—¿A dónde fueron? —demandó Lucas.

Mis ojos estaban puestos en Marlon, pero al escuchar la pregunta dirigí mi atención a él. Najim también lo hizo y rio francamente: me hizo sonreír.

—A comer —dijo generoso—. El estómago de Aisha parecía una cueva de lobos. —Lo miré de reojo con los ojos entornados y él soltó una carcajada—. No digo mentiras —se defendió con las manos alzadas.

—Sí, sí —le dije.

—Aisha —oí decir a Marlon. Regresé mi atención a ella y moví la cabeza para que prosiguiera con lo que quería decir—. Mi mamá me dijo que fuiste a la casa, ¿todo bien? —preguntó con dulzura.

Abrí los ojos y sentí mi cabeza dar un movimiento hacia atrás. Definitivamente fue en vano mi enojo de apenas unos minutos antes. Ella no tenía la culpa de que una cochinada maligna decidiera fastidiarme la madrugada del día en que ella saldría con su amiga. 

—Ella está bien —dijo Najim—. Fue un —pensó la palabra—... eso.

—No soy ignorante —manifestó Lucas—. Sé de qué hablan.

—Bueno, bueno —dijo Najim, levantando las manos—. Lo siento, alteza.

Lucas soltó un bufido bajo en respuesta y Marlon trató de reprimir una risa, pero fue en vano; la soltó de todos modos.

—Entonces fue un sheda —habló Marlon para sí y después me volteó a ver—. ¿Que sucedió?

«Here we go again» pensé.

Conté todo, con sumo detalle, y Lucas era quien más sentí que prestaba atención; me miraba como si cualquier gesticulación de mi rostro fuera clave en la historia que estaba narrando. Marlon abría los ojos como si no creyera lo que estaba escuchando en mis palabras.

No demoré mucho contando los hechos, y al volver a hablar sobre el tema ya no sentí ese nudo en mi estómago, ni esa sofocante sensación que sentía cuando hablaba específicamente de qué me había dicho el sheda. En parte creo que Najim tuvo mucho que ver; hablar con él fue lo mejor que me pudo pasar en semanas.

—Tu hermana no los ve —aclaró Marlon para sí una vez que terminé de relatar todo—. ¿Pero lo escuchó?

Inflé mis mejillas y asentí.

—¿Qué le dijo? —preguntó Lucas, bastante interesado en el tema.

Me quedé pensando en la respuesta. Repasé rápido las imágenes donde Kanya entraba a mi habitación; y no recordaba nada sobre si me dijo qué le dijo.

—No le pregunté... —respondí, un poco avergonzada por no haberlo hecho—. Cuando entró buscamos a nuestros padres; mi mente estaba en a dónde pudieron haber salido, lo que le dijo el sheda no estaba entre mis preocupaciones principales.

—Estaba más preocupada en si se había hecho pipí encima o no —dijo Najim señalándome.

Pude haberme ofendido, ese comentario pudo dañarme algunas horas atrás. Pero no. El tiempo que pasamos juntos después de que me soltara a llorar en sus brazos creó una relación diferente y lo que salió de mi boca no fue una queja o réplica, sino una muy buena carcajada. Porque era verdad, mi mente estaba solamente ocupada en mis extremidades y no en si mi hermana me había dicho qué le dijo el sheda. Lucas también se unió a mi risa, sin embargo fue Marlon la que arruinó el momento con su semblante molesto.

Una DecisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora