Era sabido que el príncipe de la noche era muy codiciado. Hannah estaba entre sus fans, sin duda.
—Todos esperamos lo mismo —contesté. Theo intentaba enseñarle un movimiento a Okke; era evidente que al chico le costaba y que estaba acabando con la poca paciencia de Theo—. Damien —lo llamé y volvió a mirarme—. Gracias... Por estar aquí, por confiar en nuestra palabra, y por mantener esto en secreto.
Damien ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa sensual; la sonrisa con la que de seguro provocaba ciertos efectos en la ropa interior de muchos hummons, mujeres y hombres.
—Al igual que tú, lo hago por el futuro de los reinos. —Bajó el mentón y deslizó los ojos hacia Hannah. Ella ya no sabía qué hacer con sus manos.
—Voy a tomar un poco de agua —susurró la pelirroja y casi trotó hacia el interior de la casa de Keyla.
—Hannah es muy culta —comentó Damien con un poco de picardía, poniendo las manos en la espalda—. Su sabiduría en leyendas es notable, eso ayudó mucho para descifrar la localización del Elemento de Zeus.
—Ella es genial, hermosa, inteligente. Tiene todo —aseguré con un gesto que, sin querer, resultó incitador. Damien se rio.
Theo dejó de corregir a Okke y se giró hacia nosotros. Me dio un repaso intenso. Eso, sumado al sudor que comenzaba a acumulársele en las sienes, hizo que se me calentaran las venas y las mejillas. Él se volvió cuando Inago rugió por su desconcentración.
—¿Mike dijo cuándo volvería del lado humano? —le pregunté a Damien luego de carraspear para distraerme del cosquilleo de mi vientre.
Mi amigo había cruzado para poder llamar a Rosie. Seguía desesperado por ella.
—Antes de marcharse esta mañana, dijo que esta noche volvería —informó—. Entrenaré un poco con el látigo, permiso, Claire. —Se fue hacia el Elemento de la diosa Nyx, el cual le pertenecía a Damien de alguna forma.
Yo no tenía la lanza de Atenea porque el maldito de Ardat la tenía. Me hubiera gustado entrenar con ella.
La puerta que daba acceso al patio rechinó, y esperaba ver regresar a Hannah, pero en vez de eso apareció Max Bourne. Cielos. Todavía se me hacía raro verlo como parte de nosotros, pero ya tenía poco sentido dejarlo fuera de todo, aún más después de... lo que sea que él sintiera por Rayna.
—Rayna no me responde hace una hora y media —siseó acercándose rápido, sin saludar. Le hizo un gesto con la cabeza a los demás. Theo puso cara de fastidio por su presencia.
—Bueno, debe estar ocupada buscando el Elemento —le recordé con obviedad. Max me miró fatal.
—Estar en contacto es primordial para actuar ante cualquier emergencia —refutó más estresado de lo que lo había visto nunca.
Intenté no sonreír. Esto era serio.
Inago se acercó a tomar agua, y luego se sentó sobre sus posteriores; pasé las uñas por el dorso de su cuello.
—Estoy segura de que Rayna sabe cuidarse —dije lo más tranquilizadora posible, pero los duros rasgos de Max se tornaron fulminantes de todos modos.
—Más kaltianos han surgido desde nuevas grietas —informó de repente y mi cabeza giró como un resorte hacia él—. Los Consejos de los reinos no entienden qué pasa, y por qué se esconden de nosotros. No han logrado hablar con ninguno. Acordaron no capturarlos para no ser agresivos, pero tienen preguntas. Muchas. Mi departamento entero está buscando respuestas, y yo estoy aquí, ocultando información.
—Lo bueno es que tenemos a Arturo Jatar de nuestra parte —repuse. Theo volvió a mirar hacia donde yo estaba, y rodó los ojos por Max; continuó entrenando con Okke y Damien.
—Sí, pero existen otros doce reinos y otros doce gobernantes, Moore —espetó duro—. Nos queda poco tiempo antes de que se den cuenta de que algo grave pasa. El ejército de infernales está creciendo en nuestra superficie. En un par de días es la celebración de Olimpia, en Casterra, donde agradecen a los dioses. Me enteré de que los gobernantes tendrán una reunión secreta por este tema.
—Genial. —Cerré los ojos. Mi abuela no tenía idea de casi nada porque yo solicité no contarle al respecto, y la mantenían alejada de todo—. ¿Tuvieron suerte con Tyrone con lo del último heredero?
—No.
—Doblemente genial —bufé irritada. Inago irguió las orejas con preocupación.
—El rey Tyrone volvió a Ava para buscar entre sus cosas. Eso dijo —moduló con cierta ironía.
Me imaginé que Tyrone estaba buscando entre los cachivaches de sus vidas pasadas. Conociéndolo, debía tener un baúl con cosas así.
—Tampoco sabemos cómo exactamente debilitar a Ardat si es que logra salir a la superficie —gruñí con los dientes bien apretados—. Menos sabemos qué hará Ardat si se enoja porque le quitamos algunos Elementos.
La mirada fría de Max se deslizó desde la pelea entre Theo, Okke y Damien hasta mí.
—Entonces no sigas perdiendo el tiempo aquí parada. Ve a entrenar. —Me miró de arriba abajo, siendo el antipático de siempre.
—No tengo la lanza. —Sonreí forzada.
—¿Y? —siseó—. Entrena con un palo, Moore, con una maldita rama, con lo que quieras, pero haz algo. Tienes a tu animal sagrado, y ya tienes el poder de dioses desarrollado, a diferencia de esos dos. —Movió el mentón hacia Okke y Damien—. No necesitas la maldita lanza para moverte y hacer algo más útil que quedarte aquí lamentándote.
—¡Hey! —bramó Theo desde los varios metros que nos separaban—. Vuelves a ordenarle algo, o a hablarle así, y seré yo el que usará un palo para metértelo por la garganta, Bourne —escupió su apellido.
Inago se alzó sobre sus cuatro patas y echó las orejas hacia atrás. Sentí que el cuerpo de Max se preparaba para responderle a Theo.
—De acuerdo. —Alcé las manos antes de que se pelearan una vez más.
No tardé en unirme al entrenamiento con una vara que se usaba para practicar esgrima. Theo comenzó a ayudarme para conectar mi equilibrio con el del alargado objeto. Me enseñó a posicionar bien los pies y a levantar los codos a la altura exacta para obtener ventaja con la vara ante un enemigo.
Cuando puso las manos en mis caderas desde mi espalda para corregirme la postura, lo miré por encima del hombro, y sus ojos pardos cayeron inmediatamente en mis labios. Tragué con fuerza, y por supuesto que se me olvidó todo lo que había ocurrido en Azgar, o antes de eso. Se me olvidó dónde estábamos, y que teníamos compañía.
Afianzó los dedos a mi cuerpo y sus muslos me rozaron detrás. Se me hizo agua la boca, y el pulso se me disparó ante su aliento agitado en la piel de mi cuello. El punto de mi trasero que él estaba presionando comenzó a palpitarme. Imaginé, sin poder evitarlo, cómo sería empujarlo contra el césped y subirme encima.
Theo respiró áspero, pero Damien lanzó a Okke al suelo, otra vez, y con esa distracción logré zafarme de la tentación y concentrarme de nuevo.
Un rato después, en un momento cuando solo estuvimos Damien, Okke y yo dentro del círculo de entrenamiento, con Inago caminando alrededor, nuestras armas chocaron entre sí al mismo tiempo —el tridente, el látigo y mi vara—, y cada uno de nosotros se rodeó de una potente luz; yo dorada, Damien plateado y estrellado, y Okke azul marino. Se disparó un resplandor de tres colores tan divino que tuve que entrecerrar los ojos.
Escuché a Hannah jadear, y Theo dijo:
—Bien, eso es buena señal.
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Corona celestial
FantasyLibro III Saga Atanea. -Borrador-. Bajo la tierra, donde la lava palpita, saluda un nuevo reino. Una tierra desconocida. Un lugar inexplorado. Un gobernante sepultado. Ardat puede convertir lo bueno en malo, el amor en desesperación y los deseos en...