Fue una noche, en que Jeira recibió por correo espacial una nota de su sobrina que le contaba lo feliz que era su vida modesta en la Tierra, viviendo en una humilde casa con su esposo y sus suegros, que tomaron la decisión de encargarle a una adolescente la dificilísima tarea de hacerse cargo de un niño oni con habilidades de lanza llamas. Por supuesto que hoy, Oten se arrepentía y Ataru no buscó convencerlo de lo contrario, porque nunca le pareció correcto que mandaran a un pequeño tan lejos de sus padres, esto no se lo dijo por respeto y cariño, pero el hombre, lo asumió silencioso.

Oten recibió un llamado en su reloj comunicador, era de Zente, que parecía desquiciado, esto no era anormal, pues todos los coordinadores vivían ahora en colapso por la ausencia de Uno, repartiéndose sus actividades entre ellos con una pequeña ayuda de Rei que tampoco es que pudiera hacer mucho pues muy al estilo de Benten pero mucho más respetuoso, no despegaba la nariz del trasero del niño y su padre. Zente, estaba ahora siempre en su bata de laboratorio, tomando café y elaborando teorías que sinceramente a veces rozaban la locura.

Pero el rey continuaba confiando en él, confiaba prácticamente en todos los presentes del palacio aunque aún no se aclaraba el misterio de cómo salía la información del lugar; Benten, mucho más cauta que su compañero de apuestas al que en entornos formales llamaba como "Rey", se las ingeniaba para probar a todos y cada uno de sus compañeros, en ocasiones de formas poco ortodoxas como poniendo sueros de la verdad en sus alimentos; hasta ahora, nadie parecía ser culpable.

Se trasladó hacia el laboratorio que estaba en el piso más subterráneo del palacio, incluso más abajo que el estacionamiento de naves; caminaba con mucha dificultad, intentando manejar sus nuevas piernas de metal, Rei lo seguía algunos metros atrás, únicamente auxiliándolo si él lo pedía porque no quería maltratar su orgullo de guerrero pues en algunos momentos del pasado, ambos hombres habían trabajado en equipo aunque jamás supieron sus nombres. Zente lo esperaba, con las ojeras amoratadas marcadas y sus manos temblorosas,  su rostro era enmarcado con una sonrisa triunfal.

-Oten sama- inició- han llegado las pruebas de su cabello

Zente le había sacado pruebas de cada parte de su cuerpo, resultando incómodo y doloroso, especialmente cuando el científico escultó incluso su ojo sin anestesia de por medio; obsesionado con la idea de averiguar algo, un elemento oculto que no hubiera visto nadie, un algo que le diera el sentido a la muerte de su mejor amigo, Uno. Le extendió un informe que el hombre leyó lentamente para después quedarse boquiabierto.

Antes de que pudiera decir algo, Zente le puso una especie de casco mientras apretaba un botón; Oten cerró los ojos, porque conociendo al oni, esto seguramente sería doloroso, sin embargo, no puso resistencia y Rei tampoco,  pues del suelo recuperó la hoja para pasar a leerla con una gesticulación de sorpresa inusual en su rostro plano; salió del laboratorio para pulsar el reloj y dar una información valiosa para todos.

-Zente encontró al "topo"- leyó de nuevo la información- el rey tenía razón, no era ninguno de nosotros, era el cabello de Oten sama.

De una forma misteriosa, los enemigos habían herido premeditadamente en menor medida al hombre, esperando que sobreviviera pero planeando que este estuviera en un estado vegetativo de por vida, pues era necesario que estuviera inconsciente para poder espiar en el palacio. Desafortunadamente, no habían pensando en que Oten estaría encerrado en una habitación silenciosa, sin embargo, si podían escuchar las conversaciones de las únicas personas interesantes que visitaban al oni, la princesa Lum y su esposo Ataru.

Los chicos, un poco antes del ataque, charlaron en una de sus visitas a Oten sobre la ausencia de Sieatku, afortunadamente, no mencionaron a Shutaro ni a la alianza que tenían con la Tierra; esto fue suficiente para que los enemigos echaran a andar su plan; que también el rey Invader se encontrara ausente en realidad fue un regalo del destino. Esa misma noche, el cuerpo inerte de Oten, o más bien, las partículas diminutas de espionaje en su cabello, consiguieron escuchar después de ser trasladado a la nave,  los chillidos de felicidad de la princesa que anunciaba "Voy a casarme".

Por ella |URUSEI YATSURA| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora