— Si no te lo bebes se va a enfriar. —  Eso fue suficiente para que el más alto decidiera darle un sorbo a esta bebida. Eso provocó que sintiera un subidón de energía repentina debido a la cafeína. No la había bebido antes. Se quedó mirando la bebida antes de darle otro trago, tomándosela entera.

— ¿Tienes más? — Preguntó nada más terminar, dejando al azabache perplejo.

— Si, pero no creo que mucho haga bien tan tarde. No podrás dormir. — Comentó al notar como el chico estaba totalmente enérgico de repente.

— Solo uno más, por favor. — Prácticamente suplicó, haciendo que su contrario soltara una risa leve antes de dejarle otro café, viendo como su contrario lo bebía gustoso. Hacía tiempo que no veía clientes tan agradecidos por una taza de café. 

— Al parecer te gustó.

— Esto está muy bueno. — Se notaba que todo su cansancio fue reemplazado por demasiada energía. Eso en parte dejaba al azabache más nervioso que tranquilo.

— ¿Y dónde está tu casa? — Decidió decir el trabajador, aún pensativo porque el chico salió del bosque. Eso hizo que el contrario se quedara en silencio, cosa que notó el azabache.

— Vivo... Con mi padre. Estoy buscando un piso de alquiler. Uno compartido estaría bien. Estoy ganando dinero para eso. — Comentó mirando su vaso, haciendo que algo hiciera clic en la mente del azabache.

— Yo estoy en las mismas. Tengo un par de problemas y un apartamento compartido estaría bien. ¿Qué dices? — Ofreció el azabache. El castaño, por su parte, sintió un escalofrío por su cuerpo.

— Bueno... depende de donde. No me gustaría tenerla muy lejos de la casa de mis padres. Si está cerca estaría mejor, ¿entiendes? — Dejó como excusa lo que dejó al contrario pensando pero no por mucho.

— ¿Dónde vive?

— Cerca de aquí.

— Bueno, seguro encontramos un alquiler cercano. Así nos ayudaría a ambos, ¿no crees? — Dijo felizmente con una sonrisa que cubría todo su rostro. El castaño, al verlo, no pudo evitar sentir las ganas del contrario por irse, por lo que suspiró. Sentía que no le podía decir que no.

— Está bien. Por mi perfecto.

— ¡Bien! Pásame tu teléfono y te agrego. —  Eso hizo que la sonrisa en el rostro del castaño se cambiara por nervios. Comenzó a revisar en sus bolsillos, como si buscara su teléfono. — ¿Pasó algo?

— Hm... No encuentro mi teléfono. Probablemente me lo he dejado en casa... Si quieres mañana paso por aquí y te lo doy. — Sugirió, dejando al azabache extrañado, quien soltó una risa nerviosa.

— ¿Está bien? Mañana trabajo de noche también. Solo espero no casi atropellarte de nuevo.

— Muy gracioso Alexis, muy gracioso. Las luces de tu coche casi me dejan ciego. — Confesó, siendo totalmente sincero a lo que dejó a su contrario riendo. 

— Y a mi casi me das un infarto. Pensé que la había liado y había matado a alguien. Nada divertido William. Y, ¿qué hacías en el bosque a estas horas? ¿No es peligroso?

 — No, que va. Solamente estaba paseando. Algún día podrías pasearte, es un sitio bonito.

Y la conversación continuó durante casi toda la noche. Eso hizo que en el momento dado, el azabache notara la hora. Las tres de la mañana. Su turno ya había terminado bastante. Eso si, su contrario parecía que era incapaz de dormir. Sabiendo que sería más inseguro ir por las calles siendo más tarde, decidió darle el aviso a su acompañante para cerrar. El chico lo entendió, asintiendo con demasiada energía para salir del establecimiento. Así, el azabache finalmente cerró. 

 — ¿Quieres que te acerque a la casa de tu padre? Con el coche. — Comentó debido al saber lo peligroso del barrio. El castaño nada más escuchar, negó.

— Es una muy... amable oferta pero, no me lo permito. Es mejor que vayas directamente a tu hogar en lugar de hacer varias paradas. Este sitio no es lo que viene siendo seguro. — Rechazó, esperando a que entendiera el por qué.

— Pero que vayas caminando por ti solo también es peligroso. Ya sabes, la gente aquí no es muy agradable y por lo que han dicho, tampoco seguros. Venga, así me aseguro que estás bien. — Volvió a ofrecer. El castaño puso las manos en sus bolsillos, dubitativo.

— Mañana nos volveremos a ver. Ahí me puedes acompañar si quieres. Ahora lo importante es que tu llegues a tu casa. — Dijo, notándose como se preocupaba por el contrario. Eso hizo que el azabache soltara una risa.

— Vaya, te preocupas mucho por mi, ¿no? — Comentó con gracia. Eso hizo que el castaño apartara la mirada, riendo de forma vergonzosa.

— Claro que si. ¿Quién me haría cafés entonces? — Se burló. Ahora el ambiente de la fría noche se hizo cálido por sus risas.

— Gracias por esta noche. La he pasado bastante bien contigo.

— Puede decir lo mismo de ti, Alexis. Ojalá mañana la podamos repetir. 

— Ojalá que si. — Fue a despedirse hasta que notó algo, y era el pelo del chico. Juraría que cuando lo vio por primera vez tenía un mechón blanco enorme, y ahora tenía unos muy pocos pelos, siendo casi invisible. Eso lo dejó confuso. — ¿Tu no tenías un mechón blanco?

— ¿Un mechón blanco? — Preguntó esta vez el castaño, quien se mostraba con temor ante aquella pregunta. Sin embargo, lo miró confuso para disimular. — ¿Estabas seguro de que tenía un mechón blanco? Quizás era por el susto que te pensaste que me viste muerto. — Bromeó un poco, haciendo que el azabache rodara los ojos y cruzara los brazos.

— Te lo digo en serio. Tenías el pelo blanco. Es como si hubiera... desaparecido. 

— No sé de que estás hablando. Ten cuidado al conducir, que parece que has bebido unas copas. —Bromeó de nuevo.

— Lo que tú digas. Ten una muy buena noche William. Espero verte mañana en mi turno de trabajo.

— Te lo prometo, de verdad. — Una sonrisa sincera estaba en su rostro, lo que dejaba al azabache feliz.

— Te creo. Buenas noches.

Fueron las últimas palabras que decidió decir el de cabellos oscuros ante de montar en su vehículo y desaparecer de la visión del castaño. Por su parte, el castaño se quedó perplejo, atento a como aquel vehículo desaparecía de su rango de vista a la vez que el chico desaparecía con él. Sintió el impulso de querer correr tras este, pero se contuvo. No sentía las ganas ni la energía de hacerlo. Bueno, hablando de energía, sentía que ese café, cosa que no había probado con anterioridad le había dado energía para toda la noche. No, para días. 

Soltó una risa divertida. Se la había pasado bien y eso que antes casi le atropellan. Se tiró a la fría nieve, sintiendo como si el frío que esta proporcionaba no era nada. Como si fuera algo normal. Se sentía alegre, una felicidad que hacía mucho que no había sentido. A quien iba a mentir. Desde la primera vez que conoció a aquel chico sintió una especie de atracción a este, ganas de quedarse cerca suya. Sobre todo por aquella gran cicatriz que tenía en su ojo. Lo engatusaba, la adoraba.

La nieve sobre su cabello le hacía parecer tenía el pelo blanco, cosa que le daba gracia. Se sentó, sacudiendo su bonito cabello castaño. Estaba totalmente del color marrón en ese momento, desapareciendo completamente el blanco que tenía cuando conoció al azabache. Sabía que la excusa que le había dado era pésima, así que le sentía algo mal el saber de que iba a desconfiar de él. Bueno, con razón. Además ahora debía pensar en varias cosas. La lio de muchas maneras, él lo sabe. Suspiró, levantándose del frío suelo. Debería consultar las cosas con su padre. Así, se adentró en el bosque que se encontraba a metros de la cafetería.

A Coffee And A Fox [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora