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- ¡Ya te dije, mujer estúpida! ¡A mí me gusta la sopa caliente! ¿¡Es que acaso ese niño no sabe hacer nada bien!? - gritó con enojo aquel imponente hombre, a la vista del pequeño niño, ese señor a quién llamaba "padre" era tan alto como una palmera y tan ancho como una ceiba.

- ¡Perdón, perdón! ¡Fue mi culpa! - respondió la mujer mientras se arrodillaba delante de su hijo en un intento de protegerlo con su cuerpo.

- ¡YO LE DIJE A ESE INÚTIL QUE CALENTARA LA SOPA! ¿POR QUÉ TE METES DONDE NO TE LLAMAN? - el sujeto no escatimó sus fuerzas cuando levantó la mano en contra de su esposa, enviándola lejos de una palmada.

El niño vestido solo con harapos se levantó de un brinco al ver como la mujer a la que más amaba salía volando por defenderlo. Sus ojitos se llenaron de lágrimas ante esa escena, pero no debía llorar, si lloraba, entonces su padre lo golpearía por ser un marica, no debía llorar, no debía llorar.

Sin embargo, no importó la cantidad de veces que repitió las mismas 3 palabras en su mente, solo era un niño al final. Pesadas lágrimas se derramaron silenciosamente por sus mejillas; sus manos intentaban sin éxito limpiar su cara antes de que su padre lo viera, pero fue un total fracaso.

- ¿Estás llorando, maldito adefesio? - preguntó con enojo y burla en sus amarillos ojos - ¡Yo te daré razones para llorar!

La casa se llenó de gritos, llantos y súplicas que nadie escuchó, y si lo hicieron, no se molestaron en ayudar, al fin y al cabo, no era su problema.

Los ruidos solo se callaron cuando el malvado hombre salió a: "despejar la mente", su esposa e hijo lo tenían agobiado de tanto ruido que hacían, él necesitaba un descanso de todo eso, y no había mejor lugar para desahogarse que la cantina del pueblo, en ese sitio al fin podría tener un respiro de la dura tarea de educar a esas bestias que se supone que eran su familia.

- Muy bien, Atsushi, papá ya se fue, todo estará bien, ¿me oyes? No debes tener miedo - la sonrisa de la mujer era brillante y hermosa, pero sus ojos demostraban lo cansada que estaba de todo - ven mi amor, vamos a jugar un poco.

El resto del día, su madre hizo los quehaceres domésticos, mientras el albino corría de un lado a otro persiguiendo mariposas. A veces él solito se metía zancadilla, pero esas caías no dolían, nunca podrían compararse con las golpizas que su padre le daba; como los golpes accidentales eran tan leves, él rápidamente se levantaba y seguía corriendo entre risas.

Fue a las 6 en punto, cuando el sol empezaba a ocultarse que su madre le dijo que se callara y entrara a casa. Cosas muy malas podrían pasar si el hombre malvado lo veía jugar afuera. La joven mujer miró con una sonrisa triste a su hijo, ella daría la vida por tal de verlo siempre sonreír, es por eso que, en un intento de darle, aunque sea una migaja de vida digna, le pidió a su esposo una cama.

Lo que ella le dijo fue que Atsushi estaba creciendo, y luego de una tormentosa sesión de quejas y gritos de parte de su esposo, este le terminó comprando una nueva cama a su hijo. La cama era muy sencilla, de una madera muy vieja, y el cochón parecía haber sido hecho el siglo pasado, pero era lo suficientemente cómoda como para descansar.

- Escúchame bien, mi amor, cuando papá venga debes de esconderte debajo de la cama, ¿me entiendes? - preguntó la mujer con preocupación y dulzura. Siempre que su esposo regresaba de la cantina se solía poner muy irritable y violento, por lo que no debía permitir que viera a su pequeño o le iba a pegar.

- Sí, mamá, ¡Me esconderé muy bien! - contestó el niño con una gran sonrisa en labios.

- Ese es mi niño - dijo la mujer mientras con cariño pellizcaba una de sus mejillas.

El monstruo que se esconde bajo la cama -Shin SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora