27. "Escapemos juntos."

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—Arlene.

—Necesito hablar con Jana.

—El palacio está altamente custodiado.

Custodiado por guardias... usuarios de Kol que yo puedo controlar, Haeran.

Y eso dio origen a un montón de preguntas: ¿Haeran sabía lo que yo era? ¿Sabía que Caos II estaba vivo y me había ayudado? ¿Él recordaba esa vida que yo seguía reviviendo a pedazos? Abrí la boca para preguntar, pero la cerré porque esa sería un conversación demasiado larga y delicada para el momento.

La brisa helada me daba escalofríos mientras cabalgábamos. Faltaban un par de horas para el amanecer, esperaba encontrarme un palacio medio vacío y silencioso. Sin embargo, al pasar los árboles espesos del camino, me detuve de golpe porque tenía un vista clara frente a mí.

El palacio estaba rodeado de guardias, la puerta del arco de entrada lucía imponente e impenetrable con tantos miembros de la milicia resguardándolos. Apreté las riendas, dudando.

Haeran puso las manos sobre las mías y tiró de las riendas para que el Visen se posicionara detrás de un árbol. Ocultos, Haeran se bajó y me extendió la mano para que lo siguiera. Exhalé con profundidad y lo hice. En la oscuridad de la noche, la palidez de su piel resaltaba y le hacía lucir más sobrenatural que nunca. Su mandíbula estaba tensa, su expresión decaída y cuando se acercó a mí, en sus ojos pude ver indecisión o quizás algo más.

—Escapemos juntos —pidió, extendiendo su mano hacia mi rostro, sus dedos rozaron mi mejilla y cuando la acunó, luché por el impulso de cerrar los ojos y perderme en su calidez, en la seguridad que él me brindaba—. No tienes que hacer esto, es peligroso. Vámonos de aquí, Arlene, juntos.

Puse mi mano sobre la suya en mi mejilla.

—No puedo, ¿a dónde iríamos, Haeran? —pregunté—. No podemos huir para siempre, no hemos hecho nada malo.

Haeran se mordió el labio y descansó su frente contra la mía.

—Sí hemos hecho algo malo, algo inaceptable para la humanidad y para los vampiros.

—¿Qué?

Haeran apretó su agarre en mi mejilla como si quisiera enfatizar su anhelo.

—Querernos de esta forma, Arlene. —Su nariz rozó la mía—. No estamos del mismo lado.

—Sigues diciendo eso —murmuré—. No sabes que lado escogeré.

Haeran me miró a los ojos.

—Sí, lo sé. —Arrugué las cejas y él continuó—: Es simple supervivencia.

Su voz sonaba adolorida, restringida como si de verdad supiera algo que yo. Así que, lo besé, porque necesitaba sentirlo una vez más. Estaba a punto de enfrentarme a docenas de guardias para intentar ver a mi mejor amiga, para obtener respuestas que pudieran aclarar las cosas entre nosotros, que pudieran explicar todo este desastre, destapar décadas de secretos, de historia confusa.

Haeran me devolvió el beso con una pasión arrolladora. Me empujó hasta que mi espalda chocó con el árbol detrás de mí y ladeó el rostro para profundizar el roce de nuestras lenguas, de nuestros labios.

Te quiero, te quiero, te quiero.

Pareciera que dijera con cada movimiento de su boca sobre la mía y luego me invadió una profunda sensación de tristeza. ¿Por qué? Tal vez los guardias me mataban apenas llegara a las puertas, ¿y si este era nuestro último beso? Enrosqué mis brazos alrededor de su cuello, sintiendo su cuerpo contra el mío.

          

Cuando nos separamos, Haeran volvió a decirlo en un susurro prohibido:

—Escapemos juntos. —Lo observé en silencio, recordando la primera vez que lo vi en el mercado de esclavos, la frialdad en sus ojos de ese día ya se había evaporado y ahora cuando me miraba, solo veía calidez y anhelo en esos ojos oscuros.

Le di un beso corto y lo abracé, enterrando mi cara en su pecho. Quise quedarme ahí con él para siempre, tal vez huir juntos no era mala idea. La sonrisa de Jana llegó a mi mente, las dudas sobre mi familia y sobre la guerra de hace tres décadas eran demasiadas. Quise ser egoísta y mandarlo todo a la mierda y escaparme con él porque lo quería, y él a mí. Deseé que la vida fuera así de simple, que solo existiéramos él y yo.

Pero no era así.

Despegué la cara de su pecho y alcé la mirada para verlo a los ojos.

—Tengo que hacer esto.

Su expresión decayó y se esforzó por darme una sonrisa.

—De acuerdo.

Le pasé por un lado para dirigirme al Visen y de pronto, sentí su mano alrededor de mi muñeca, deteniéndome. No me giré porque quería mantener mi firmeza.

—Haeran. —protesté.

Él me jaló para abrazarme desde atrás. Envuelta en sus brazos, él descansó su mentón sobre mi cabeza.

—Te quiero, Arlene —susurró y me tensé en sorpresa—. Nunca lo dudes.

—Haeran.

—Prométemelo, que nunca lo dudarás.

—Haeran.

—Promételo. —Su insistencia me hizo suspirar.

Estaba a punto de enfrentarme al peligro y quizás a mi muerte, así que una promesa más no haría la diferencia.

—Lo prometo.

Él me soltó y volvimos a montar el Visen.

Sostuve las riendas con firmeza mientras me acercaba a la entrada del palacio. De inmediato más de doce guardias se pusieron en frente de forma defensiva.

—El palacio está cerrado. Retírense —ordenó el que supuse estaba al mando.

—Estoy aquí para ver a la princesa Jana.

—La princesa Jana no puede ver a nadie ahora. Retírense, no lo volveré a decir.

Cerré los ojos e inhalé con profundidad, al abrirlos, me enfoqué como hice con Jarlen y pude ver el Kol circulando en todos ellos, llamativo casi fluorescente.

—Déjenme entrar. —Ordené y todos me miraron como si estuviera loca—. Se quedarán donde están y me dejarán pasar.

Nadie respondió, pero cuando moví a mi Visen a las puertas, ellos aún portando esas expresiones sorprendidas, las abrieron de par en par, y se quedaron inmóviles. Entramos y el gran jardín frente al palacio estaba desolado. Nos bajamos del Visen, y me apresuré a la puerta principal que estaba semiabierta.

—¡Jana! —grité, entrando a la elegante sala real.

—¿Arlene? —La reina emergió del pasillo del comedor y me ojeó completamente sorprendida—. ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo has entrado?

Y en ese momento, Jana se asomó en la punta de las escaleras.

—¿Arlene? —Y el alivio que me recorrió duró muy poco cuando vi su expresión de horror—. No, no, no.

Suyo ✔️Where stories live. Discover now