Con lo último, es... ni siquiera puedo describirlo. Se siente como la estúpida expresión que tanto había leído en libros. Como un maldito balde de agua que me ha sido aventado sin estar preparada. Me aferro a la sábana y el latir de mi corazón aumenta más de lo que ya estaba.

Lo que ha dicho no puede ser cierto. Yo nunca haría eso por más borracha que estuviera. No tiene lógica, nunca confiaría en él, ni siquiera puedo estar a menos de cinco pasos de distancia. Pero, entonces... ¿por qué estoy en esta situación?

—Mientes.

—No sabes cuánto me ha gustado borrar el rastro del paso de Noah en tu piel.

—Y no sabes cuánto va a gustarme a mi borrarte esa estúpida sonrisa del rostro, pedazo de idiota.

El miedo que siento hizo que no fuera consciente de la presencia de Noah. Pero escuchar su voz me inunda de una tranquilidad que lucha por posarse en mí y despojar todo lo negativo que estoy sintiendo.

Está detrás de Scott, fuera de la habitación. Tiene los puños cerrados a los costados, la mandíbula apretada y los ojos aguados. El cabello, de igual forma está hecho un desastre y respira agitadamente. Cuando me ve, me avergüenzo porque sí que parece cierto lo que su primo afirma. No encuentro nada cálido en su mirada, pero lo que ha dicho, me hace creer que una plática entre los dos puede arreglar esto que está fuera de nuestras manos.

— ¡Primito, que bueno que llegas! —se da la vuelta para verlo, muy entusiasmado—. Justo estaba por ir a buscarte para decirte que el culpable no soy yo, si no la clase de mujeres que te gustan.

Eso acaba con la paciencia de Noah pues en un abrir y cerrar de ojos, se adentra al cuarto y empuja hacia la pared más cercana a su primo. Lo toma del cuello y el maldito solo se preocupa por sonreír. Yo solo puedo estar temblando.

—No vuelvas a dirigirte a ella de esa forma ¿me oíste? —le dice con los dientes apretados. Una vena del cuello sobresalta.

—Solo te estoy haciendo un favor —le cuesta contestar porque el aire no le está llegando de forma adecuada, sin embargo, sigue sin hacer algo para soltarse—. Estoy abriéndote los ojos para ver si la próxima vez escoges a alguien mejor.

— ¡No hay una próxima vez!

—No me digas que vas a perdonarla después de que se haya revolcado conmigo —Noah afianza su agarre y suelto un grito, preocupada—. Con Melissa no hiciste eso, ¿qué tiene de especial Shelley para que decidas dejarlo pasar, eh? Porque déjame decirte que hay mujeres que se mueven mejor en la cama que ella.

—Confío en ella —que lo admita me hace soltar todas las lagrimas que estaba luchando por retener. El miedo a salir lastimado y que la confianza que entregara fuera traicionada eran los problemas que tuvimos al principio, eran esos obstáculos por los que no iniciábamos nada y pese a que no lo había superado, decidió arriesgarse conmigo. No puedo creer que esto nos esté sucediendo justo después de decirme que me quería y de admitir que yo lo quería a él—. Es demasiado lista como para meterse contigo.

—Auch —agranda la sonrisa—. Creo que la subestimas. Y a mí.

—¿Por qué te empeñas en...

—Pregúntale, entonces. Pregúntale si está segura de que no hizo nada conmigo.

Eso lo toma desprevenido porque lo suelta. Y Scott aprovecha la oportunidad para empujarlo y apartarse, sin quitar esa estúpida sonrisa de suficiencia. Se acomoda la ropa como si nada hubiese pasado, y la espalda de Noah está tan tensa que... creo que estoy de la misma forma porque...

— ¿Quieres que se lo pregunte por ti?

Entonces mi novio voltea a verme y puedo sentir como el corazón de ambos se rompe al mismo tiempo. Me aferro a las sábanas para tratar de protegerme porque en este momento me siento tan indefensa y tan expuesta.

El último baile ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora