Sabía que su esposa era fuerte y no se rendiría tan fácil.

La omega en medio del dolor de su pérdida y el nacimiento de su bebé, luchó y se aferró a la vida. Sintió morir en vida cuando perdió a su alfa, pero al ver a su cachorro, le hizo superar los obstáculos.

Cuando en una pareja de destinados, alguno de los dos muere o rompen el lazo, lo más probable es que tanto omega o alfa mueran tiempo después. Ese es el mayor riesgo que tienen las parejas enlazadas.

Pero con la familia Jeon, las cosas eran muy distintas. Ellos son fuertes, tanto en cuerpo, como en espíritu, luchan con uñas y dientes por sus seres amados y por sus vidas. Pero esa vez la batalla la perdió el señor Jeon, la Diosa luna quiso que se marchara el mismo día que nacería su hijo y así lo hizo.

Los doctores pensaron que al estar el lazo roto, tanto omega como cachorro morirían. 

Que equivocados estaban.

Sí, Haneul perdió a su alfa, pero ganó ganas de vivir a causa de su pequeño conejo.

Así fue como ahora solo eran Haneul y JungKook, madre e hijo siempre juntos.

Desde que JungKook nació, y Haneul perdió a su amado, ella jamás posó sus ojos en otra persona. Simplemente se dedicó a amar y cuidar a su pequeño conejo.

Los años pasaron el pequeño JungKook creció, se presentó como un hermoso omega puro. Estudiaba con dedicación y después de su jornada de estudios, ayudaba a su madre en el restaurante que era de su propiedad.

La omega se encargó de enseñarle las cosas básicas de la vida, lo cuidó con amor y cariño, le habló de los destinados, de esos seres que llegan a tu vida, y cuando llegan; tu corazón y lobo te gritan que es tu otra mitad, tu complemento, tu razón de vivir y respirar.

JungKook soñaba con encontrar a su destino, a ese alfa que sin dudarlo le entregaría su vida y corazón. Su madre le había contado la historia de amor entre ella y su difunto padre, y JungKook solo deseaba llegar a tener una conexión así de grande con su futuro alfa.

El matrimonio Jeon siempre sintió lo que le sucedía al contrario sin necesidad de estar enlazados. Sentían sus tristezas, alegrías, angustias. Simplemente sus cuerpos les avisaban que el contrario los necesitaba, cuando se enlazaron la conexión fue aún más fuerte, y con solo mirarse a los ojos podían entender lo que le sucedía al otro.

Eso era uno de los más grandes anhelos de JungKook, quería tener esa mágica conexión con su futuro alfa. Deseaba conocer a su destinado, ese ser que con solo mirarse a los ojos y sin decir palabra alguna, se entendieran con el lenguaje del amor.

El omega tenía su temperamento, no se doblegaba ante nada.

Su temperamento fuerte y poco sumiso es un regalo que la vida le otorgó por parte de su madre.

Haneul le decía a JungKook que era la versión masculina de ella. Y que de su difunto padre heredó su sonrisa de conejo, esa que enamora a cualquiera, y su corazón bondadoso y confiado.

Además de que era terco, eso sí lo heredó de sus progenitores, cuando algo se les metía en la cabeza, nada ni nadie los convencía de hacer lo contrario.

Madre e hijo eran inseparables, lo primero que hacían al verse era saludarse con besos y abrazos. Cuando finalizaba el día, lo último que veían eran sus rostros. Conocían perfectamente el pensamiento el uno del otro y sus lobos eran prácticamente uno solo.

Amor de madre e hijo, lazos de sangre, pactos de amor y confianza infinita, esas palabras se las repetían cada vez que hablaban en las cenas.

El trabajo de madre jamás terminaría para Haneul, por más que su niño hubiese crecido, siempre lo protegería y guiaría. Aun le faltaba enseñarle una cosa, algo que quizás más adelante lo ayudaría a defenderse de un peligro inminente...

𝑴𝒊 𝑨𝒓𝒐𝒎𝒂 𝒆𝒔 𝑻𝒖 𝑫𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒐 ||𝐓𝐚𝐞𝐊𝐨𝐨𝐤||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora