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Debería ahogarlo con su propio café por robarme un beso por segunda vez; sin embargo, aquí estoy sentada esperando que me traiga mi desayuno después de darme el beso más rico que he recibido en la vida, sin contar que es la cuarta persona que me da un beso.

Sus besos saben a miel, con lo que a mí me encanta un dulce con miel; quiero otro, si supiera que me hizo estremecer y si no estuviéramos en la calle...

Deja de pensar en estupideces, recuerda, es un Viera, primo hermano de Damián, lejos, aléjalo, es el demonio, un dulce pecaminoso, debes volverte diabética, cero dulces en tu vida.

- Aquí tienes, mi odiosa estrella — se sienta entregándome un plato de desayuno.

- Estrellada será, porque cada vez que me ves termino en el piso con un golpe. De verdad, ¿qué te hice? ¿o acostumbras a golpear a todos los que ves?

- No. Soy muy cuidadoso, pero contigo no sé qué sucede que nada me sale bien.

- Karma.

- Puede ser.

Veo un café con leche, canela, dos cucharadas y media de azúcar, además de un croissant de queso crema.

¿Será que Julio le dijo lo que me gusta comer?

- Tengo entendido que el Karma se debe odiar, es un castigo.

- Eso dicen, por ejemplo, yo estoy pagando un Karma con los Viera, así que debí hacer algo malo en la otra vida porque en esta sé que me he portado muy bien. Creo — tomo un poco de café a ver si calmo esta ansiedad.

- No me compares con él — se ve muy serio — somos muy diferentes, y no creas que me gusta mucho la idea que ese imbécil haya tenido el privilegio de conocerte.

- Algo que desearía que no hubiera pasado.

- Conociéndolo, sé que debió hacer algo para convertirte en una odiosa.

- Soy odiosa de naturaleza, mamá siempre me decía que no sabía a quién había salido tan ácida con las personas, por qué el carácter es de papá y la lengua afilada, de ella.

- Se ve que los querías mucho — lo veo concentrado en mí, no en su celular o alrededor, solo en mí.

- Eran mi todo, tenían un ojo para ver a las personas, lamento no haberlos escuchado cuando vio a...

- ¿Damián? — no quiero recordar eso — hasta en eso tuvo suerte el desgraciado, conoció a mis suegros — sonrío al ver su expresión de molestia.

- Solo a mi mamá y fue por casualidad, mi papá lo hubiera matado.

- Lo hubiera ayudado con gusto, muchos estarían agradecido por su ausencia. — ve su café pensativo — ¿Qué te dijo el médico? ¿Por qué no has mejorado? ¿Usaste tacones?

Qué cambio de conversación tan drástico.

- No, pero me lo lastimé en la oficina y empeoré la situación, me excedí.

- No te sabes cuidar, qué novedad — lo quiero golpear por su osadía — tal vez no es culpa mía tus accidentes.

- ¿Accidentes? Mejor cambiemos de tema si no quieres terminar con otro café en tu blusa.

- No me lo recuerdes que debo ir a casa a cambiarme.

- ¿Vives cerca de aquí? — de seguro que sí, está caminando y es la segunda vez que me lo encuentro por el lugar.

- Sí, a tres cuadras, por la plaza; es evidente que tú también vives por aquí.

- No te voy a decir eso porque me estás acosando — se ríe, adoro esa sonrisa perfecta, de hombre mujeriego, recuérdalo — debo irme.

Bajo la lluvia de estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora