─ ¿Entonces qué hará usted? Lord Patrick. ─Pregunto Adella.
─Improvisare─ Respondió el diseñador. Pasaron cinco segundos en silencio, las chicas seguían sin moverse. Repentinamente Lord Patrick comenzó a aplaudir, más desesperadamente en esta ocasión ─ ¿Qué esperan? Suban, suban, ¡Dense prisa! ─Exclamo fatigado, la jovencitas obedecieron al instante y subieron los escalones rápidamente.
Nunca se había imaginado encontrase en tal momento. Siempre había sido puntual, cumplido, y sobre todo con lo que necesitaba y buscaba al alcance de su mano.
Suspiro. No tenía otra opción.
Volvió a mirar a través del cristal de la ventana. Lady Glitter seguían sin bajar, por el momento solo deseo que eso durara cinco minutos más.
Decidido a no perder más tiempo, corrió por debajo de los grandes escalones y salió por la puerta trasera de la mansión.
Irene aún seguía perdida en sus pensamientos. Cuando un destello de luz en el suelo frente a ella llamo su atención.
La pequeña puerta de madera se había abierto. Un hombre salió de esta, apresurado miraba de un lado para otro. Vestía elegantemente, probablemente el diseño más extravagante vestido por un hombre que Irene había visto en su vida.
Llevaba altas botas negras de cuero bordeadas de oro, a juzgar por la persona, dudo que fuera solo pintura. Un pantalón negro, muy ajustado en su opinión, una camisa blanca y un chaleco verde metálico, el cual también llevaba encajes dorados por doquier, múltiples figuras bordeándolo por completo.
Irene lo conocía, el rostro fino y el cabello oscuro.
Era la persona del momento, Lord Patrick Van Quee.
Ella no alcanzaba a entender que había sucedido para que tal persona se viera así, alerta, mirando de un lado a otro, observando a la muy poca gente que pasaba en esos momentos por el lugar. ¿Acaso había ocurrido algo dentro de su mansión? ¿Estaba huyendo de su propio hogar? Pero Irene hizo a un lado esas ideas, era claro que no se trataba de nada de eso.
Sin darse cuenta, había ralentizado su paso, hasta quedar prácticamente de pie en el mismo lugar observando al hombre.
Para cuando Irene decidió que seguiría con su camino ya era demasiado tarde.
Lord Patrick la miraba, ella no estuvo segura pero por un momento creyó ver el más mínimo atisbo de sonrisa en la boca del hombre.
Se acercó sin dudar a ella y la tomo del brazo. Al instante Irene puso sus sentidos alerta.
─ Oh, Gracias al destino por ponerte aquí ─Exclamo el hombre con euforia.
Irene frunció el ceño algo confundida.
─ ¿A mí? Lo...Lo siento pero me está confundiendo ─Dijo en respuesta. Intento alejarse de la mano de hombre, pero este puso más fuerza en el agarre. Sin embargo seguía sonriendo aliviado claramente.
Comenzó a jalarla.
─No, no, no, de ninguna manera ─Dijo Lord Patrick ─ ¿Te molestaría ayudarme? Solo serán cinco minutos, puedes dejar tu canasta dentro...
Al instante Irene freno sus pies. Ya estaba a medio camino, Lord Patrick, increíblemente era fuerte, por lo que la jalaba con cierta facilidad, adentrándola a la mansión.
─No...No sé quién es usted, yo... ─Intento mentir, pero enseguida reparo en que era la cosa más absurda que pudo haber dicho.
─¡Oh por Dios! Todo mundo me conoce niña, ahora ven, te necesito, ayúdame y te pagare...
Ahora el tono de Lord Patrick se había convertido en preocupación y tensión. No dejaba de hablar y suplicar mientras que Irene trataba de librase del agarre.
─Lo siento pero...
─Solo una vez, no será cosa de otro mundo ─Dijo aún más suplicante el ahora, preocupado y desesperado diseñador. En ningún momento aflojo el agarre.
Irene ya estaba prácticamente dentro de puerta.
Con el jalar no se dio cuenta en ningún momento de la cantidad de comida que estaba derramando de la canasta. En un momento más tranquilo se habría sonrojado, ahora le importaba en lo más mínimo la comida derramada o las marcas que estaba dejando en el camino tratando de sepultar sus propios pies.
Sabía que el extravagante diseñador no se daría por vencido.
Suspiro y trato de relajarse.─De acuerdo.
─Magnifico ─Respondió Lord Patrick fugazmente, a continuación la introdujo a la mansión y cerró la puerta tras ella. El nunca antes había estado tan apresurado y ella tan confusa por tantas cosas en una sola noche.
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El Laberinto de los Caballeros 1
Romance1865 Ella es una doncella de nombre; Irene de Luna, una señorita de 21 años, humilde, carismática e inocente. Por obra del destino y dañada moralmente por personas de la clase alta decide huir del pueblo, dejándose llevar por el dolor, las lagrimas...