—Va a creer que soy un pervertido —dijo en cambio.

Daeron soltó una risa.

—Y lo eres. Pero bueno, es algo de familia.

...

Como el universo era un endemoniado hijo de perra, ese día parecía haber decidió usar sus poderes místicos y hacer de las suyas. Aemond notó este hecho al instante apenas bajar del auto y ver como, de forma inconsciente y para nada predeterminada, los tres chicos Strong y los tres chicos Targaryen le estaban gritando al mundo que, allí mismo, en las puertas de una anticuada y raída tienda cuyo cartel, pintado en letras doradas siguiendo un estilo medieval, prometía disfraces, artículos para fiesta y curiosidades al mejor precio, había tres pares de almas gemelas. 

Eran sus ropas, sus estúpidas ropas, las que lo decían todo.

Por un lado, Jacaerys, que llevaba una camiseta simple de color rojo, con pantalones negros y zapatillas del mismo color, complementándose con Aegon, que usaba los colores opuestos, pues vestía una camiseta celeste con el estampado de un dragón, además de sus shorts y sus zapatillas blancas.

Luego estaba Lucerys, quién vistiendo colores claros y llamativos, usando unos shorts y camisetas blancos acompañados por una camisa con estampado de soles y girasoles y converse amarillas, contrastaba por completo con Aemond, quién llevando unos pantalones largos ajustados y una camisa suelta con finas rayas blancas, vestía casi completamente de negro.

Y, por último, Joffrey, que usaba su cargo beige y una camiseta holgada que tenía un estampado de Crepúsculo. Jacob Black sonreía dentro de un corazón rosa junto a la frase "Bella, where the hell have you been loca?". Combinaba a la perfección con Daeron, que llevaba un cargo negro y una camiseta casi idéntica, con la diferencia de que la suya tenía la cara de Carlisle Cullen dentro de un corazón azul y la frase "The original Dilf" a su alrededor.

—¡Miren a quién tenemos aquí, el chico más lindo del mundo y sus horribles hermanos! —gritó Aegon apenas poner un pie en la acera. Tan concentrado estaba en su novio que estuvo a punto de encerrar a Daeron en el auto.

Jacaerys rodó los ojos, divertido, antes de acercarse a su novio. Envolviendo sus brazos alrededor del cuello del otro, dejando que Aegon lo tomase por la cintura, lo besó dulcemente a modo de saludo bajo la ofendida mirada de sus hermanos.

—¡¿Nos llamó horribles y tu lo besas?! —murmuró Joffrey indignado—. La traición, la decepción, hermano...

—Es solo su humor, déjenlo ser—rio Jace separándose de Aegon. Por unos instantes, los ojos de ambos permanecieron de aquel característico azul zafiro que le gritaba al mundo que se pertenecían el uno al otro, antes de que este desapareciera y sus iris volvieran a la normalidad.

Justo cuando el menor de los Strong comenzaba a buscar una piedra para poder tirársela a su hermano, "por traidor", Daeron se acercó a él con una amplia sonrisa en su rostro, abrazándolo y besándolo emocionado, como si no lo hubiera visto en diez años (siendo que habían estado juntos casi todo el fin de semana y hablado por teléfono durante varias horas al separarse). Al igual que Jace y Aegon, sus ojos también se tiñeron apenas tocarse.

Los únicos que permanecieron alejados el uno del otro, fuera de lugar, fueron Aemond y Lucerys.

Durante su estadía en la casa de sus tíos el fin de semana Aemond se había sentido bastante orgulloso de sí mismo. En esos seis años había repasado el reencuentro con Lucerys un centenar de veces en su cabeza, pensando qué decir al volver a verlo, imaginando que la cagaría apenas abrir la boca, creyendo que sus nervios le jugarían una mala pasada. Se había sorprendido de sí mismo al verse tan desenvuelto en su presencia, charlando con él de forma amena, como hacía con nadie, y compartiendo momentos fugaces, pero increíblemente íntimos.

El brillo que veo en tus ojos (Lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora