𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟖

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—¡¿La qué?! —exclamó Soleil con aspereza.

—La Brigada Inquisitorial, Gryffindor —repitió Malfoy, y señaló una «B» y una «I» diminutas y plateadas que llevaba en la túnica, debajo de la insignia de prefecto—. Un selecto grupo de estudiantes que apoyan al Ministerio de Magia, cuidadosamente seleccionados por la profesora Umbridge. Los miembros de la Brigada Inquisitorial tienen autoridad para descontar puntos. Así que, Granger, a ti te voy a quitar cinco por hacer comentarios groseros sobre nuestra nueva directora. Macmillan, cinco puntos menos por llevarme la contraria. Y a ti otros cinco porque me caes mal, Potter. Soleil, una pena que no me hayas hecho caso cuando te lo advertí, veinte puntos menos. Weasley, llevas la camisa fuera de los pantalones, tendré que quitarte cinco puntos por eso. Ah, sí, se me olvidaba, eres una sangre sucia, Granger: diez puntos menos.

Ron sacó su varita mágica, pero Hermione lo apartó y susurró:

—¡Quieto!

—Una actitud muy prudente, Granger —musitó Malfoy—. Nueva directora, nuevas reglas... Pórtense bien, Pipi-pote, Rey Weasley...

Y dicho eso se alejó riendo a carcajadas con Crabbe y Goyle.

—Se estaba marcando un farol —dijo Ernie muy afligido—. No puede ser que esté autorizado a descontar puntos... Eso sería ridículo..., desmontaría por completo el sistema de prefectos.

Pero Harry, Soleil, Ron y Hermione habían girado automáticamente la cabeza hacia los gigantescos relojes de arena que, instalados en hornacinas a lo largo de la pared que tenían detrás, registraban los puntos de las casas. Aquella mañana Gryffindor y Ravenclaw iban empatados en cabeza. Mientras ellos miraban, unas cuantas gemas ascendieron, con lo que disminuyeron las que había en la parte inferior de los relojes de ambas casas. El único reloj de arena que no cambió fue el de Slytherin, lleno de esmeraldas.

—Lo han visto, ¿verdad? —comentó Fred.

Él y George habían bajado por la escalera de mármol y se reunieron con Harry, Soleil, Ron, Hermione y Ernie frente a los relojes de arena.

—Malfoy acaba de descontarnos cincuenta puntos —explicó Harry, furioso, mientras unas cuantas gemas más pasaban de la parte inferior a la superior del reloj de arena de Gryffindor.

—Sí, Montague también ha intentado jugárnosla en el recreo —aseguró George.

—¿Qué quieres decir con eso de que lo ha intentado? —preguntó rápidamente Ron.

—No ha podido pronunciar todas las palabras —explicó Fred— porque lo hemos metido de cabeza en el armario evanescente del primer piso.

Hermione estaba horrorizada.

—¡Ahora sí que se han metido en un buen lío!

—No hasta que Montague reaparezca, y pueden pasar semanas. No sé adónde lo hemos enviado — comentó Fred, impasible—. Además... hemos decidido que ya no nos importa meternos en líos.

—¿Les ha importado alguna vez?

—Claro que sí —respondió George—. Nunca nos han expulsado, ¿no?

—Siempre hemos sabido cuándo teníamos que parar —añadió Fred.

—A veces nos hemos pasado un pelín de la raya... —admitió su gemelo.

—Pero siempre hemos parado antes de causar un verdadero caos —dijo Fred.

—¿Y ahora? —inquirió Soleil, vacilante.

—Pues ahora... —empezó George.

—... que no está Dumbledore... —siguió Fred.

—... creemos que un poco de caos... —continuó George.

𝑮𝒓𝒚𝒇𝒇𝒊𝒏𝒅𝒐𝒓 ² [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora