Las manos era una parte del cuerpo que casi nadie nota con escrupulosa dedicación como lo hace con el resto de los atractivos. Tener las manos de Junhui ahí, con sus lindos dedos y su fuerte agarre, fue como tenerlas abrazando su torso, recitando dulces dedicatorias en sus oídos, sumido en dulces inspiraciones. Fue casi un hecho cuando Jun ubica su cabeza en perfecto acople con la de Cheol, apiñando sus cuerpos y escuchando hasta sus motores. "Cheol", susurró.

Deberían estar echando las verduras en la sartén y esperando a que la parrilla eléctrica caliente, deberían, pero estaban condensando sus aires.

Junhui suelta el cuchillo cuando la mano de Cheol acaricia gentilmente la suya, desde sus uñas hasta agarrar su muñeca y devolverse para enredar los dedos de ambos. Sin embargo, aún con sus pechos bulliciosos, uno lo sentía erróneo y el otro muy precipitado. Ya no eran novios y eran adultos, no tan viejos, pero chiquillos ya no. Podrían tener un rostro pueril, pero lo alto y ancho de Junhui, con lo fornido de Cheol, ambos se reconocían mayores.

No solo era de apariencia, también de acciones. Cheol, se supone, no volvería a sentir cosas indecibles, como si una fuerza se negara a desabrochar el cordel que lo unía a Junhui, que tenía sus pensamientos más hostiles frente a cualquier idea de arranque que, el hombre que lo sacaba de su cascarón, tendría como un delgado escudo de arena.

Con todo aclarado, Junhui aprieta su abrazo y le regala un beso a aquella mejilla, cuyo calor perfectamente podría freír las verduras. Hasta sintió quemar sus labios, pero era consciente de que solo era como su ansiedad lo recibía. Cheol se negaba a hablar. "Te juro que no he dejado de pensar en ti. Solo quiero despertar en tus brazos, sentirme importante y amado, aunque solo sea un engaño tuyo. Soy capaz de aceptarlo con tal de pertenecer a tu corazón".

El balance de Cheol se trastornó cuando esa voz y ese airecito de sus lentas y moderadas respiraciones lo cachetea. Ese no era el Wen Junhui que conoció y creyó conocer bien, porque ya no era ese joven con alma de niño que lo hacía su gancho. Wen Junhui no actuaba como un joven, no hablaba ni se expresaba ni lo trataba como uno. Se sentía perdurable en felicidad, alimentado en cariño, cubierto de una madurez difícil de creer.

No podía comprender por qué lo trataba así: caballeroso, dedicado, mimoso, paciente y apasionado. Todas esas cosas demostradas para él: Choi SeungCheol.

Una vuelta cuando su cuello terminó colonizado por los besos y se cerraron para ser dados directamente en sus apretados, celosos y románticos labios, en los tercos labios de Junhui, quien no se rendía. "La cebolla aún te está haciendo llorar", susurró, despejando de sus ojeras las lágrimas que ardían con el picor en sus ojos.

Abrazó a Cheol y dejó escucharse abanicar por los resuellos que el más bajo le dedicaba sin querer, por el desabroche de su delantal y el inescrutable silencio que lo delataba ante el peor enemigo de cualquier negación: el amor.

Al apartarse, supuso que perdería la paciencia y arrancaría con el culto al amor que tanto anhelaba tener, otra noche, solo pedía eso. En cambio, sólo pudo respetar la escapada de Cheol del departamento, mientras lloraba, y no era por la cebolla. Junhui también lloró, golpeó la mesa y se echó durante horas, hasta quedarse dormido ahí mismo.

...

Pensó que la depresión lo estaba atisbando, mientras veía el techo como un moribundo mira la luz. Llevaba una hora, sin música, sin siesta, solo el techo y sus ojos en sagrado matrimonio.

Tenía insectos excavando en el centro de su médula, extrayendo los pesares, así como todo el lloro que mojó la cama durante la noche. El simple pensamientos de volver a olerlo y besarlo como lo olió y beso hace centenas de noches lo fracturaba, y no el tobillo. Simplemente no se sentía completo para volver a despertar y verlo, abrazarlo y desearle en cada noche de frío y cada mañana de siesta. Aún tenía lo último ocurrido con SeungKwan proyectado cada vez que se le venía a la mente el nombre. ¿Qué clase de insensible sería?

Miaw! Mío • JunCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora