—Artemisa es una mujer fuerte y tengo lazos con ella. Pero... —mira la careta— ¿Estás llorando?

—Estoy bien.

—Quítate la máscara. Quiero hablar contigo. — Trata de retirarla.

El aire cargado de perfume provoca que Artemisa comience a llorar. El aroma le irrita los ojos y la envuelve en una sensación de incomodidad.

—Déjame, no... —Musita —No... — Intenta escapar.

—Necesito saber que eres tú. — Artemisa cae sobre Damien, y ambos terminan en el suelo.

Su cuerpo cae sobre el pecho del rey demonio. Él levanta su rostro y sus ojos se encuentran con los de ella, unos ojos morado-azulados que reflejan la luz amarillenta del entorno. La sorpresa y la intensidad se entrelazan. Artemisa arregla su cabello, y, al hacerlo, la máscara se desliza hacia abajo. Damien, con el rostro completamente atrapado en el momento, no puede evitar sentirse cautivado.

—¿Por qué escapas de mí? ¿Acaso quieres morir? — Su voz se eleva en un grito de furia. — ¡Te vienes conmigo!

—Déjame, quiero irme. — Se levanta para escapar, pero Damien la empuja contra la pared.

—Te voy a castigar por tratar de escapar de mí. Nadie me trata de esta manera. ¡Oíste! —Sujeta con fuerza la muñeca de Artemisa, apretando tanto que sus nudillos se ponen rojos. —Vas a ser mía.

—Déjame ir... —Gime de dolor. —Conoces mi posición. Nunca amaría a un monstruo como tú.

Ambos se miran fijamente, sus ojos cargados de emociones complejas. Una lágrima recorre la mejilla de Artemisa mientras se enfrenta al tormento interno que le causa la idea de que cambiar a un monstruo es algo corrompido. El pensamiento de un futuro juntos, con hijos violentos y un matrimonio sombrío, la atormenta.

El monstruo no logra comprender cómo funciona la mente de aquellos a quienes ha lastimado. Aunque no siente remordimiento, busca una forma de acercarse a Artemisa. Después de reflexionar, decide invitarla a bailar.

—Te queda bien. Nadie debe saber de ti. Solo yo entiendo cómo te sientes. —Le coloca la máscara nuevamente. —Lamento haberte lastimado. —Luego hace una diadema con rosas rojas y se la pone en la frente. —Así te ves preciosa. Ven, vamos. —Le extiende las flores.

—No voy a ir. — Devuelve las rosas.

—¡Ven de una maldita vez! Se hace lo que yo diga. ¡Ahora! —Arroja las rosas al suelo.

—Me niego con toda razón. No moveré mi cuerpo a ningún sitio.

—Te voy a hacer sufrir si no me obedeces.

—Me niego. — Cruza los brazos.

***

Después de 30 minutos

***

En medio de la pista de baile, las luces de colores envuelven a Artemisa y Damien, quienes, en un esfuerzo por ganar, intentan impresionar al jurado con sus movimientos. La competencia no resulta como esperaban, pues las espirales de luces y la intensidad del momento comienzan a opacar la sincronía perfecta entre ellos. Los planetas que los observan permanecen estáticos mientras ambos, impulsados por la adrenalina, se esfuerzan al máximo.

Pero el tiempo y la presión transforman el descontento en algo más complejo. Artemisa y Damien, en silencio, se toman de las manos. Sin decir palabra alguna, se sincronizan en su danza. El comportamiento que antes era arrogante y frívolo se suaviza, y las sonrisas que antes eran contenidas ahora emergen espontáneamente.

A medida que giran, las extrañas sensaciones surgen en el aire. Damien, incapaz de resistir, se acerca más a Artemisa, pero ella, con firmeza, aleja sus manos. A pesar de la atracción palpable, continúan bailando, probándose mutuamente, pero evitando la independencia de sus movimientos.

Ambos han logrado una armonía en sus pasos, y por un breve momento, las tensiones se disipan. La sala se llena de una nebulosa de pasión y aventura, mientras el ambiente se torna más cálido y acogedor, casi como una fragancia floral que envuelve sus cuerpos. La melodía que emana de sus movimientos se fusiona con el entorno, haciendo que el tiempo parezca no avanzar ni retroceder.

Mientras giran, se dan cuenta de que la solución más efectiva no está en obsesionarse con el control ni en negar los sentimientos del otro. No se trata de siempre tener la razón o de huir ante la mínima equivocación. Por un momento, escuchan al alma del otro. La diversión se convierte en el principio de su nueva relación, una que se distingue de sus rutinas pasadas. Las risas surgen en medio del caos, trayendo una transformación en ambos.

Mientras continúan su danza, sus corazones laten al unísono, y el entorno cambia para reflejar esa comprensión mutua que ambos han logrado alcanzar. La última lección de su encuentro es clara: comprender es la clave para todo.



















The Art Of Artemisa (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora