Zoro no cabía en su asombro, para empezar, ¿desde cuándo Luffy se levantaba tan temprano en la mañana? no lo creía. Para concluir, ese tipo había venido a dejarle comida. Tan esmerado en su tarea, olvido comer. Sus tripas gruñeron.

—Y sí que tienes hambre—. Dijo el ojizarco —Anda, come.

Sostuvo la canasta y la miro, ¿algún tipo de broma o trampa? La abrió y no ocurrió absolutamente nada. Pues no lo es. Pensó. Dentro de la canasta yacían unos cuantos onigiris, olían al arroz recién cocido y al alga, que buen olor.

—Ya terminaste con las últimas rosas, supongo que me las llevo—. Tomó la canasta llena de rosas y las inspeccionó —No hiciste un mal trabajo para ser la primera vez que lo haces—. Comentó mientras divisaba el tallo de cada rosa cuidadosamente cortado. 

Y realmente no era la primera vez que lo hacía; cuando el jardín del orfanato necesitaba un retoque, las hermanas prácticamente obligaban a los mayores a ayudar con la limpieza y la instalación de nuevas plantas alrededor del lugar. Él era uno de los que siempre debía estar presente en esas ocasiones.

—No piensas comer ahí, ¿verdad?— expresó el ojizarco.—Sígueme, hay unas mesas cerca del viñedo—. Se dio la vuelta y caminó.

El peliverde permanecía ahí, agachado e incrédulo.—Apresúrate o se van a enfriar—. Masculló el rubio.

Zoro se quitó los guantes, se levantó y caminó detrás del rubio. Sanji, luego de entregar la última canasta de rosas a los encargados de llevarlas hasta el Baratie, acompañó al peliverde durante su comida, limitándose a ver cómo deleitaba cada bocado y cómo lo miraba de reojo de vez en cuando.

Sanji apoyaba su codo en la mesa y desviaba la vista al suelo, mientras su otra mano se encargaba de sostener un cigarro y acercarlo a su boca para inhalar un poco. Zoro dejó de prestar atención a las acciones del rubio y se dedicó solamente a comer, no quería sacar conversación mas sentía que debía. Cuando lo iba a hacer, el contrario se le adelantó.

—¿Cuál es tu nombre?— preguntó sin mirarlo.

Debes ver a las personas cuando les hablas. Le pareció descortés la forma de dirigirse del rubio, aun así contestó.

—Roronoa Zoro—. Dijo con simpleza y masticó el arroz— ¿El tuyo?

—Sanji... Vinsmoke Sanji—. Inhaló un poco de tabaco —¿Qué los trajo acá?

Zoro se quedó quieto, viendo únicamente el onigiri en su mano. No supo qué responder ante eso, así que prefirió dar una razón diferente.

—Empleo; y un médico para Luffy—. La última frase no mentía; de todos modos, en algún otro momento, el blondo se daría cuenta de lo que pasó; ya que su padre, el jefe, lo sabía.

—Luffy, ¿así se llama tu amigo?—

—Sí—.

—¡Zoro! ¿Estás por aquí?— Hablando del rey de Roma, la voz de Luffy llegó a sus tímpanos, y sus pasos se acercaron cada vez más. —Oh, ahí estás—. Aceleró el paso y llegó a la mesa donde se encontraba el mayor. 

—¡Sanji! Hola de nuevo—. Al verlo, le dedicó una cálida sonrisa al rubio. 

—Hola, Luffy—. Correspondió con otra sonrisa.

—Hey, Luffy, ¿qué haces por aquí?— cuestionó Zoro. Ahora que lo pensaba, el pelinegro se estaba dando el gusto de conocer a todas las personas del lugar, probablemente Luffy conocía más a los demás empleados que él.

—Bueno... Es que...—el menor jugó un poco con sus dedos, entrelazándolos.

—Te aburriste...—Luffy desvió la mirada sintiéndose descubierto. Zoro ya lo suponía, ni siquiera él supo el por qué de su pregunta. Quizá esperaba algo que lo sacase de esa situación.

Ruleta rusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora