Primer paso: consigue un mejor amigo

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Había tenido problemas para hacer amigos desde que había entrado a la escuela. Sus únicos amigos eran sus primos, que habían terminado por cambiarse del colegio por culpa de algunos matones. Nadie realmente molestaba a Tomás, quizá porque él no molestaba a nadie: se la pasaba dibujando Pokémons en los márgenes de su cuaderno, o fantaseando sobre el próximo capítulo de los Power Rangers. No necesitaba amigos, creía.

Pero entonces llegó el verano, y las horas pasaban lentas, sin las distracciones de siempre. A veces iba a casa de sus primos, pero luego ellos se fueron de vacaciones, y solo quedaban él, la tele y el gameboy que le habían regalado para su cumpleaños. Pensaba, mientras ayudaba a sus hermanas menores a decorar la casa de sus muñecas, que quizá debería haber intentado hacerse amigo de Carrera, quizá así no estaría tan solo ahora.

Un domingo soleado, Angie se asomó al dormitorio en el que Tomás estaba clasificando sus historietas.

—Tú amiguito te está buscando. —dijo, y él dudó un momento antes de entender a quién se refería.

Llevaba sus shorts y la camiseta gastada que usaba para dormir. Ezequiel, en el pórtico, lo esperaba con un short de Barcelona y una camiseta de River Plate que le quedaba gigante.

—Hola. —le sonrió anchamente. Tomás dejó el gameboy en el pasa-platos antes de acercarse a él.

—Hola. —lo saludo.

—¿Queres ir a jugar a la pelota?

Eran tres contra tres, y Tomás iba al arco. No le molestaba, porque correr de aquí para allá no era lo suyo, y temía que algunos de los amigos de Carrera no fueran tan amables como él. Caer al suelo y llorar por un raspón definitivamente no iba a ayudar a hacerlo verse cool.

Pasaron la tarde juntos, apenas interrumpiendo el partido cuando algún auto doblaba en la esquina. Su mamá y la del castaño hablaban, mientras cuidaban el jardín, y Tomás cruzaba los dedos esperando a que no contará nada embarazoso que pudiera llegar tarde o temprano a los oídos de su nuevo amigo.

Esa semana de sol, vio a Rodrigo todos los días. Le agradaba: era divertido y ruidoso, y lo suficientemente interesante para mantenerlo despierto. Cada noche, mientras se bañaba, repasaba sus chistes y monerías, y reía para sí camuflado por la lluvia. Cada mañana, cuando despertaba, comía dos bowls de cereal, porque le darían energías para, quizá, atreverse a correr con el ojiverde esa tarde.

El siguiente martes, el sol no salió. Las nubes habían empezado a juntarse la noche anterior, y ahora llovía con una pereza y constancia que parecía interminable. Tomás miraba por la ventana de su dormitorio cómo las gotas habían hecho un charco allí donde se habían sentado la tarde anterior a descansar.

Angie se asomó a su cuarto.

—Tu amigo. —le dijo, sonriente, y Tomás fue incapaz de disimular la sonrisa.

Rodrigo subió saltando los escalones de dos en dos. No paraba nunca de hablar, decía:

—Es tan aburrido cuando llueve. No hay nada para hacer.

—Tengo videojuegos. —propuso, y pasaron la tarde entera jugando peleas en la Playstation.

—Yo tengo el mismo. —explicó el castaño después de perder por cuarta vez consecutiva—. Pero mis hermanitas siempre quieren jugar conmigo y es molesto.

Arbillaga se mordió la lengua y no comentó acerca de cómo a veces él quería jugar con sus hermanas menores, solo para no sentirse tan solo.

—Mi mamá dice —dijo Rodrigo después de un rato—, que tu mamá dice que no tenes amigos.

CÓMO ENAMORARTE DE TU MEJOR AMIGO  ☆  carre + rob .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora