—¡Mavis!

—¿Campanilla? —sorprendo cuando advierto de su presencia revoloteando al adentrarse en el lugar junto al colorido colibrí—. ¿Zulu? ¿Dónde habéis estado?

—En la Hondonada no paran de comentar que asaltaron el escondrijo de Peter y Los Perdidos, ¿estás bien?

—Sí, por suerte no me encontraba allí debido... —acallo antes de concluir mi frase al ser consciente de lo que he estado a punto de escupir, mas Campanilla no pasa por alto la evidencia y revolotea frente a mí, ladeando su cabecita:

—¿Debido a qué?

Gesticulo un mohín quejoso y aprieto los labios; sin embargo, sus azulados ojitos me insisten a otorgarle una respuesta. Oh, maldición.

—Debido a que... estaba con Peter —aclaro.

Sus diminutas pestañas revolotean.

—Que ¿qué? ¡Mavis!

—Lo siento, hubo un percance y él...

—Dime por favor que no ha ocurrido nad... —No termina su explicación, su minúsculo cuerpo se aproxima a mi rostro, examinándolo de cerca; súbitamente, su blanquecina y brillante piel desencadena un color rojizo—. ¡Te lo ha dado!

¿Darme?

—¿Qué? ¿El qué?

—¡El beso escondido! —apena, llevándose las manos a la cabeza—. Oh, no, no, no.... ¡Esto es un desastre...!

—¿Tú también sabías lo del beso escondido? —interpelo.

—Todos en Nunca Jamás conocen la leyenda del beso escondido de Peter.

Mis pestañas revolotean frenéticamente antes de sacudir mi cabeza; ¿leyenda?

—¿Qué leyenda? —curioseo; Campanilla me elude por unos instantes, mas decido insistir—. ¿Campanilla?

Ella suspira.

—El beso de Peter, aquel cuyo otorga una promesa a quién lo posee.

—¿Y qué quieres decir con eso?

Campanilla se acerca a mi rostro:

—No permitas que te atrape, Mavis; antaño su promesa era inofensiva, mas ahora desconozco sus intenciones.

Ruedo los ojos.

—Si no me lo explicas, no podré entenderlo.

—No soy yo quien debe hacerlo —dice, posando su pequeña mano sobre mi comisura derecha—. Desconozco el por qué después de tantísimo tiempo, mas no te permitas bajar la guardia, Mavis.

Pero...

—Un momento...

—Debemos irnos, está anocheciendo.

Campanilla me sonríe con dulzura y roza su naricita con la mía, cediendo camino a Zulu para despedirse también de mí. Ambos desaparecen, generándome dudas sin respuesta. Blasfemo en mis adentros en un bufido irritado. Maldita sea. Sólo hago que hallar preguntas en este lugar cuando únicamente quiero soluciones.

Inspiro con profundidad, repitiéndome reiteradamente un cálmate para no ceder a la agonía que me genera todo ser viviente de esta isla. Tengo la impresión de que todos saben más de lo que me ofrecen, mas —por temor o lo que quiera que sea— deciden no decírmelo. Desvío mis ojos hacia el ventanal; desconozco el cuándo ha anochecido, mas apresuro mis andares hacia el bol. Necesito enfriar mis ideas, sin embargo, cuando vuelco el agua sobre mí, mi cuerpo desprende un espasmo que me paraliza en el sitio. Mi mente se queda en blanco mientras mi mirada se desliza hacia mi pecho; el colgante de luna tiembla en mi piel. Percibo un llamamiento a lo lejos, cediendo a él cuando mis manos dejan caer el bol groseramente al suelo. Mis pies se encaminan hacia la puerta de la cabaña y desciendo, dirigiéndome hacia los adentros frondosos de la jungla.

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