUCHA SUERTE

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—Tiene que ayudarme, necesito entrar urgentemente —comienzo a perder la poca paciencia que me queda, si no me dejan entrar por las buenas lo haré por la malas, pero no me voy de aquí sin saber si Candace está bien.

—No puedo ayudarte —me aparta con el brazo.

Pulso el botón de llamada, espero un tono y después otro, pero Candace no contesta. Lo intento varias veces más, comienzo a quedarme sin batería en el móvil, y temo que a ella le haya pasado igual. No me habría llamado si estuviera bien, sé que ella no lo haría, y mucho menos después de lo de hoy.

Miro alrededor buscando alguna otra posibilidad, la cola es infinita, jamás entraré a tiempo. Un grupo de chicas me observan sin cortarse, me he puesto lo primero que he pillado sin pensarlo demasiado, debería haberme puesto otra cosa, porque ahora me va a costar mucho más poder acceder.

Una de ellas, no ha dejado de mirarme desde que me he apartado en una esquina. No sé si es el sueño o el miedo de no saber si está bien, pero creo conocerla, su cara me resulta familiar, pero no sé de qué.

La chica morena que me mira fijamente comienza a andar en mi dirección con seguridad, meneando las caderas de un lado hacia el otro. Es muy atractiva, su seguridad la hace muy sexi, y el vestido que lleva se adapta a sus curvas potenciándolas mucho más. Un fuerte perfume caro impregna mis fosas nasales en cuanto se para de frente. Observo sus ojos color celeste, y soy consciente de que, aunque tiene un color similar, nunca voy a encontrar unos que me hagan sentir tanto como los de Candace.

—¿Estás solo? —es directa, de eso no me cabe duda.

—Intento entrar dentro, pero parece que es imposible si no estás en lista.

—Yo puedo solucionar eso —sonríe de lado.

Esta es mi oportunidad. Me relajo e intento seguirle el juego.

—¿Estás en lista?

—Claro, cariño, ¿es que no sabes quién soy? —chasquea la lengua— Deshazte de esa sudadera, que se te vea un poco más de piel, y acompáñame, esta noche eres mío.

Bajo la cremallera y me la quito, la ato en mi cadera y asiento con la cabeza. Lo primero es conseguir entrar, una vez esté dentro, ya veré como me la quito del medio. La sigo hasta el grupo de chicas con el que estaba y siento todas las miradas puestas en mí, unas de sorpresa, de inconformidad y otras depredadoras. Trago saliva y me mantengo en silencio hasta que volvemos al punto de inicio, el portero.

—Natalia Guiza —pestañea con sensualidad y el portero asiente con la cabeza— Todos vienen conmigo.

Esta vez el portero frena la mirada en mí y me reconoce enseguida. Mueve la cabeza y me sonríe de lado. Me relajo, no me va a impedir el paso esta vez.

Me quedo pensando en el nombre que acaba de decir, y caigo en la cuenta de quién es ella, la supuesta amiga de Candace que no podía saber que había estado tonteando con Izan, sabía que su cara me resultaba familiar, pero jamás habría imaginado que ella pudiera acercarse a mí a hablarme y que conseguiría hacerme entrar.

Creo que no me ha reconocido, y la verdad lo prefiero así. Me arrastra de la mano hasta un reservado, me pone una copa en la mano sin preguntar y me incita a beber. Le doy un trago pequeño tras su insistencia y se acerca más a mí para bailarme demasiado cerca para acabarnos de conocer. Me quedo de pie, paralizado. Tiene un cuerpo de escándalo, y en otra situación este podría ser el mejor día de mi vida, pero resulta que hay un coñazo de niña con el pelo cobrizo que no sale de mi cabeza, y aunque tenga a una mujer preciosa a pocos centímetros de mi boca, yo solo quiero salir de aquí y buscar a Candace.

Amor con fecha límite #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora