- El dueño se hace llamar Mango. Ve a buscarlo - le indicó.
- ¿Cuál es el cargo?
- No hay necesidad de leerle sus derechos. Solo traelo - hizo una floritura con su mano, girando su mirada al frente, como si tuviera un gran desinteres en el asunto.
Ella no contestó. Permaneció allí, medio inclinada sobre él, con la mirada seca sobre su figura, que se removía para sacar un chicle del bolsillo del pantalón y llevárselo a la boca.
- Ve - la sacó de sus pensamientos, y ella, sin asentir, se dió la vuelta para marcharse.
Abrió una puerta después de caminar un rato, dentro, unas luces de color azul fueron lo único en recibirle, en permitirle observa el estrecho pasillo que se extendían unos seis metros más hasta la próxima apertura. La música sonaba a cantaros, era fuerte, vibrante, digna de aquella clase de fiestas incompetentes, ruidosas, descuidadas. Dentro habría seguro rostros de buen porte, con abrigos caros, con cigarrillos entre los dedos, de aroma costoso, anillos llamativos, pero jamás burdos. No iban personas burdas a esos lugares, los burdos eran quienes atendían. Había allí algo que conocía desde adentro; no sería, jamás, Mu-jin quien atendiera uno de esos bares, ni Tae-ju, ni Jae-ri, no era la cúspide, sino alguna parte del sótano. Se notaba, pensaba ella. Era, quizá, para mantener intacto el ego de los compradores. De sentirse por encima. De saber que estaban allí en secreto. Porque para ella, a las personas ricas les fascinaba la idea de tener trapos sucios, de cometer algo así, las manos de alguien que no debería tocarles debajo de la camisa, del escote del vestido, la respiración en la nuca de un secreto, las drogas en la sangre, el miedo fuera.
Una mano agarró su hombro. No fue amigable. Esos lugares no estaban abiertos a todo público, y no era ella, por supuesto, uno invitado a pasar.
No fue como si le importara mucho.
- Disculpa, ¿quién eres? - Hye-jin se soltó bruscamente de aquel agarre. El hombre llevó el rostro ligeramente hacia atrás cuando ella volteó, como sorprendido, pero no lo suficiente.
- Vengo a ver al jefe - contestó, serenada.
- Ya veo - se levantó del asientito que ocupaba, viéndole de arriba a abajo. Al hacerlo, ladeó una sonrisa - ¿Eres su nueva chica?
Caminó a su alrededor, como un depredador que camina alrededor de su presa. Hye-jin le siguió con la mirada, viéndole seriamente, sabiendo que tenía en mente. Como le miraba, pensando que ella le tendría siquiera algo de temor a él, y como aquel lo disfrutaba profundamente. La sangre le hirvió ligeramente, como una pava sobre el agua. Ella no podía estar más lejana a temerle; le enfurecida, porque era propensa a la cólera, no al pavor, y era aquello terrible, porque no había sabido jamás como serenar el fuego que se desprendía desde su interior, y que lo quemaba todo.
- Eso no es lo mio - dijo finalmente. A Hye-jin no le importaban mucho las sutilezas de la vida, así que rebuscó entre su ropa y mostró su carnet de policía -. ¿Dónde está mango?
- No está aquí, vete - contestó, empujándole bruscamente por la espalda hacía la salida.
- No me pongas las manos encima - espetó, volteándose furiosa.
- Solo vete...
Su voz se torció antes de acabar.
Hye-jin estampó sus nudillos en el rostro de aquel hombre con furia, sin piedad, sin resentimiento, con algo de apresuro. Quería sacárselo de encima, pero sobre todo, quería que viese que no era ella la que debía temerle. Le golpeó unas dos o tres veces más antes de que la empujara; la lanzó contra la pared a su costado, y como era cercana, porque el pasillo resultaba poco amplio, el ruido fue estrepitoso, aunque nadie repararía de aquello ni dentro ni fuera. Los labios secos, la garganta áspera y la lengua quemádole fuego mientras se dió cuenta de que estaba tan enojada como había estado gran parte de su vida, y se preguntó por qué, por qué debía ella aquello, por qué era la ira el recuerdo más nostálgico, la tristeza, el desamparo, el abandono, por qué razón era una niña, de pronto, sola. Su cuerpo en el piso jadeaba, jadeaba buscando algo en su bolsillo, cuando fue asida del cabello. Era corto, pero no impidió que el hombre enredara los dedos entre la maraña negra, y tirara de ellos para empujarla.
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angel eyes, my name
FanfictionMira en sus ojos de ángel. Una mirada y estás hipnotizado. Ella tomará tu corazón y debes pagar el precio. Mira en sus ojos de ángel. Pensarás que estás en el paraíso. Y un día descubrirás que usa un disfraz. - ABBA.
capítulo vii.
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