Rodrigo intentó arrancar el coche, pero le sudaban las manos como nunca antes, estaba temblando más que su novia que iba a parir. Los nervios de mi mejor amiga pasaban a mí y todavía más cuando me apretujaba el brazo para tirarse hacía atrás chillando: contracción.

Leo fue el único sereno en el asunto porque le dijo a Rodrigo que saliera cagando hostias que conducía él, no puso objeción así que Leo salió de ahí y Rodrigo iba de copiloto, aunque girado para ver a Julia.

―Todo va a salir bien ―le decía este.

―¡Todo es tu culpa por meterla! ―Decía exaltada.

―Cállate que recibes tú ―se burlaba Leo que intentaba ir lo más deprisa posible.

―¿Está muy dilatada? ―Me preguntó Rodrigo.

―Sí, porque me he asomado a mirar ―puse los ojos en blanco―. No lo sé, entre fregar el baño mientras Julia se encaminaba al recibidor, llamarte, recoger sus bolsas e intentar calmarla en todo ese proceso no se me ha ocurrido mirarle a ver si su querido agujero está grande.

―¡Que no lo digas! ―Lloraba Julia.

―Voy a llamar a sus padres ―solté yo para cambiar de tema.

Me dediqué a llamar a su madre le dije que estábamos camino al hospital y que no tardaríamos, me dijo que en seguida iban. Claramente también llamé a la madre de Rodrigo porque solo hacía que preguntarle a Julia como iba y esta solo le gruñía, respondieron lo mismo que los padres de Julia así que todos avisados.

―¡No quiero volver a ser madre después de Teo! ―Lloraba Julia.

―Pero si queríamos dos ―reprochaba Rodrigo, que ya estaba desvariando.

―¡Claro porque tú no vas a parirlo! ―Exclamaba Julia.

Podía ver de reojo la sonrisilla traviesa de Leo, se lo estaba pasando en grande mientras conducía y nos escuchaba a los tres. Uno desvariando (y eso que no iba a parir) mientras ponía nerviosa a Julia que era la persona que iba a parir y que no paraba de decir que le dolía. Luego estaba yo, que entre unos y otros la que iba a acabar desquiciada era yo.

―Hemos llegado ―suspiraba Leo―. El trayecto más largo de mi vida ―reía.

―¡No empecéis los dos a ser sarcásticos ahora! ―Chillaba Julia― ¡Que voy a parir!

―No si de eso nos hemos dado cuen... ―Me miró de tal forma que callé de golpe, si las miradas mataran ahora mismo solo quedaría ella con vida.

La pusieron en una silla de ruedas para llevarla, estaba bastante dilatada. Preguntaron por la pareja y Rodrigo se metió dentro con ella, a Leo y a mí no nos quedaba de otra que quedarnos en la sala de espera a que nos dejaran pasar a verla cuando hubiera parido.

Llegaron los padres de Julia con los de Rodrigo, dimos gracias que no estábamos solos ahí porque era estresante y eso que no éramos los que íbamos a ser padres.

―¿Cómo va? ―Preguntó la madre de Julia.

―¿Si contáramos nos creería? ―Reía Leo.

―¿Siendo Julia? ―Reía su madre―. Lo más probable es que sí, al menos ahora al que le estará chillando es a Rodrigo.

El humor que no falte. Nos dijeron que podíamos ir a tomar algo mientras esperábamos, así que Leo y yo fuimos a la cafetería del hospital a por un café (bueno, yo un zumo). Cuando tuvimos la bebida, nos sentamos en una de aquellas mesas tan deprimentes que había en los hospitales.

―¿Cómo estás?

―Pasear a Julia embarazada por el piso, la ciudad y el hospital ha sido una tarea digna de admirar ―dije con media sonrisa.

―Cuando has llamado a Rodrigo casi se le lleva San Pedro mientras se atragantaba con la cerveza, ni la acabamos. Pagó y nos metimos en el coche.

―¿Condujo él? ―Dije incrédula.

―Sí porque me dijo que yo me creía Toretto en Fast & Furious ―reía.

―Dudo fuera pisando huevos ―me burlé.

―Qué va poco más y no llegamos, parecía un flan.

La verdad que estaba disfrutando de estos momentos, aunque hubiera sido todo un poco caótico. Cada vez estaba más clara la idea de mudarnos a Madrid, a parte no sé él, pero yo quisiera casarme aquí y creo que él también. Empezar a forjar algo de verdad, vivir en Vernazza (al menos para nosotros) fue como un parón de la vida para poder seguir avanzando individualmente.

Leo se fue allí porque estaba cansado de ir de un lado para otro y su madre vivía en Pisa por ello se asentó en Vernazza. Sé que le encanta ese sitio y que tiene muy buenos momentos. Y luego estoy yo que había ido porque necesitaba encontrarme a mí misma, huir de todo lo que me rodeaba porque me estaba asfixiando de una manera indescriptible.

Y aquí estábamos en un hospital en Madrid, bebiendo algo porque mi mejor amiga Julia estaba dando a luz. Con mi prometido (me seguía pareciendo surrealista), todo estaba surgiendo de una manera que jamás pensé que sucedería.

―Iré a buscar la cámara de fotos, quiero poder hacerles unas cuantas ―comentaba Leo.

Me saqué las llaves del bolsillo y se las di, me daba a mí que pronto necesitaríamos una copia. Me dio un suave beso a modo de despedida alegando que intentaría tardar entre poco y nada así que me quedé ahí sentada en la cafetería del hospital mientras jugueteaba con el zumo.

―¿Papá?

―Anda que avisas ―refunfuñaba este.

―Me ha llamado la madre de Julia.

―Tú tienes contactos hasta en la sopa ―resoplé―. Ha sido todo muy caótico, estaba yo como para llamar a todos.

―No si lo entiendo ―reía―. ¿Cómo está mi hija la prometida?

Sonreí al escuchar aquello, esta vez mi padre sí estaba contento con la situación y yo todavía más.

―Bien, quizá me veas más de lo que quieres ―me burlé.

―¿Os mudáis?

―Qué rápido atas tú cabos, eh.

―Me hace mucha ilusión tenerte aquí, Alicia.

―Aun no sé cuándo será... No tardaremos en volver a Italia, allí está la madre de Leo, Greta y Alejandro. Tenemos que dejarlo todo hecho y ver cómo va todo, la boda se hará en Madrid claro.

―¿Tu madre sabe algo?

―No he hablado con ella aún, lo de Madrid lo hemos hablado esta mañana antes de ir a comer a casa de Julia y Rodrigo. Cuando volvamos a Italia, hablemos con ellos...

―Alicia, no sé si lo digo mucho o poco, pero estoy muy orgulloso de la chica en la que te has convertido ―dijo cogiéndome las manos.

―Yo también estoy orgullosa y no solo de mí sino del padre en el que te has convertido ―dije con media sonrisa.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora